El eterno problema de las carreras ilegales, ¿cómo se podrían evitar?

Jaime Ramos

27 de abril de 2018

Las bautizadas como carreras ilegales son un fenómeno que se da en muchas partes del planeta. La repercusión que genera este tipo de comportamientos ya famosos es muy destacable, y es que constituyen una práctica delictiva que pone en riesgo muchas vidas. Por desgracia, no suele pasar un mes sin conocer de alguna noticia relacionada con las carreras ilegales.

Prevenir su existencia no es tarea sencilla. La responsabilidad de evitarlas no recae, tan solo, en las autoridades. Se trata de un problema de seguridad vial que incumbe a muchos agentes de la sociedad y que se debería tener en cuenta para educar en los modos de conducción responsable. Pero, ¿qué alternativas reales existen para detener las carreras ilegales?

El perfil con el que se asocia al corredor ilegal suele ser el de un conductor joven. Este dato contrasta con las últimas estadísticas de seguridad vial, en las que lo jóvenes han demostrado ganar responsabilidad en los años anteriores, atacando al estereotipo del conductor novato. Por regiones, hay Comunidades Autónomas donde son más populares, como Galicia o Valencia.

¿Jóvenes e inexpertos?

Por tanto, podemos afirmar que las pseudo-competiciones ilegales no constituyen una práctica mayoritaria. Sin embargo, sí que están relacionadas con algunos de los factores de riesgos característicos de los conductores más jóvenes e inexpertos, como poseer una menor concepción del riesgo o la presión que el grupo ejerce sobre ellos.

Las noticias nos cuentan que el perfil del conductor joven se entremezcla con que estas prácticas suelen coincidir en las noches de los fines de semana al fragor de algunas concentraciones de coches que se dan en lugares comunes como carreteras comarcales, alrededores de estadios de fútbol o polígonos. Así lo expone un reportaje de investigación reciente emitido en La Sexta.

En el corazón de este perfil psicológico se funde una afición al motor conjugada con una ambición de deportividad con cabida imposible en la vía pública. Por tanto, el corredor ilegal se refugia en la clandestinidad y en una contradicción constante: por una parte, necesita un sonoro reconocimiento de lo que no entiende por fechoría; pero al mismo tiempo, no puede dejar que sus prácticas trasciendan más allá. De ahí su constante huida y el cambio constante de las localizaciones donde las carreras ilegales se llevan a cabo.

Carreras ilegales, ¿qué medidas se pueden tomar?

Las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado llevan años de trabajo para erradicar las carreras ilegales. Esto ha dado lugar a una especialización en la materia que impide la celebración de muchas de ellas. Como ejemplo de esto, recientemente Ertzaintza y Policía Local conseguía atajar la celebración de una carrera ilegal en Vizcaya.

Según el Ministerio del Interior:

El objetivo para una parte de los que manifestaban su intención de acudir al lugar era efectuar carreras ilegales con dichos vehículos, además de ‘trompos‘, ‘cruzadas‘, ‘cortes de inyección‘ y otros comportamientos de riesgo para los usuarios de la vía pública, que pueden derivar en sanciones administrativas y en responsabilidades penales

¿Cómo supieron las autoridades de esto antes de que se produjera? La respuesta está en las redes sociales y otros foros de Internet. Aunque, como apuntamos, suene contradictorio, algunos conductores explican sus actos y los que planean a través de estas vías. Las autoridades no solo concentran su labor en el dispositivo «in situ», sino que la persecución de estos delitos requiere que se lleven a cabo «diligencias de investigación virtuales».

¿Penalizar más su práctica…

Carrera entre dos todoterrenos

Por tanto, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Guardia Civil, Ministerio Fiscal y la administración en general cuentan en la actualidad con una serie de protocolos a los que ceñirse para prevenir y atajar las carreras ilegales y otras prácticas similares. Más se comenta de lo que se podría hacer desde el punto de vista de las penas.

El Código Penal fija las penas máximas de 2 años de cárcel o, si  se trata de delitos con consciente desprecio hacia la vida de los demás, penas de 2 a 5 años; retirada del carné o de sus puntos aparte. Dependiendo de la situación, en muchos casos la cárcel se puede evitar con alternativas como el decomiso del vehículo.

Algunas asociaciones abogan por aumentar la duración de las penas de privación de libertad, junto a otras medidas, para disuadir a estos conductores. En relación con esto, a principios de este año el Congreso recibía la petición de crear un nuevo delito de violencia vial que eleve la pena en estos casos hasta los 12 años de prisión.

Además, la criminología vial podría hacer bastante a este respecto. Hay que tener en cuenta las características comunes de los conductores de carreras ilegales, que cumplen con un perfil sobre el que policía, fiscalía y autoridades judiciales pueden trabajar en conjunto para prevenir.

…y facilitar otras alternativas?

Otra medida muy diferente a las comentadas hasta ahora consiste en ofrecer una alternativa legal y razonable para aliviar la práctica de las carreras ilegales. Se trata de habilitar mecanismos que ataquen directamente a la afición por la deportividad en el mundo del motor. El periodista especializado en motor, Javier Costas, sugiere en ese sentido una posible vía de alivio del problema:

Lo ideal sería contar con espacios habilitados con permiso de las autoridades, una mínima organización, seguro de responsabilidad civil (…)

Lo cierto es que este tipo de prácticas deportivas conlleva, a fecha de hoy, un precio elevado teniendo en cuenta el coste de acceso a un circuito o el hecho de que exista un oferta específica y asequible de seguros. Se trataría de facilitar una opción real y que disuada en parte de las malas prácticas al volante.

Educar y concienciar

Concienciación y educación desde la infancia son precisas en todos los aspectos de la seguridad vial. Sin embargo, para el caso de las carreras ilegales, se antoja como un factor fundamental para la prevención a largo plazo, y más teniendo en cuenta el perfil de estos conductores.

En ese aspecto, resulta muy interesante entender los motivos sociológicos del fenómeno. ¿Cómo la afición al motor puede convertirse en una conducta arriesgada e ilegal? Conocer ese proceso  es clave para ofrecer una solución de peso definitiva, más allá de las medidas inmediatas que podamos encontrar en la actualidad.

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