Después de hablar sobre la observación, que nos debe permitir seleccionar de forma adecuada la información que nos interesa como conductores, el siguiente pilar de la conducción preventiva es la anticipación. Entendemos la anticipación como una técnica por la cual somos capaces de aventurar cuáles serán los comportamientos del resto de usuarios de la vía antes de que estos tengan lugar y de esta forma estar preparados para actuar en caso necesario.
Quizá la anticipación es el pilar más fácil de entender a nivel conceptual, pero su puesta en escena reviste un problema bastante peliagudo: Si llevamos a cabo la anticipación de una manera inadecuada, eso nos puede acarrear más conflictos que ventajas, llegando al punto, sin quererlo, de propiciar nosotros mismos una colisión. Una buena técnica de anticipación, por el contrario, nos ayudará a realizar la mejor de las conducciones preventivas, lo que redundará sin duda en una mejora de nuestra propia seguridad vial y, por qué no, también en la de los demás.
La previsión es la madre de la anticipación
Etimológicamente, prever significa ver algo antes de que suceda. Haciendo una lectura positivista de nuestro entorno, diríamos que prever las situaciones consiste en comprender que errar es humano y que, como los conductores suelen ser seres humanos, cualquier conductor puede equivocarse, por lo que más vale estar preparado para cualquier contingencia. Apartándonos un poco de ese buenismo, podríamos decir que prever consiste en intuir por dónde aquel conductor o aquel otro van a saltarse las normas a la torera y meternos en un aprieto sin siquiera avisar.
En cualquier caso, como no está en nuestra mano la solución para evitar que el otro conductor se equivoque o para que deje de ser un cabestro al volante (con perdón de los bovinos), lo que sí podemos hacer es, a partir de lo que vamos observando y aprendiendo mientras conducimos, intuir el comportamiento del resto de los usuarios de la vía para estar preparados por si fuera necesario actuar. Es decir, en todo momento debemos entender que el factor sorpresa es un mal aliado de la conducción segura y, por tanto, un enemigo de la seguridad vial.
La previsión se fundamenta en aquello que hemos ido observando y aprendiendo como conductores. Cuanto mayor sea nuestro bagaje al volante, cuanto mayor sea el número de situaciones dispares que hayamos vivido en la carretera, mayor puede ser nuestra capacidad de previsión. Siempre que hayamos sabido observar y aprender de esas situaciones vividas, claro.
La empatía, piedra filosofal de la anticipación
Empatizar con el resto de usuarios de la vía resulta una forma de proceder muy positiva para nuestro sentido de la anticipación. Si somos capaces de ver la realidad como la deben de estar viendo los demás, si somos empáticos y nos ponemos en la piel del resto de usuarios de la vía, podremos llegar a intuir cuáles serán sus próximas acciones y de esta manera, nos estaremos anticipando a la realidad.
Cuando somos empáticos comprendemos, por ejemplo, que resulta altamente peligroso quedarse a vivir al lado de un autobús o de un tráiler en movimiento, simplemente por dos motivos: El primero, que un vehículo voluminoso necesita un espacio enorme para moverse. El segundo, que si permanecemos en paralelo con un vehículo así, es fácil que ocupemos su ángulo muerto y que, por tanto, desaparezcamos del campo de visión del conductor de ese autobús o ese camión.
Pero hay más. Cuando somos empáticos, comprendemos también que todas nuestras acciones se deben entender antes de que sucedan. Y para eso debemos hacer uso de los intermitentes, colocarnos en la posición de la calzada que corresponda a cada uno de nuestros movimientos, circular a una velocidad adecuada al ritmo del tráfico y de la vía… Cuando somos empáticos, no sólo fortalecemos nuestra capacidad de anticipación y, con ella, nuestra seguridad vial, sino que reforzamos también la capacidad de anticiparse de los demás y, por tanto, beneficiamos a la seguridad vial colectiva.
La anticipación verdadera es prudente
Sin embargo, una anticipación mal entendida puede conllevar efectos no deseados. Para entender lo que es una anticipación mal entendida y los riesgos que conlleva, nada mejor que un ejemplo:
1. Pepe circula tranquilamente por la carretera.
2. Pepe ve que, en un cruce cercano, hay un coche rojo detenido ante la señal de stop.
3. Pepe teme que el conductor del coche rojo se salte el stop.
4. Pepe decide quitar velocidad por si acaso el conductor del coche rojo se salta el stop.
5. El conductor del coche rojo interpreta la reducción de velocidad del coche de Pepe como una invitación para que pase.
6. Y pasa.
7. Y Pepe se pega el susto del día, convencido de que cada día la gente está más loca.
Y seguramente no le falta razón. Sin embargo, Pepe no es consciente de que él, con su forma de proceder, ha tenido mucho que ver en lo que ha ocurrido.
¿Qué ha fallado? Pepe ha observado correctamente e incluso ha sido capaz de elaborar su propia hipótesis sobre lo que iba a ocurrir. Pero, y ahí el error, Pepe ha ido más allá y ha actuado antes de que fuera necesario. Es decir, no ha reaccionado a un estímulo, sino que simplemente se ha convertido en estímulo para la reacción del otro. Y eso ha sido así porque en su análisis de la situación no ha contemplado cómo se interpretaría su reducción de velocidad, ha abierto un hueco ante sí y el conductor del coche rojo lo ha aprovechado creyendo que Pepe le estaba dejando pasar. ¿Reprobable? Seguramente, pero eso ahora ya no importa.
La anticipación consiste en estar preparado para reaccionar cuando sea necesario, tal y como hace un felino cuando aguarda el momento de saltar. Cuando sea necesario. Ni antes, ni después.
En la última parte de esta serie sobre conducción preventiva abordaremos el tercer pilar: el dominio del espacio propio. Porque podemos observar bien, podemos anticiparnos con todo nuestro conocimiento y con toda nuestra intuición, pero nunca debemos olvidar que nos movemos en un cacharro sobre ruedas que necesita un espacio más que generoso para desplazarse. Con un repaso a este asunto, concluiremos este mini monográfico.
Foto | Richard Masoner, sergis blog, edans, edg1