A mediados de 2019 la DGT compartía el interés institucional por tratar la circulación vial, su educación y la movilidad con perspectiva de género. Hace décadas que se sabe cómo mujeres y hombres tienen (entiéndase en términos estadísticos) diferentes aproximaciones al ámbito de la movilidad, y resulta coherente abordar esta brecha a nivel educativo.
Aunque no se sabe qué factores determinan los diferentes comportamientos al volante, se sospecha que tanto biológicos y educacionales ocupan posiciones importantes. De ahí que se busque diseñar un sistema educativo que tenga en cuenta buena parte de las diferencias entre los géneros, a fin de minimizar la siniestralidad y otros sucesos indeseables.
Los datos de género en seguridad vial
Según las tablas estadísticas de la Sede Electrónica de la DGT, de las que se tiene registros hasta 2018, se puede observar una notable diferencia entre hombres y mujeres tanto a la hora tanto de verse involucrados en un accidente de tráfico como de ser víctimas del mismo. Los varones se ven mucho más involucrados en estos eventos.
Así, en 2018 fallecieron 1052 hombres víctimas de accidentes de tráfico en vías interurbanas, y 347 en vías urbanas; mientras que las cifras de mujeres fallecidas fueron de 265 y 142, respectivamente. Si se atiende a la métrica ‘conductores implicados en accidentes con víctimas’, la estadística sigue siendo desigual: 48 620 varones en vías interurbanas y 78 730 en vías urbanas; frente a las 17 233 mujeres en vías interurbanas y 28 911 en vías urbanas.
Según la ‘Radiografía del conductor español’, del Observatorio Español de Conductores 2014, el 58,7% de los conductores son varones y el 41,3% son mujeres; y además ellos realizan tres veces más kilómetros que ellas. Combinando ambas cifras se explica parte de la diferencia observada en la tabla superior, pero no toda.
Varón de 32 años: el perfil del conductor agresivo
La diferencia entre mujeres y hombres en cuanto a niveles de agresividad al volante es notable, particularmente en los extremos más violentos. Es decir, mientras que prácticamente la totalidad de personas conduce de forma racional y sosegada, los conductores más agresivos suelen ser varones, lo que no implica que por ser varón se sea agresivo o más agresivo.
Según la DGT, el perfil del conductor agresivo que termina sufriendo un accidente (sea o no causante) es un varón joven de unos 32 años, con pareja, estudios medios, alguna retirada de puntos y que circula principalmente por vías urbanas.
De hecho, un punzante estudio titulado ‘¿Quién conduce mejor?’, realizado por el Centro de Experimentación de Seguridad Vial de Argentina demostró notables diferencias no solo en cuanto agresividad, destacando cómo “el hombre es más competitivo y agresivo, y esto genera uno de los factores más contraproducentes a la hora de una conducción segura” junto a un “exceso de confianza”.
Por contra, “la mayoría de las mujeres evaluadas manifestaron una menor habilidad […] en el manejo técnico del automóvil” como la “coordinación de brazos y piernas” o “el uso de espejos retrovisores”, aunque las pruebas para determinar esto último exigían un nivel de conducción experta al que las mujeres rara vez sienten el interés de acceder, como conducción marcha atrás.
Es interesante destacar cómo muchos de estos factores se deben en parte a la frecuencia con la que se conduce: ellos lo hacen más y se creen más seguros de lo que son en realidad, desarrollando conductas temerarias en algunos casos; mientras ellas lo hacen menos y por tanto tienden a pensar que conducen peor de lo que en realidad lo hacen, dando lugar a inseguridades. Y esto es parte de lo que se quiere evitar con la perspectiva de género en seguridad vial.
¿Qué es conducir ‘bien’? Mujeres y hombres difieren
La disparidad de las respuestas entre mujeres y hombres a la hora de abordar preguntas aparentemente sencillas como “¿Qué es conducir bien o conducir mal?” indican que se hace necesario abordar la educación vial desde la perspectiva de género.
El informe ‘EMA2D: Estereotipos de género y seguridad vial’, del Observatorio de Seguridad Vial y Movilidad del Gobierno Vasco, apuntaba en 2019 de diferencias significativas a la hora de entender en qué consiste una buena conducción. Mientras que parte de las mujeres se priorizaban elementos ‘sociales’ como la precaución, una conducción cooperativa o la empatía, parte de los varones se centraban en elementos personales como el autocontrol, técnicos como el mantenimiento o de objetivos como el tiempo de trayecto y alcanzar la meta.
Reconocer nuestras diferencias, primer paso de la perspectiva de género en seguridad vial
Según el informe ‘Mujeres conductoras en España’, elaborado en 2017 por la Fundación Eduardo Barreiros y Universidad Politécnica de Madrid (UPM), existen pautas generales de conducción relativamente diferenciadas entre géneros. Así, mientras ellas:
- tienden a olvidar renovar el permiso de conducir con más frecuencia,
- se distraen más al volante,
- olvidan pasar la ITV,
- u ocasionan más accidentes por alcance y en las vías de salida;
ellos:
- ocasionan el doble de accidentes y mueren más en carretera,
- corren más,
- conducen con más frecuencia bajo los efectos de las drogas (alcohol incluido),
- producen y sufren más atropellos, vuelcos y colisiones frontales.
Además, el riesgo de fallecer en una colisión es el doble cuando los dos conductores implicados son varones. Por descontado, estas generalizaciones no pueden puntualizarse en una persona de determinado género, ni siquiera en un conjunto de personas. Son tendencias estadísticas, pero estudiarlas y reconocerlas es el primer paso hacia una educación vial de calidad.
Diferencias en los modos de transporte que influyen en la seguridad
Estas mismas tendencias informan de que la movilidad de hombres y mujeres es aún más diferente que su comportamiento medio al volante, según la DGT. Mientras que los desplazamientos de ellas son más complejos, cortos y numerosos, los de ellos son ‘pendulares’ (generalmente del trabajo a casa).
Además, según varios estudios compartidos también por la DGT se reconoce que, en general, las mujeres hacen más uso del transporte público mientras los hombres tienden a conducir más vehículos privados, incluyendo la conducción profesional.
Respecto a la seguridad de los desplazamientos, las mujeres son particularmente vulnerables como peatones, mientras que los varones lo son como ciclistas seguidos de los motoristas. Por descontado, entender estos usos resulta imprescindible a la hora de abordar la educación vial, por lo que es posible que dentro de unos años se vean nuevos capítulos en los libros de autoescuela.
De momento, parece que cada vez hay más información y estudios relacionados con la perspectiva de género en la movilidad y la educación vial, lo que podría cristalizarse en un tiempo en un abordaje institucional.
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