A menudo hablamos por estos lares de la conciencia vial, ese concepto algo intangible que engloba todo lo que hacemos en esta publicación que, casi siete años después de su arranque, se mantiene en sus trece ofreciendo información, consejos y reflexiones para circular más seguros. Ese fue nuestro primer lema, nuestro primer tagline, y esa sigue siendo nuestra línea editorial básica, nuestro propósito.
En general, no solemos comprender la importancia de la conciencia vial. Eso de concienciar, como no ofrece nada cuantificable en una sociedad enferma de números y de resultados —sobre todo, resultados a corto plazo—, se tiene por algo menor. «Bah, ya están hablando de lo de siempre». Sí, es que —honestamente— esa materia que es la Seguridad Vial no da para mucho más. Pero lo importante de esa conciencia sólo se percibe cuando uno se encuentra cara a cara con un posible siniestro vial y reacciona porque está concienciado para hacerlo.
Sucedió días atrás. Circulaba yo con un vehículo por una autovía a unos 120 km/h. Poco importan los detalles para el caso; digamos simplemente que si no hubiera sido por mi conciencia sobre el problema vial posiblemente hoy no estaría escribiendo estas líneas. Sin dramatismos lo digo. Sé que eso es así y por lo tanto poco me importa lo demás. Ni yo tuve culpa de nada ni podía hacer nada para evitar lo que sucedió. Sólo pude realizar un gesto firme y decidido para evitar que las cosas fueran a peor.
Seguridad Vial y conciencia vial

Charla sobre Seguridad Vial Laboral. Foto: PrevenControl
Para mí, la Seguridad Vial es la ciencia de la obviedad y la ciencia de prever lo imprevisto. Utilizo de forma habitual y a modo de chascarrillo esas dos pseudodefiniciones sacadas de mi chistera, y aunque no es cosa de entretenerme aquí explicando los detalles de cada una de ellas, sé que no ando desencaminado. Luego, para no enfadar a los más puristas podemos decir que la Seguridad Vial brinda las herramientas necesarias para que cubramos nuestros desplazamientos en el menor tiempo posible de forma segura y evitando un siniestro vial; y si este sucede, que las consecuencias que de él se deriven sean lo menos graves posibles.
Mi conocimiento de la Seguridad Vial y mi sentido de la seguridad vial evitaron que todo acabara en un desastre.
Cuando uno circula a 120 km/h —o 33 m/s, que es como prefiero expresar esa velocidad, por aquello de ser más conscientes de lo que se nos viene encima— y encuentra a su paso un imprevisto, debe estar formado y motivado para elegir en un instante la solución más adecuada. La de veces que habré explicado yo eso, tanto por escrito como de viva voz… Quizá por todo el rodaje que acumulo a estas alturas de la fiesta, el susto quedó en susto.
Como digo, no es cuestión de perderse en pormenores. Cambiemos el escenario y podría sucederle lo mismo a cualquier otra persona. Lo importante no son los detalles sino la idea principal: eso que muchas veces infravaloramos por intangible, la conciencia vial, es lo que en un instante puede salvarnos la vida.
Infravaloramos lo que no nos ofrece un resultado inmediato, porque para eso se nos educa y eso es lo que se nos refuerza de forma machaconamente constante. Si al hecho de estar concienciados sobre el problema vial no le vemos mayor aplicación que el poder decir: «Eh, estoy concienciado», parece que la cosa queda como coja, como falta de espíritu. Muy al contrario, cuando llevamos aquí siete años hablando de conciencia vial y nos parece que ya lo hemos contado todo, a veces sucede que en un instante tomamos conciencia, precisamente, de lo importante que es la conciencia vial.
Aunque este artículo llega un mes antes de la fecha clave del séptimo aniversario de Circula Seguro, me ha parecido que la conjunción de factores era propicia para sacar el tema a colación. Gracias a todos por seguirnos durante todo este tiempo. Como dice un maestro que tuve y un amigo que conservo, que la Seguridad os acompañe.