Quizá ya no sea tan habitual, pero que los niños jueguen en la calle es una actividad sana y que debe fomentarse. A temprana edad, los parques y zonas recreativas de las ciudades se destinan con el fin de proporcionar espacios seguros donde los más pequeños pueden disfrutar. Aunque a veces la propia calle también se convierta en patio de recreo. Tener siempre en cuenta que compartimos la vía con vehículos y otros usuarios nos permitirá actuar con seguridad.
Los accidentes de tráfico son causa de fallecimiento del 23,7% de los menores según la ‘Guía para padres. Prevención de lesiones no intencionadas en la edad infantil’ elaborada por Fundación MAPFRE y la Asociación Española de Pediatría. Las caídas (13%) y los ahogamientos (20%) son otros de los motivos principales de muerte en niños y, por ello, resulta necesario reconocer aquellos peligros a los que nos enfrentamos cuando salimos con ellos a la calle.
Corretear de camino al parque
La prisa por llegar corriendo a todos lados es inherente a los más pequeños. Corren para ir al parque, para ir a casa, para ir a ver a los abuelos, para ir de compras y nunca dan síntoma de ahogamiento. Pero en el entorno urbano, correr por calles con tráfico intenso y aceras estrechas es un verdadero riesgo que, como padres, tenemos que impedir.
Es muy habitual que los pequeños corran sin mirar hacia adelante, crucen la calle sin comprobar mirando a cada lado y cambien de rumbo saliéndose de la vía. Es adecuado enseñar al niño desde pequeño a prestar mucha atención a su alrededor, a cruzar un paso de peatones siempre de la mano de un adulto, a caminar por la parte interior de la acera y a estar pendiente de las salidas de garaje. Hasta los 7 años, al menos, es necesario que el niño vaya de la mano con un adulto.
Cruzar con un autobús detenido en la parada
En ocasiones –y aunque parezca mentira– las paradas de autobús se sitúan justo antes de un paso de peatones. Este es un riesgo importante dado que, cuando el autobús se detiene a recoger pasajeros, los vehículos que lo adelantan por su izquierda no disponen de visibilidad para prever a aquellos peatones que desean cruzar. En este sentido, la responsabilidad del peatón siempre está en comprobar si se puede cruzar con seguridad asomándose con toda precaución posible a través de la parte delantera del autobús.
Los niños deben de acostumbrarse a realizar esta comprobación sin salir corriendo detrás de una pelota o un animal, dado que los conductores tendrán muy complicado frenar a tiempo.
Hacer equilibrios y jugar con el mobiliario urbano
Los críos encuentran juegos creativos en cualquier lugar, quieren llamar nuestra atención y les suele entretener mucho todo aquello que ven en la calle: mantener el equilibrio sobre los bordillos de la acera, saltar de bolardo en bolardo, subirse a los bancos, escalar andamios, etc. Todas estas prácticas no son nada aconsejables pues cualquier traspiés no solo puede herir al pequeño, sino que puede ser fatal si se produce en cercanía con los vehículos.
El mobiliario urbano que encontremos durante el camino debe de respetarse para enseñarles a reservar el área de juegos a las plazas y parques. Cuando lleven un balón por la calle siempre es mejor que sea en la mano o guardado en una bolsa, antes que llevarlo botando o con el pie; si se le escapa la primera reacción será salir corriendo a recuperarlo.
Encerrarse en el coche y los golpes de calor
Ahora que se acercan los meses de calor más intenso es imprescindible que los adultos no cometan esta imprudencia. Dejar a niños o animales encerrados en el coche, por poco tiempo que sea, es un gravísimo error incluso con las ventanillas bajadas. Con una temperatura ambiente de 36ºC, el interior del coche puede llegar a alcanzar unos 64ºC en tan sólo 20 minutos.
Aprovechamos para recordar la importancia del uso de SRI adecuados a la altura y peso del niño en los asientos traseros del coche y en todos los desplazamientos, orientados en sentido contrario a la marcha.
Entrar al vehículo por la puerta opuesta a la acera
Este es otro de los peligros comunes que no solemos tener en cuenta. Cuando aparcamos en la calle es recomendable introducir al niño en el coche por el lado de la acera y, una vez dentro, dedicar tiempo a asegurarnos de que la silla y los anclajes han quedado bien sujetos. Esta maniobra la podemos realizar con más calma desde el lateral del bordillo, pues en caso contrario, podemos correr riesgo de siniestro. Mantener la puerta del coche abierta mientras atamos la pequeño, obliga al resto de vehículos a corregir su dirección, cambiar de carril y hacerlo todo de forma precipitada para evitar el impacto.
Desplazarse en bicicleta por zonas de tráfico
La bicicleta en el centro de las ciudades aún no termina de encontrar su espacio de seguridad, aunque es probable que lo haga cada vez más. En cualquier caso, los niños y las bicicletas deben de ser un foco de atención primordial de la seguridad vial. Educarles desde muy jóvenes a circular con precaución y comprender los riesgos de compartir vía con peatones y vehículos es asegurar a un futuro buen ciclista. Cuestiones como la velocidad, la señalización en los giros, el respetar el espacio de los viandantes y el cruzar con la bicicleta de la mano en los pasos de cebra son algunos de los conceptos que deben de interiorizar desde bien temprano.
Acercarse a saludar a perros desconocidos
Niños y perros son amigos inseparables y es casi inevitable ver cómo muchos se acercar a acariciarles con confianza excesiva cuando se cruzan con algún perro por la calle. Esto no sólo puede asustar al animal sino que resulta extremadamente peligroso. Es importante primero enseñar al niño a tratar a los perros para luego saber cómo mantener precauciones con aquellos a los que no conozcan. Nunca podremos predecir cómo se van a comportar ambos, así que apuntemos estos puntos para recordarlos siempre:
- Evitar acercarse a un perro desconocido, acariciarle y hablarle sin haber preguntado antes a su dueño.
- Antes de interactuar, acercarse con suavidad y dejar que el perro pueda oler y reconocer que no existe amenaza.
- Acariciar siempre el lomo y los laterales del cuello, evitar el hocico, la cola, las patas y los ojos.
- Nunca correr hacia él, gritarle, ni realizar movimientos bruscos que puedan asustarlo y obligarle a reaccionar de forma agresiva.
Reconocer los riesgos a los que se enfrentan los más pequeños cuando están en la calle es el primer paso de prevención para poder disfrutar del aire libre con seguridad. Los niños lo agradecerán y los padres podrán verles disfrutar sin temer por ello.
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