Conducir es una tarea que requiere una formación teórica en cuestiones de normas y señales, una formación práctica en el manejo del automóvil en el tráfico y un tercer aspecto que muchas veces se nos olvida, pues suele darse por sentado: una formación cívica.
Y es que como la conducción implica compartir un mismo espacio público, las calles y las carreteras, con muchos más usuarios, peatones, conductores, ciclistas, etc, se hace importantísimo no olvidarnos de los buenos modales y de la educación.
Sin embargo en este aspecto fallamos. Quizás porque tenemos un mal día, quizás porque el estrés nos agobie, o quizás porque hay gente con poca paciencia, un temperamento más violento o directamente menos educación.
Y no me refiero a la educación de haber estudiado varias carreras universitarias, sino a la más básica y esencial de los buenos modales, del civismo. Lo comentaba hace unos días con otro conductor: resulta que en España todavía hoy en día uno se encuentra con conductores que piensan que la carretera es para ellos solos, y que pueden hacer lo que quieran sin pensar en los demás.
No somos los únicos en la carretera
De hecho hace poco todavía me quedé bastante sorprendido (inocente de mí) cuando el conductor del coche que me precedía en la autopista me sacó un dedo por la ventanilla (y ya os podéis imaginar de qué manera y con qué significado) después de que yo le indicara mi intención de adelantarle, con una breve ráfaga de luces largas y el intermitente izquierdo (empleando señales luminosas tal como indica el reglamento general de circulación, aunque en lugar de las luces largas también se podrían emplear señales acústicas), siendo que este coche iba por el carril izquierdo a poco más de 100 km/h.
Pues nada, yo no pretendía ni meterle más prisa, ni mucho menos agobiarle, es más, guardaba la distancia de seguridad pertinente sin acercarme más de la cuenta, y entendía que dejaría el carril izquierdo libre para los vehículos más rápidos en cuanto le fuera posible. Pero no, lo primero que hizo fue sacar el dedo por la ventanilla.
Y de este estilo hay más comportamientos que muestran falta de civismo, por ejemplo el caso inverso, en el que un coche que viene por detrás, lejos de indicarnos su intención y de darnos un poco de margen hasta que podamos dejarle adelantar con seguridad, se nos pega a la trasera sin dejar distancia de seguridad. Y eso si no te miran luego a través de la ventanilla y te increpan con gestos y palabras muy poco amables por no quitarte ipsofacto.
O como ese coche que en mitad de una gran avenida con mucho tráfico se detiene en doble fila, no se sabe muy bien para qué, y obliga al resto de coches a cambiar de carril para salvarle, con el lío para la circulación, y también el riesgo, que eso supone.
También está el caso de esas zonas donde confluyen dos carriles, o se acaba un carril adicional, o hay una incorporación, y siendo hora punta y habiendo coches por doquier, se debe aplicar el criterio «de uno en uno» (que vaya pasando un vehículo de cada carril), pero algunos prefieren no dejar pasar a nadie, no sea que no les de tiempo a llegar a su destino.
O es de esos otros que, habiendo una salida de una autopista llena de coches, que ya están formando cola en el propio carril, deciden no ponerse donde les tocaría sino seguir avanzando por el carril izquierdo y colarse en un hueco en el último instante. Que no digo que no puede ser que alguno se haya despistado la salida y no le quedara más remedio, pero cuando lo ves tantas veces, todo sugiere que se trata de cara, más que de otra cosa.
Así que, como en otros ámbitos en la conducción también, por favor, no olvidemos los buenos modales y la educación, disfrutaremos todos más al volante, y habrá menos percances.