Recuerdo cuando era niño y viajaba en coche con mis padres o con alguno de sus amigos. Siempre he sido un preguntón y un cotilla, no podía hacer un recorrido de diez minutos estando callado. Eso para los adultos llegaba a ser un problema, por lo que idearon la manera de mantenerme ocupado: enseñarme seguridad vial jugando.
Cada vez que pasábamos por delante de una señal vertical venía la pregunta: ¿qué significa eso? Y yo, ilusionado, respondía. Si fallaba me corregían y si acertaba, me premiaban o reforzaban positivamente. Eso hizo que desde muy pequeño conociera el significado y el orden de prioridad entre señales. Supongo que en parte debido a eso decidí hacerme profesor de formación vial.
Hoy en día se han hecho progresos a pasos agigantados en cuanto a educación vial para niños, pero lamentablemente seguimos muy por detrás de la media en lo que a formación vial se refiere. Los profesores recibimos una docencia que no nos prepara específicamente para trabajar con niños y la mayoría de los padres tienen problemas con la falta de tiempo, así que sigue existiendo un vacío inmenso. Sí que algunas escuelas ofrecen cursos para ello, algunos municipios poseen pista para bicicletas… pero sigue sin ser suficiente. En las líneas que a continuación escribo quiero buscar soluciones: ¿de qué forma podemos ayudar todos a la educación vial? ¿cómo conseguir que los más pequeños conozcan y respeten esas normas? ¿recursos, libros, cursos, juegos?
La figura del educador
Educar es enseñar para el futuro, dicho de forma resumida y escueta, sin entrar en la definición extensa y precisa. Hoy día la figura del educador se ofrece sólo a determinadas personas, como si hubiera que tener unas cualidades determinadas para serlo. Casi todos los profesionales de la enseñanza se han hecho a sí mismos durante años de estudio: magisterio, pedagogía, psicopedagogía, educación social… y, pese a la existencia de personas con un coeficiente pedagógico nato, la preparación y la experiencia es la única vía para lograr buenos resultados. Tal vez por esa apreciación la sociedad tiende a depositar la educación y formación de sus hijos en el colegio, los formadores y las actividades extraescolares, cumpliendo los padres con su función pedagógica el menor tiempo posible y para las cosas más caseras y puntuales.
Sin embargo, en épocas pasadas el único referente formativo de los niños era la figura paternal. De sus padres aprendían casi todo: gestos, palabras, comportamientos y lengua. Pocos podían acceder a una formación de calidad y aún pudiendo, eran sus progenitores quienes se responsabilizaban, fuera de las horas de estudio, de imponer una determinada doctrina y moral. Claro que quizá era más fácil entonces por la falta de libertad de elección. Pero hoy no es tan difícil ni tan siquiera imposible. En materias técnicas como las matemáticas es probable que no estemos capacitados para enseñar a nuestros hijos, pero en situaciones vitales, en ejemplos de comportamiento y conocimiento del mundo social que nos rodea, no sólo estamos capacitados sino que desde antes de nacer ya le estamos transmitiendo esos conocimientos.
Sin ir más lejos, el bebé que tiene apenas unas horas de vida sabe perfectamente cómo mamar para sobrevivir y conoce sus mecanismos de solicitud de auxilio: el llanto. Esto es porque la madre le ha transmitido, genéticamente, esa habilidad. ¿Por qué entonces, de un tiempo a esta parte, olvidamos que somos nosotros de quien deben aprender nuestros hijos?
Desde el convencimiento profundo de que la única forma de reducir el número de siniestros pasa por la buena educación vial para niños y personal, es imprescindible que los padres, hermanos y en general todos los miembros de la familia adopten la postura del educador. Es un principio que debe ser inamovible y del que partirán todas las cuestiones que en adelante se planteen.
El método de enseñanza y la forma de aprender
Método es, por definición, la manera en que hemos de proceder para lograr un objetivo. En este caso nuestro objetivo es la educación de los infantes y el método que vamos a seguir variará en cada caso particular, pero caminará cercano a un vial de guía.
