La inexistencia de una ITV para el factor humano

Josep Camós

5 de septiembre de 2010

Hace unos días, cuando Javier Costas destapó la caja de Pandora al hablar del cachondeo de la ITV, nuestro comentarista habitual y asesor oficioso en materia de salud Pep Serra dejaba caer de forma sutil una idea no puedo evitar tratar ahora y aquí. Se trata de la inexistencia de una ITV en el apartado del factor humano.

Dicho en plata, todos sabemos que los certificados médicos se despachan como quien despacha un kilo de piñones (que van al mismo precio) y, sin embargo, no se genera debate alrededor de este escándalo, que lo es, a pesar de que el 90% de la siniestralidad es achacable al factor humano, frente al ínfimo 4% que corresponde al vehículo.

¿No es paradójico?

Claro, supongo que todo dependerá de dónde tenga cada uno el filtro de la paradoja. Desde luego, y más allá de si los centros de reconocimiento médico aprueban o suspenden con su forma de proceder dentro del marco legal que los regula, que ya vimos que suspendían, hay como mínimo un par de asuntos que dan para una buena discusión:

  • ¿El certificado médico garantiza la salud de nuestro parque de conductores?
  • Si este debate sobre los certificados no genera preocupación, ¿a qué se deberá eso?

 

Panel de oculista

La salud de nuestros conductores

Dice un aforismo de esos que ruedan por ahí que no existe la persona sana, sino el paciente que no ha sido diagnosticado todavía. Y eso nos lleva a la pregunta de oro: ¿Dónde situamos el nivel de exigencia? ¿Dónde, el punto de equilibrio de la balanza entre el conductor completamente sano pero inexistente y el conductor que es un peligro para los demás?

Ya explicamos tiempo atrás que, como decía Jesús Monclús, tenemos los límites de velocidad que tenemos porque como sociedad hemos decidido sacrificar un cierto número de vidas a cambio de nuestra movilidad. En el equilibrio entre la seguridad y la agilidad tenemos unos daños colaterales que asumimos como parte del juego. De lo contrario, nadie circularía a mayor velocidad de la que un vehículo es capaz de soportar en un impacto, por ejemplo, y bien que lo hacemos cada día.

Y en esto de los certificados médicos, o de aptitud psicofísica para ser algo más exactos, tenemos una situación parecida. Como sociedad, ¿le decimos a un conductor que lo deje estar y así nos quedamos tranquilos mientras él se suicida porque le echan del trabajo a su edad y con los tiempos que corren? ¿Aceptamos unos mínimos que le permitan seguir adelante con su vida y cruzamos los dedos por que esa confusión entre la T y la F del panel del oculista haya sido un mero lapsus?

He ahí el dilema.

Conductor único

Ándeme yo caliente…

Aquí lo fácil sería condenar a diestro y siniestro, aumentando el nivel de exigencia hasta equiparar, como he leído alguna vez, las aptitudes psicofísicas necesarias para manejar un vehículo a las que necesita un piloto de líneas aéreas. Claro, y también se le podría exigir al conductor lo mismo que se le pide a un astronauta. Si por pedir… La contrapartida estaría en volver al tiempo de los carros y las mulas. Eso sí, no habría ni un solo coche por la calle. Respiraríamos mejor, también es cierto.

Bueno, pues que vayan con mulas, pero a mí que no me impidan coger el coche.

Y ese es el núcleo de la cuestión. A los demás, que los evalúen con dureza para evitar peligros en la carretera. A mí, no, que yo controlo y sé lo que me hago y por eso veo una brizna de paja en el ojo ajeno mientras que me cuesta horrores detectar una viga UPN de 6 metros de longitud alojada en la cuenca correspondiente a mi propio globo ocular. A esos que piden dureza para los demás, ¿se les ha ocurrido pensar qué pasaría si los tiraran para atrás en una revisión médica?

Pero, tranquilos todos, que no hay cuidado. ¿Por qué las ITV despiertan pasiones y los certificados médicos, apenas suscitan comentarios? En el fondo, porque cuando llevamos un vehículo a pasar inspección, tenemos la idea de que quizá nos lo rechacen, cosa que no sucede en los centros médicos, transformados hoy por hoy en verdaderos coladeros médicos. Y es que un conductor que por el motivo que sea no pasa los estándares del certificado… bastante tiene con lo que lleva encima.

Así que desengañémonos, que ese es el precio que como sociedad estamos dispuestos a pagar por mantenernos como estamos, y el resto, todo cuanto se diga, es propaganda. Ah, y por esa misma razón, avestrucidad obliga, mejor no hablemos mucho de los certificados médicos, no vaya a ser que se endurezcan las cosas y se acaben detectando anomalías donde antes todo eran aptitudes.

Aceptando ese principio y conociendo las reglas del juego, cada cual tiene en sus manos la posibilidad de manejar sus cartas buscando su propio equilibrio entre la seguridad y el riesgo. Después de todo, se supone que quien tiene un permiso de conducir tiene acreditada madurez suficiente como para autovigilarse, ¿verdad?

Aunque, vaya, me da a mí que eso es ya otro debate…

Foto | Encyclopedia Dramatica, Ahmed Rabea
Ilustración | Josep Camós
En Circula Seguro | Certificados médicos, a examen… y suspenden, El cachondeo de la ITV en España