Écija, una localidad sin semáforos

Morrillu

11 de junio de 2013

Hoy se apagaba el último semáforo que estaba todavía en funcionamiento en la localidad sevillana de Écija. A partir de ahora, toda la regulación del tráfico pasará a estar en manos de las para muchos temidas rotondas.

Écija pasa a formar parte de esas extrañas poblaciones que son capaces de sobrevivir día a día, con todos sus vehículos, sin que unas luces guien el destino de los conductores. Amorebieta por ejemplo es otra de ellas. Y tras una década sin ellos las cifras de siniestralidad (disminución del 80%) demuestran que si se hacen bien las cosas no hacen falta.

Las ventajas son muchas. Por ejemplo, en el gasto de luz. Hace unos años se demostró que la inversión para cambiar los semáforos con lámparas de incandescencia a otros por led salía a cuenta. Pues imaginaros si no hay ya que suministrarles nada de electricidad. Mayor ahorro.

Un ahorro que también redunda en el mantenimiento y conservación, o en problemas derivados cuando el servicio no funciona. Para la circulación, un apagón es un caos. Nadie sabe a quién tiene que ceder el paso. Sin embargo en Écija, podrás conducir tu coche sin importarte si hay o no luz. No notarás la diferencia.

señal de rotonda

señal de rotonda

Ya no habrá multas por saltarse un semáforo. Pero si ya no hay señor agente. Y no habrá que invertir en carísimas cámaras para saber si un conductor se hace el sueco aunque sea moreno.

Más ventajas. Los accidentes. Quiero decir, la forma en la que se producen los accidentes. En un cruce, los siniestros suelen ser a 90º con lo que siempre impacta la parte más resistente de un vehículo (la delantera) contra la más débil (las puertas laterales). En principio, los accidentes en rotondas son oblíquos y por ello, menos graves tanto económicamente como sanitariamente.

¿La asignatura pendiente? La circulación por ellas. Es nuestro sino. Sí porque nos creemos más listos que nadie o no porque no queremos sufrir un accidente y entonces vamos por fuera. Así al menos que pague el otro, aunque vaya entorpeciento a los que quieren hacerlo bien.

Por mucho que algunos se desgañiten en intentar recordarlo, los interesados no llegar a ver más allá de su volante. Pero no desistamos. Un día se darán cuenta que sólo es una carretera infinita y verán la luz, esa que definitivamente se apagó en Écija.

Foto | Varpaijos
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