En cuanto a la forma de aprender, hemos de saber que los niños aprenden por observación y por repetición. Primero se quedarán mirando nuestros comportamientos, así que hemos de ser ejemplares en ellos. Y luego, practicarán una y otra vez lo que han visto hasta conseguir que les salga bien.
Partiendo de que cada persona es un mundo y la facilidad de comprensión de uno no la tiene el otro –además de que dicha capacidad de comprensión varía en función de la edad-, hemos de observar cómo aprender y evoluciona mejor nuestro hijo, hermano, sobrino… o vecino. ¿Es más dado a memorizar si usa el oído? ¿Se le quedan mejor las cosas cuando las ve en dibujos? ¿Prefiere leer o escuchar el cuento? ¿En qué momento del día es más habitual que realice actividades intelectuales?
Una vez sepamos todo lo anterior debemos organizar la forma en que vamos a hacerle llegar la información. Podemos contárselo como un cuento durante la noche o la tarde, podríamos buscar un catálogo de señales por duplicado, recortarlas y jugar a encontrar la pareja. Si somos atrevidos y se nos dan bien las nuevas tecnologías, con algo de música y la ayuda de otra persona podemos grabar un par de cuentos e incluso, si la creatividad nos lo permite, alguna canción. Todo siempre relacionado con la seguridad vial, por supuesto. De esa forma, el tráfico será para el niño tan común como lo eran para nosotros las casitas de chocolate, los gigantes y las madrastras malvadas.
Hay un anuncio de televisión que invita a comprar algunas de las mejores series educativas que recuerdo: el cuerpo humano, historia… el locutor dice: lo dicen los padres, lo dicen los pedagogos; si la lección es divertida nunca se olvida.
Esta ley, tan cierta como la gravedad, es la que va a guiarnos en esta serie de entregas cuya intención principal es proporcionar recursos aptos para llevar a cabo esa labor paterna de la que estamos hablando: libros idóneos para niños, juegos para ellos y para nosotros mismos, formas de concienciarles…
Libros para niños, padres y guías de ejercicio
Parafraseando al genial cómico Groucho Marx:
Oh, el libro. Ese fiel amigo que nos lleva acompañando desde tiempos muy lejanos, que ha supuesto en la era moderna el acceso a la educación, que hace compañía cuando uno lo precisa, que contiene la información que uno necesita. ¿Cómo, si no, pudiéramos comenzar nuestra labor si prescindimos del libro? Es, sin lugar a dudas, el primer recurso didáctico al que debemos acudir.
Alguno pensará que el principal inconveniente es la edad del niño, pero ha de borrar ese pensamiento de su mente. Hay libros adaptados a todas las edades y la naturaleza de la seguridad vial hace que se requieran de ciertos conocimientos previos para comprenderla. Las señales son símbolos que el niño habrá de interpretar, necesitará desarrollar su intelecto para comprender determinadas situaciones… por eso no hemos de precipitarnos y tratar de que un niño aún muy pequeño para saber leer ciertas cosas, comprenda el tráfico a la perfección.

Para el caso que nos ocupa bastará con que el niño tenga una buena comprensión. Si pudiera leer por sí mismo el libro infantil, sería maravilloso. Pero a pesar de eso, es más recomendable que sean sus padres, bien juntos o bien por separado, quien lean el texto. De esa forma podrán darle una entonación distinta de la lineal que emplean los niños neolectores y, aprovecharán la confianza y la admiración infantil para que el mensaje cale más amplio. También se puede compartir la lectura: dejar que el niño lea algunas páginas o capítulos. Deberíamos tratar el libro, no como tal, sino como un manual de texto. No es muy aconsejable leerlo del tirón y listos, se acabó. Más provechoso sería leer uno o dos capítulos y luego, en otros momentos del día o al día siguiente, basándonos en el contenido de la lectura, proponer charlas y juegos.
