En invierno, con temperaturas más bajas, el frío, especialmente por las mañanas y por la noche, puede provocar heladas o precipitaciones en forma de nieve. No vamos a decir nada nuevo si recordamos que la adherencia de nuestro coche sobre una calzada con hielo o nieve es menor, lo que implica menos agarre en curva y más distancia de frenado. Es imperativo ser consciente de ello y conducir con más precaución.
Ya os hemos hablado en otras ocasiones de que en las partes de España con temperaturas más frías, una opción muy a tener en cuenta para conducir con más seguridad nuestro coche en este tiempo son los neumáticos de invierno. Como la realidad es que son pocos los automóviles que circulan en invierno con neumáticos así, y aun con todo, para reducir los efectos de las heladas y nevadas más fuertes, el mantenimiento de las carreteras incluye retenes de quitanieves que limpian la calzada y que vierten sal. Hay días que se nota el color blanquecino del asfalto de la calzada por la cantidad de sal que se ha echado.
Sal para mejorar la seguridad con nieve o hielo
La sal común, cloruro sódico, tiene un efecto conocido desde hace siglos sobre el hielo: ayuda a que se disuelva más fácil y rápidamente, y sin tener que aplicar calor (que sería lo que realmente fundiría el hielo). La sal en contacto con agua se disuelve en esta y forma una disolución, valga la redundancia, de agua y sal cuya temperatura de congelación es bastante menor que la del agua sola.
En condiciones normales el agua sola se congela a eso de los cero grados centígrados. El agua con sal disuelta se congela a alrededor de los menos 20 grados centígrados (varíará un poco según la concentración de sal en el agua).
De modo que el agua que pueda haber sobre la calzada, por haber llovido, por humedad, por niebla, o por nieve que se funde durante el día, se mezclará con sal, y será más difícil que durante la noche, con temperaturas más bajas, se hiele.
Del mismo modo será más difícil que la nieve que caiga sobre la calzada llegue a cuajar, solidificarse y compactarse sobre el suelo. Claro que todo tiene un límite, si la nevada es muy copiosa no quedará otra opción más que retirar la nieve con una quitanieves. Esa es la razón de la sal, reducir en lo posible los riesgos para la circulación que conlleva la menor adherencia provocada pora la nieve y hielo.
No es esta una publicación científica, así que no entraremos en muchos detalles, pero químicamente el efecto de la sal sobre el hielo tiene que ver con una cuestión de interacción entre las moléculas de sal y las moléculas de agua. De manera muy resumida y sintética diremos que las moléculas de sal atraen a las moléculas de agua, rompiendo los enlaces que hay entre las moléculas de agua en estado sólido del hielo o nieve, de ahí que la sal disuelva el hielo.
La sal común (cloruro sódico o sal marina), puede esparcirse tal cual sobre el suelo, en seco en forma de granos de sal, pero en ocasiones también se puede verter disuelta ya en agua, en forma de salmuera, rociándola, claro que cuanto más disuelta esté la sal, menos «fuerza» tendrá, y no será eficaz a temperaturas tan bajas. En ciertos momentos la sal se puede echar mezclada con arena, que sobre hielo ayuda a tener algo más de agarre.
Pero la sal tiene sus inconvenientes
La sal tiene varios inconvenientes. Sin entrar en muchos detalles, uno de ellos tiene que ver con las plantas y los animales, pues la sal en exceso, al salir de la carretera, proyectada o disuelta en agua, seca la hierba, las plantas y los árboles, y afecta a la alimentación de algunos animales, e incluso a cursos de agua naturales.
El otro inconveniente es que la sal es muy corrosiva y acelera los procesos de oxidación y corrosión de los metales. Esto sucede con la infraestructura, dañando señales, guardarraíles, farolas, etcétera, y también dañando nuestros coches.
