En Japón sí que saben promocionar el transporte público

Josep Camós

24 de octubre de 2007

Para ser consciente de los problemas que conlleva tener un vehículo privado, no hay nada mejor que irse a vivir a Japón. Allí todo son facilidades para que la mayoría de los mortales utilicen transporte público y dificultades para que ni se les pase por la cabeza hacerse con un turismo más para encajar en el masificado país. Y es que Tokyo, la capital nipona, cuenta con un enorme parque automovilístico que ya en 2004 estaba formado por 4.656.111 vehículos.

La primera en la frente viene cuando uno llega al concesionario con la idea de comprarse un coche. El futuro propietario debe acreditar, con un documento expedido por la Policía, que tiene plaza de garaje (disponible en alquiler por 310 euros), pagará entonces un 5% de matriculación y otro 5% de IVA. Cada año el seguro se puede llevar 310 euros y el impuesto de circulación, otros 280 euros más. A los tres años, el coche debe pasar su primera ITV por 1.300 euros. Y esa revisión se renovará cada uno o dos años.
Recapitulemos:

Hoy me he levantado japonés y descubro que quiero comprarme un Honda Civic Type-R Sedán. Me piden por él unos 23.000 euros. Vale. Le añado los doce meses de garaje (3.720 euros), la matriculación (1.150 euros), el IVA (1.150 euros), el seguro (310 euros) y el impuesto de circulación (280 euros).

Precio final: 29.610 euros (y si me equivoco me lo decís). Más de 6.600 euros por encima del precio del coche. Y a partir del tercer año, pagaré 1.300 euros por la inspección técnica. La Asociación Japonesa de Fabricantes Automovilísticos tiene hechos sus números. Afirman que un nipón paga dos veces más impuestos y tasas sobre vehículos que un francés, y hasta cuatro veces más que un estadounidense.

Y hay más. Como en Japón apenas existe mercado de segunda mano, el vehículo pierde todo valor de canje al cabo de seis o siete años. Es el triunfo de la cultura de usar y tirar, aunque no todo lo que se usa se envía luego a la chatarra, sino que se exporta a otros países asiáticos, como Sri Lanka por ejemplo.

Como refuerzo para la concienciación, los japoneses cuentan con peajes carísimos hasta en las vías rápidas de las ciudades. Y el combustible, por las nubes. Todo parece diseñado para que el japonés medio olvide el coche y se lance a dar trabajo a los célebres empujadores del metro de Tokyo. Sin embargo cuentan las crónicas que recorrer 200 Km en coche por Japón puede llevarnos todo el día. Si echamos cuentas de que «todo el día» pueden ser ocho horas (para no dramatizar), estamos hablando de una velocidad media de… ¡25 Km/h!

En cambio, lo que resulta provechoso en el país del sol naciente es el transporte público. Para trayectos largos, pocos son los que se arriesgan a perder los nervios en un coche. Los cómodos trenes de alta velocidad llegan a casi todas partes con puntualidad. Y en la ciudad, la extensa red de metro deja en mantillas al automóvil, que diariamente se enfrenta a gigantescos atascos por unas estrechas calles sin apenas zonas de estacionamiento.

Hombre, no es por dar ideas, pero la táctica de forzar la máquina para que la gente abandone el coche y tome el transporte público puede resultar útil. Eso sí, supongo que funcionaría del todo cuando en el país donde se implantase existiera una red de transporte de viajeros con verdadera vocación de servicio público. Nada, por si a alguien se le había ocurrido extrapolar el modelo oriental a escenarios más próximos.

Vía | Terra Actualidad – AFP