Poner nuestras emociones al servicio de nuestra inteligencia, y no nuestra inteligencia al servicio de nuestras emociones. Esa es la idea en la que se fundamenta la capacidad de reconocer y gestionar las emociones, eso que llamamos inteligencia emocional. La inteligencia emocional no la descubrió Daniel Goleman, pero desde que este psicólogo publicara en 1995 su best-seller sobre la materia, no hay master empresarial ni curso de formación continuada en el que no se eche un ojo a la necesidad de gestionar las emociones para mejorar la vida del trabajador y garantizar el éxito de la empresa.
«Una empresa es un ser vivo», «un líder tiene que saber escuchar», «tú ganas, yo gano», «las relaciones personales son primordiales para el éxito». Sí, la inteligencia emocional es hoy por hoy un valor, y se propone como modelo para la toma de decisiones, y no sólo en el ámbito de los negocios. De hecho, si tomamos como punto de partida el factor humano como responsable de lo que ocurre a bordo de un vehículo, comprenderemos la importancia de la inteligencia emocional en la seguridad vial, y por eso podemos afirmar que la educación emocional resulta básica para la educación vial.
Hace unos días Dionisio Contreras Casado nos hizo llegar uno de sus escritos sobre la necesidad de educar en el control de las emociones para conseguir unos comportamientos al volante alineados con la seguridad vial. Es un texto interesante que enlazo al final de esta entrada, y que pone de relieve la importancia de una cualidad personal que algunos intentamos inculcar a quienes quieren formarse como conductores: el autocontrol, como puerta de acceso a una conducción tranquila, segura, eficaz, empática y solidaria con el resto de usuarios de la vía.
El autocontrol comienza por la tarea de conocerse a uno mismo, en siete vertientes:
* nivel de atención que soy capaz de mantener durante la conducción,
* conciencia de riesgo, evaluando las consecuencias de mis propios actos,
* resistencia a la presión grupal en función de mis propios criterios,
* observación y análisis constantes del entorno,
* adaptación y flexibilidad ante la variabilidad del tráfico,
* gestión de mis propias emociones antes de conducir,
* gestión del estrés ante las situaciones del tráfico.
Pero no todo es conocerse. Dicen las estadísticas que la franja de edad más castigada por la mortalidad vial es la que va de los 15 a los 29 años. ¿Qué ocurre con los jóvenes de estas edades? Quizá haya un poco de todo: falta de experiencia a los mandos del vehículo y sobrevaloración de las propias capacidades, excesiva necesidad de autoafirmación y reconocimiento y poca resistencia a la presión grupal… Como diría mi abuela, se juntan el hambre con las ganas de comer. O, tal y como lo explica Dionisio Contreras Casado:
Lo que nos interesa es conocer las emociones que subyacen a esas conductas de alto riesgo en la conducción, en la que, en muchas ocasiones, están presentes sentimientos de omnipotencia e inmortalidad que dan lugar a simultanear consumos de alcohol y drogas con conducción, o conducción temeraria y peligrosa en la que no se prevén las consecuencias. Ciertas condiciones promueven que un joven tenga más riesgo de comportamientos de este tipo (conducción no responsable) o tendencias autodestructivas. No obstante, ni estas conductas ni la falta de autocontrol son patrimonio exclusivo de los jóvenes.
¿Qué se puede hacer ante esto? Quizá la educación emocional sea la respuesta a muchos de los problemas de nula o inadecuada educación vial. Quien aprende a reconocer y a dominar sus propias emociones, cuando se pone a los mandos de un vehículo es capaz de responder de una forma más segura y eficaz a los diferentes avatares del tráfico, se cansa menos y disfruta más de su camino.
¿Cómo enderezar la situación? Asumiendo que somos seres imperfectos, que cometemos errores y que estos errores nos sirven para aprender. Y asumiendo que el resto de usuarios de la vía también son seres imperfectos, que cometen errores, y que estos errores nos sirven para aprender. Si somos capaces de pensar sinceramente de esta manera, ya tendremos mucho terreno ganado. Dejaremos de ver al resto de usuarios de la vía como fieros competidores, dejaremos de vernos a nosotros mismos como reyes de la carretera y comenzaremos a relajarnos con el acto de conducir.
Vía | El Librepensador
Foto | Eric Chan, Anika Malone
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