Todo parece indicar que el vehículo autónomo acabará por imponerse a la conducción humana. La tecnología casi está lista, parte de las vías de circulación son compatibles, hay interés económico como muestran los potentes proyectos empresariales en marcha, y los conductores previsiblemente aceptarán las ventajas de dejarse llevar, de librarse de la aburrida tarea de la conducción cotidiana y de poder aprovechar el tiempo que ahora les ocupa la actividad de conducir.
Analizamos a continuación cómo este previsible horizonte que, aunque no vemos en detalle ya se acerca, conllevará una revolución en la seguridad vial.
Lo que va a cambiar para el conductor
Los sistemas autónomos actualmente implantados en vehículos de serie todavía requieren técnicamente de la atención casi total de un conductor. Este debe estar atento para poder retomar el control cuando el sistema se lo pida debido a que la capacidad de conducción autónoma está aún en desarrollo, y muy condicionada por las circunstancias de la vía y del tráfico. Funciona si las líneas delimitadoras de la vía e incluso de los carriles, están muy claras, se circula a velocidad reducida, se esté siguiendo a otros vehículos, con curvas poco cerradas, etc.
A medida que se vayan desarrollando los sistemas autónomos al conductor humano se le exigirán menos atención y menos acciones, hasta llegar a la conducción autónoma total. Entonces incluso el vehículo pueda irse a aparcar solo, multiplicando la capacidad de uso, dado que el vehículo puede dejar y recoger a los usuarios en el lugar necesario y podrá buscar el lugar de aparcamiento y acudir por sí solo a los puntos de repostaje y mantenimiento.
Además, legalmente en Europa aun es obligatorio que una persona mantenga en todo momento el control del vehículo. Pero en breve cambiará la ley para permitir un mayor nivel de conducción autónoma, matizando que el conductor en todo momento deberá estar capacitado para tomar el control del vehículo.
En la era del autónomo se prevé que dado que será legal que un coche circule sin conductor, no sea necesario que ninguna persona a bordo tenga licencia de conducción, al menos en zona urbana, aunque por lógica los usuarios deberán acreditar algún tipo de conocimientos de seguridad vial como usuarios pasivos de vehículos dado que el actual responsable del vehículo y los pasajeros, el conductor, ya no estará necesariamente. Previsiblemente la responsabilidad de las acciones del vehículo recaerá sobre el propietario.
Ya evitan accidentes
Casi todas las marcas de vehículos están incorporando en sus últimos modelos las primeras funciones autónomas de seguridad. Estos sistemas son: frenada automática de emergencia, que evita colisiones por alcance con otros vehículos; reconocimiento de peatones en trayectoria del vehículo y frenada automática de emergencia para evitar atropellos; y accionamiento autónomo de la dirección al detectar el inicio de una salida involuntaria de carril. Precisamente estas funciones cubren en parte las tres principales circunstancias de accidentes mortales: 42% de salidas de vía, 20 % de colisiones, 15% de atropellos.
En la medida que el parque móvil aumente la proporción de vehículos equipados con estas funciones, disminuirán los accidentes y sus consecuencias. Esto es sólo el principio. Se prevé que paulatinamente los sistemas autónomos sean capaces de tomar decisiones más complejas hasta poder tomar el control total del vehículo. El subsistema que más desarrollo necesita a día de hoy es el de la programación, precisando de algoritmos más adecuados para el desarrollo de la visión e inteligencia artificiales, necesarios para la toma segura de dichas decisiones. Se prevé que hacia el año 2.025 ya podamos comprar los primeros vehículos con una inteligencia suficiente como para conducir con seguridad en algunas vias.
Un alivio para la ciudad
El hecho de que un vehículo no tenga necesariamente que ser manejado por una persona, conllevará un gran beneficio para la circulación en las zonas urbanas. Como media, hoy en día los vehículos sólo se utilizan un 4% del tiempo debido a que necesitan una persona que los conduzca y los aparque, pues bien, los vehículos autónomos podrían optimizar su aprovechamiento: un sólo vehículo autónomo podrá hacer la labor de dos o tres vehículos de conducción humana dentro de una familia o grupo de propietarios de un vehículo, ya que podrá atender las necesidades de desplazamiento de todos sin necesidad de que los conduzca ninguno de ellos, disminuyendose así la densidad de vehículos en zonas urbanas. Y en los centros de las ciudades ya no será necesario que los vehículos autónomos queden aparcados, ya que podrán hacerlo por sí mismos en zonas periféricas mientras sus usuarios disfrutan las zonas de ocio, compras y trabajo libres de coches aparcados.