De hecho en algunos países se emplea cada vez menos sal para las carreteras, o incluso ya no se usa en absoluto, y se emplean otras sustancias de efecto anticongelante, sin los efectos de la sal. A veces se utiliza sal común mezclada con cloruro potásico o con cloruro cálcico. En otras ocasiones se utiliza acetato de calcio-magnesio o acetato de potasio, y en otras ocasiones se emplea urea. La pega de los productos anticongelantes alternativos es que son más caros que la sal; en el caso de la urea no es aconsejable para entornos naturales por su propiedades nutrientes y la eutrofización que provoca en suelo y agua.
Cómo proteger nuestro coche de la sal de las carreteras
Lamentablemente no hay una fórmula infalible para proteger nuestro coche de los efectos corrosivos de la sal. Cuando circulamos por la carretera la sal disuelta en el agua es salpicada por otros vehículos o por las ruedas del nuestro, y se deposita por los bajos, por las llantas, y por la chapa.
Tampoco hay que asustarse ni exagerar sus efectos. Desde hace años los fabricantes de automóviles los protegen mejor contra la corrosión, no solo con pinturas antióxido, sino optando por galvanizar enteramente todas la piezas de acero de la carrocería, siendo por tanto más resistente al óxido. De ahí que si tiempo atrás la garantía anticorrosión de un coche solía ser de unos seis u ocho años, ahora es de por lo menos doce, y según qué marca, incluso más.
De todos modos no conviene dejar mucho tiempo la sal sobre nuestro coche, porque sus efectos terminarán por notarse, sobre todo cuanto más tiempo de exposición, y si el coche está muy expuesto a la sal. Las pinturas de los coches son bastante duras, pero la sal tiene un efecto cáustico que puede matar su brillo y color originales, además de oxidar más rápido la chapa.
Las llantas sufren mucho con la sal. Las llantas de aleación de aluminio tampoco se libran de los efectos corrosivos. Otros componentes y elementos mecánicos de metal de nuestro coche, como amortiguadores, frenos, radiador, tubo de escape, también sufrirán más oxidación por culpa de la sal.
El mejor consejo que se puede dar, y que dan los propios fabricantes, es lavar el coche con abundante agua lo antes posible. En general no deberían pasar muchos días, y como mucho no más de dos semanas. La mezcla de sol y sal sobre la chapa es bastante nociva.
Aunque parezca obvio, nunca hay que limpiar la sal en seco, pues los cristales de sal solidificados sobre la chapa pueden rayar la pintura (y lo digo porque he visto ya de todo, hasta quien utilizó un estropajo verde, de esos que rayan, y no voy a decir marcas, para limpiar la chapa).
Lo mejor es utilizar mucha agua, que reblandezca bien la sal y la suciedad y la disuelva y ayude a retirarla. Si lavamos el coche a mano podemos emplear una esponja o bayeta suave después de mojar y remojar bien el coche. Para ayudar a retirar restos de grasa se puede utilizar también algo de jabón suave diluido en agua (puede servir un champú, por ejemplo). Podemos utilizar agua caliente, pero no conviene que su temperatura sea superior a 60 grados centígrados. Si utilizamos jabón, hay que aclararlo bien.
No debemos olvidarnos de los bajos. Hay que lavar con agua todas las partes del coche a las que tengamos acceso, también los pasos de rueda. Eso sí, si utilizamos un sistema de lavado de agua a presión, debemos tener cuidado, y mantener una distancia mínima con la chapa o ciertos elementos: no debería ser inferior a 10 o 15 centímetros, y más distancia si la presión es mayor.
Algunos fabricantes recomiendan también proteger la pintura y las llantas de aleación con cera. Para la chapa se puede utilizar una cera líquida, o cera para abrillantar, y para las llantas cera dura, que se extenderá sobre la superficie con una bayeta suave, siempre con el coche perfectamente limpio, y en un entorno donde no haya polvo o arena, para no rayar la pintura.
La película de cera que queda sobre la chapa o las llantas hace que el agua resbale con más facilidad y no se deposite tanta sal y suciedad. Se puede dar cera a las llantas cada tres meses, y a la chapa cada seis, aproximadamente (aunque esto es también una cuestión de gustos, yo por ejemplo no soy de cera).
Foto | JJmerelo (CC – Flickr), Acebal (CC – Flickr), El senderista infatigable