Si el capítulo tercero nos ha hablado de los pasos a nivel y la peligrosidad que estos entrañan, a lo mejor podríamos el próximo fin de semana salir de paseo andando o con el coche, o en bicicleta si queremos y acercarnos por un paso a nivel, ver su señalización, preguntarle al niño si lo comprende, recordarle dónde se indica si es de más de una vía férrea… transferir, en otras palabras, lo leído como ejercicio educativo a la vida real.
Hemos de perder el miedo también al rechazo del aprendiz. Los enanos son como esponjas: tragan y tragan y parecen no saciarse nunca. A lo mejor desarrollan un odio especial desde bien pequeños a las ciencias de la naturaleza porque les cuesta más asimilar sus contenidos, pero por regla general se comportarán de forma eufórica y apasionada cuando se vean capaces de aprender comportamientos que ellos consideran exclusivos de los adultos y que como tal idolatran. Si nos aprovechamos de su alegría para alegrarnos y disfrutar con ellos, el éxito está asegurado.
Voy a recomendar pues un pequeño listado de los libros que actualmente pueblan el mercado y están relacionados con la seguridad vial, siempre y cuando estén enfocados a la educación infantil y no a la mera información o formación de adultos. Habrá bastantes más de los que voy a listar y por ello pido disculpas, además de invitar al lector a que busque y nos informe de lo que encuentra, a fin de ampliar y mejorar el contenido.
Los siguientes libros son cuentos comerciales, creados por escritores y pedagogos e indicados para niños de aproximadamente ocho años. Sin embargo, insisto en que sólo se piensa en el límite de edad como válidos para la capacidad de lectura-comprensión del alumno. Si somos nosotros quienes vamos a leérselo y hacerle partícipe, son válidos para casi cualquier edad. Se enlazan con los lugares donde pueden comprarse:
- En el país de las señales (PONS Editorial)
- Traficalia (PONS Editorial)
- En busca de MO (PONS Editorial)
- Cuentos para la seguridad vial (CEPE)
Los cuentos de PONS Editorial forman parte de una misma colección, ‘La tuatara verde’. Para lograr todavía una mejor acción basándonos en estos libros, podemos aquirir una guía para dialogar, que de seguro nos ayudará a mejorar las ideas que se nos ocurran al respecto.
- Guía para Dialogar a través de la colección de cuentos La tuatara verde (PONS Editorial)
Pero no siempre es necesario gastar dinero en la educación y prueba de ello son los cuentos que a continuación podemos obtener gratuitamente. Fueron hechos por niños para otros niños y presentados en el concurso nacional de cuentos cortos sobre seguridad vial que organizó el ayuntamiento de Totana (que posee, seguramente, el mejor parque infantil de tráfico de España). Estos son los textos ganadores por orden de primero a último.
- ¿Quieres viajar conmigo? (PDF)
- El niño cruza la calle seguro (PDF)
- Normas de circulación (PDF)
- Delicadeza y cortesía (PDF)
- Anabel y su bicicleta (PDF)
- El coche RELAMPAGUITO (PDF)
- Jugar en la calle (PDF)
- El guardia de tráfico (PDF)
- Las niñas montan en bici (PDF)
- Mi primera bicicleta (PDF)
Otro texto que puede interesarnos a la hora de formar infantes, por su relación exclusiva para quien transita a pie y no conduciendo vehículo alguno, es la Guía del peatón que publica la Dirección General de Tráfico. Y, sin lugar a dudas, ya que nos ponemos a educar a nuestros hijos o familiares y amigos, siempre que podamos sacar un rato y la imaginación nos lo permita, ¿por qué no escribirles cuentos e historias propias? Incluso, si el niño tiene ya cierta edad, escribir con él, profundizar en si han calado o no los consejos, si el niño los comprende y cumple, hasta donde entiende que son necesarios…
Con esto concluye la primera entrega de varias, porque considero que es un tema lo suficientemente amplio e importante como para tratarlo de esa forma. Y no quisiera terminar sin hacer un llamamiento a nuestros lectores para obtener una buena retroalimentación: toda ayuda, opinión y duda contribuirá a mejorar esta guía educativa.
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