El aspecto de las vías cambiará para ellos
Los sensores de entorno que informan al ordenador de los vehículos autónomos, por el momento necesitan tener una delimitación precisa y contrastable de los carriles de circulación y del borde a todo lo largo de la vía. Por ello, necesitan ver claramente las líneas pintadas que delimitan en el suelo a ambos lados de los carriles, así como el borde, guardarraíles aceras o muros continuos. Los sistemas autónomos por el momento no son capaces de conducir sin ellas. Se deduce de esto que gran parte de la red viaria no está aún preparada para recibir el coche autónomo, pues numerosas vías secundarias y urbanas no tienen una delimitación clara en todo su recorrido. Además, unas líneas con pintura vieja y gastada, o un día de lluvia intenso puede hacer perder el rastro de ellas al ordenador.
Se prevé por lo explicado que todas las vías de circulación tiendan a cambiar su aspecto, necesitando ahora una delimitación más concreta, precisa y ordenada de los bordes de las vías y de los cruces, de manera que los sensores visuales puedan conocer en todo momento y lugar cuales son los límites, aun en las peores condiciones de visibilidad.
Cruces inteligentes
Las señales verticales de tráfico y los semáforos irán perdiendo su importancia, dado que los vehículos tendrán mapeados cada rincón de la red viaria, conociendo todos los datos necesarios sin necesidad de ver el lugar.
Cada cruce podría tener un ordenador director de tráfico y emitir indicaciones sencillas a los vehículos que se acerquen para que adapten su modo de gestionar el paso por la intersección. A su vez, un ordenador podrá coordinar todos los cruces de una ciudad. De esta manera los vehículos podrán circular por las ciudades en una armoniosa coreografía de semáforos virtuales con una filosofía de preferencia variable en cada intersección y en cada momento, en función de las densidad de cada vía, en pro de la optimización del tránsito y la seguridad.
Cuando un accidente sea noticia
Un pasajero se siente más seguro si conduce un profesional con experiencia, totalmente concentrado en su trabajo, que nunca se canse, no se distraiga jamás, no cometa infracciones, ni tome alcohol o drogas: esto se llamará coche autónomo.
En España fallecieron 1.200 personas en accidentes de carretera en 2.017, el 93% por causa atribuibles directamente a los conductores, y no hay que olvidar miles de heridos con secuelas. El el mundo murieron cerca de 1,5 millones por la misma causa y 50 millones resultaron heridos. Parece que la sociedad ha acabado por insensibilizarse, y da por inevitable esta lacra.
Pero la era del autónomo tendrá su mayor sentido en solucionar esta dolorosa realidad, ya que eliminará el error humano en el tránsito de vehículos, lo que hace pensar que prácticamente llegará eliminará los accidentes. Sólo en situaciones muy excepcionales que puedan llevar a confundir al ordenador o caso de una rotura mecánica repentina, habría accidentes. Esto lleva a la conclusión que entre el 90 y el 95%de los accidentes podrán ser evitados, proporción que hoy en día ocupa la causalidad del error humano en las estadísticas de accidentes de tráfico.
Llegará el momento en el que las estadísticas demuestren que la mayoría de los accidentes serán causados por vehículos conducidos manualmente, entonces se llegará a plantear la prohibición de la conducción humana al menos en las vías compatibles con la conducción autónoma.
Es lógico pensar que los límites de velocidad aumenten en función de las carreteras y del desarrollo de los sistemas de conducción autónoma. También es lógico pensar que el coche autónomo cuando esté en su pleno desarrollo, esté capacitado para retomar el control del vehículo conducido por un humano si existe un peligro de accidente inminente y evitable mediante sus rápidas y precisas acciones que el ordenador de gestión puede realizar.
Si se cumplen las previsiones, la era del autónomo llegará y los niños preguntarán: “Abuelo, ¿es verdad que tu manejabas los coches? ¿por qué antes los coches chocaban mucho?»
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