La DGT se fija en la seguridad vial urbana, ¡aleluya!

Josep Camós

11 de abril de 2011

Por fin Pere Navarro ha reparado en que la mayoría de los siniestros ocurren en las ciudades y no en las vías interurbanas y que hay que tomar medidas, y es que cada 16 segundos hay en nuestro país un siniestro de los considerados menores, «de chapa» como se suelen llamar, pero que reflejan cómo se están haciendo las cosas en los cascos urbanos, cada día con mayores necesidades de movilidad, y que ponen sobre la mesa la absoluta dejadez con que se ha abordado la seguridad vial urbana en los últimos años.
De todas formas, si tenemos un mínimo sentido de la prevención vial no hace falta que hablemos de siniestros, no hace falta llegar a tanto, ya que al fin y al cabo el golpe de chapa es la consecuencia última de una amalgama de comportamientos contrarios a la conducción segura, y bueno es que la DGT se fije de una vez por todas en este problema que, además, es el germen de la siniestralidad que vende en la tele, la de las carreteras con sus cifras semanales y sus imágenes superimpactantes.

La mayor parte de las anormalidades viales no se encuentran en la carretera, aunque siempre habrá alguien dispuesto a posar a 280 km/h para regocijo de los medios y de quienes gestionan nuestra movilidad, aunque siempre habrá quien adelante de forma peligrosa y pasándose por un sitio cualquier margen de seguridad y aunque siempre habrá quien se salga de la vía creyéndose que controlaba o no sé qué historias.
Golpe de chapa
Dicho lo cual y sin menospreciar el peso de la siniestralidad en vías interurbanas, que lo cortés no quita lo valiente, yo creo que todos somos testigos de que la mayor parte de las animaladas se ven cada día en la calle, sin salir de la ciudad, al ladito de casa. Y, de alguna forma, esas son las imprudencias más peligrosas de todas, porque son las que van haciendo que poco a poco el conductor le pierda el respeto a la carretera.
De alguna forma podría decirse que la infracción urbana es el caldo de cultivo perfecto para que exista una siniestralidad en carretera. La mayor parte de nuestros conductores aprenden a manejar sus vehículos en la ciudad, que es donde dicen que mejor se aprende, luego circulan haciendo de su capa un sayo, tienen sustos en forma de leves golpes de chapa y finalmente trasladan sus curiosas formas de hacer a un entorno que les perdona mucho menos los errores y los desmanes: la carretera.

La falta de respeto por las normas, en dos ejemplos prácticos

Pero no nos centremos sólo en la siniestralidad. Al fin y al cabo, un choque es (o debería tomarse como) la plasmación de que la seguridad vial ha fallado. De hecho, si dejamos de lado los accidentes, los que tienen su origen en causas fortuitas, lo habitual es que la siniestralidad vial tenga como componente estelar, en una proporción que oscila del 70% al 90%, el comportamiento del conductor hacia sí mismo y hacia los demás.
Dicho en buen romance, el siniestro deriva de la infracción y la infracción puede llevar al siniestro, antes o después. Quien observa las reglas del juego y las lleva a la práctica con un mínimo de sensatez rara vez causa una colisión. Y eso nos lleva inexorablemente al punto que durante décadas se ha descuidado: la falta de respeto por las normas.
¿Queréis algunos ejemplos?
Policía
Bruno me cuenta que su calle es lo más parecido a un conservatorio especializado en toques de claxon. Por allí pasan toda suerte de comerciantes y transportistas que avisan de su presencia dándole al pito y, cuando se quedan plantados en medio de la calle para descargar sus productos, «provocan el júbilo de los conductores que les suceden, que no pueden evitar unirse al jolgorio de la bocina».
¿Es que no está prohibido el uso del claxon en ciudad salvo para alertar de un peligro? Sí, aunque ya se sabe que en nuestro país los usos del claxon son de todo menos ortodoxos. Pero, en definitiva, más de uno dirá que si Bruno está tan convencido de llevar razón en este problema… que lo denuncie ante las autoridades competentes y que sea lo que tenga que ser.
Que lo denuncie, sí, y quizá le ocurrirá como a Pep, que el mismo día que hablo con Bruno me cuenta una historia similar. En este caso hablamos de un camión de reparto de una conocida cadena de supermercados que día tras día obstaculiza la acera obligando a que los peatones salten al asfalto. Pep se encuentra con un cochecito para bebés entre manos y, de esa guisa, da el alto a un policía motorizado que pasa por ahí y le muestra la situación.
En resumidas cuentas, el policía le responde que cada dos por tres tienen problemas con el camión y el supermercado y que cada vez les imponen una sanción de 200 euros, pero en el supermercado pagan la multa y arreando, que es gerundio. ¿Que si hay algo más que se pueda hacer? Buf, como no lo intenten por la vía de la reclamación vecinal… Es que por lo visto entre el Ayuntamiento y el supermercado hay un algo, un no sé qué, que hace el asunto… intocable.
Sheriff
Así, sin pestañear. Caciquismo del bueno que lleva a la inacción policial porque, total, ya me dirás, y además me falta media hora para acabar el turno y unos años para jubilarme. Que tenga un buen día.
Y cuando no son los estacionamientos indebidos son los que hacen competición de salto de línea continua; y cuando no, los simpáticos que se comen stops y cedas como quien se come una bolsa de cacahuetes, haciendo cruzados mágicos de playtex en cuantas rotondas haya sembrado el alcalde ese mes y considerando los semáforos en rojo como una opinión más que discutible.
Tanto da. Ejemplos hay para aburrir. El caso es que entre el conductor que adapta la ley a su antojo y la autoridad competente, que no mueve ni un hilo, ahora resulta que habemus problema. Enhorabuena, señor Navarro, por fin ha encontrado el santo grial. Y ánimo, que ahora sólo hay que recuperar años de pasividad en este tema.
Vía | prnoticias
Foto | Josep Camós, Daniel Lobo, Toni Hermoso, Dave Conner