Reconozco que no tengo un GPS en mi coche y que en las pocas ocasiones que he hecho uso de uno mi grado de satisfacción no fue muy elevado. En esas ocasiones en las que utilice un sistema de navegación me di cuenta de que no siempre las indicaciones que nos da la voz son las más adecuadas.
Caminos que no existen, que están cortados o que han variado, indicaciones erróneas o totalmente sin sentido y sobre todo en ocasiones contradecir lo que me estaban indicando las señales. En resumen, que hubiera sido mejor guiarme a la vieja usanza, esa que simplemente se basa en ver las indicaciones de los carteles y un poco de intuición.
Pero ese es mi caso particular. Supongo que habrá mucha gente que estará muy contenta con su navegador. Que les llevan y les traen sin ningún problema y que nos les provocan ningún tipo de contrasentido.
Sea como fuere, en los últimos tiempos se están reproduciendo como setas las noticias que nos hablan de accidentes provocados por las malas indicaciones, o erróneas, que dan los navegadores. A pesar de que el grado de actualización a los que someten a estos artilugios es bastante alto, los cambios que sufren las vías van mucho más rápido. Eso crea a veces caos y situaciones, cuanto menos, estúpidas. Y simplemente por el hecho de seguir a pies juntillas lo que nos dice la voz.
El GPS nos guía pero somos los que conducimos los que tenemos que tomar las decisiones. Por mucho que el aparato nos diga «gire a su derecha», no podemos hacerlo si vemos una señal de dirección prohibida bien grande presidiendo la calle. No podemos dejar que nos «domine» y dirija el coche como si fuésemos autómatas.
Por cierto, tampoco está de más recordar que la manipulación de los navegadores mientras estamos conduciendo es causa de la perdida de tres de nuestros valiosos puntos.
Vía | El Confidencial (Ejemplos de situaciones curiosas)