Algunos conductores, o no lo aprendieron bien en su día cuando estudiaban para sacarse el permiso de conducir, o bien se les ha olvidado con el tiempo. Eso, o lo hacen con toda la mala intención a sabiendas, poniéndose en riesgo ellos mismos, y lo que es peor, poniendo en riesgo a los demás usuarios de la vía.
Me refiero a los semáforos y la luz ámbar (luz amarillo auto, naranja, o como cada cual prefiera llamar a ese color que tienen los semáforos entre el verde y el rojo). Conviene recordarlo, por si acaso: la luz ámbar fija (no intermitente) del semáforo, que se enciende cuando se apaga la luz verde, un instante antes de que se encienda la luz roja, indica que tenemos que detener el vehículo. Así de simple.
Semáforo en ámbar: como si fuera rojo
Lo dice el propio reglamento general de circulación en el apartado C del artículo 146:
«Una luz amarilla no intermitente significa que los vehículos deben detenerse en las mismas condiciones que si se tratara de una luz roja fija, a no ser que, cuando se encienda, el vehículo se encuentre tan cerca del lugar de detención que no pueda detenerse antes del semáforo en condiciones de seguridad suficientes.»
En efecto, como dice el propio reglamento, hay una excepción, y es que estemos muy cerca del semáforo, para que nos entendamos, encima del semáforo, tan tan cerca que no podamos detener el vehículo con seguridad, por ejemplo sin riesgo de que nos alcance otro vehículo por detrás, ni antes de la línea de detención y ni siquiera pisando a fondo con todas nuestras fuerzas el pedal del freno.
Si conducimos adecuadamente, mirando lejos para anticiparnos a las situaciones que conlleva la circulación, veremos la luz ámbar con tiempo de frenar. Y de la misma manera si guardamos la distancia de seguridad correcta con el vehículo que nos precede, aunque este frene en seco, nosotros también podremos frenar sin peligro de alcance. Esa situación excepcional que recoge el reglamento es, por bovio que resulte, precisamente eso, excepcional.
Pero sin embargo lo que vemos a diario por las ciudades de nuestro país, donde demasiadas veces vamos con prisa a todas partes, dista bastante de lo que debería ser. Desafortunadamente muchos conductores entienden la luz ámbar del semáforo como un «pisa a fondo el acelerador que pasamos», incluso cuando ven la luz a cierta distancia y con tiempo de frenar sin mayores problemas.
Esto al final suele implicar que se termina pasando el semáforo en rojo, o casi en rojo. Y eso es un peligro, porque un cruce no se sobrepasa en un instante y hay muchos usuarios de la vía con sus respectivas trayectorias que pueden intersecarse con la del vehículo que en lugar de frenar, acelera y pasa en ámbar.
Además la realidad de las ciudades es muy tozuda: hay muchos semáforos, y después de ese semáforo que se ha pasado en ámbar hay muchos otros, y al final resulta que no se gana tanto tiempo y no siempre se llega antes al destino, por muy agresiva que sea la conducción. Es decir, que arriesgarse de esta manera, y arriesgar a los demás, no merece la pena.
Rercuérdalo, por favor: cuando ves que el semáforo se enciende en ámbar, frena.
En Circula Seguro | ¿Por qué los semáforos tienen esos colores?