Cuando en verano comenté mis experiencias por carreteras nórdicas, hubo un asunto que mencioné de pasada y que recuperaremos hoy. Se trata del color de las marcas viales en España. Un amigo me reclama una reflexión sobre la mala visibilidad que ofrecen las marcas viales al anochecer o cuando simplemente llueve sobre nuestras carreteras, así que vamos a abordar este tema.
Lo cierto es que las marcas de color blanco destacan muy bien cuando el asfalto está en perfectas condiciones, acabado de apisonar y listo para ser inaugurado bajo un bucólico sol de primavera. En esas circunstancias, todo queda muy bonito y muy visible. Sin embargo, a medida que el asfalto se va desgastando clarea su color, y por eso es cada vez menor el contraste entre la carretera y las ya consumidas marcas blancas. Por otra parte, aunque el asfalto esté acabado de estrenar, si le cae encima un buen chubasco las marcas pueden llegar a desaparecer ante nuestros ojos por efecto del reflejo producido por el agua de la lluvia que deja la calzada hecha un espejo.
Que el desgaste de la carretera ocasiona la disminución de visibilidad de sus elementos es un hecho incontestable. La continua exposición a las inclemencias meteorológicas y el constante paso de vehículos por el asfalto hacen que este se deteriore, y lo mismo sucede con la pintura que da forma a las marcas viales. Por ese motivo el Ministerio de Fomento dedica periódicamente una parte de sus presupuestos al repintado de las líneas que nos ayudan a circular por nuestras vías.
El caso de la falta de visibilidad por lluvia, aun cuando el asfalto está nuevo, es también fácil de comprender. Una de las características de las diferentes pinturas empleadas para marcar nuestras vías es su capacidad de reflejar la luz, que normalmente se consigue añadiendo a la pintura unas microesferas de vidrio de diámetros comprendidos entre 0,1 y 0,37 milímetros. La luz incide sobre las marcas, los cristales la reflejan y así vemos mejor las líneas del asfalto. Sin embargo, ese reflejo queda en nada cuando por encima de las líneas se sitúa toda una capa de una sustancia altamente reflectante como es el agua de la lluvia, sobre todo si el pavimento presenta alguna deficiencia de drenaje que motive la acumulación de líquido sobre el suelo. Por eso el conductor necesita que el color de las marcas destaque sobre el fondo grisáceo de un asfalto mojado.
Las características técnicas que deben cumplir los elementos que dan forma a nuestras carreteras se encuentran en el Pliego de Prescripciones Técnicas Generales para obras de Carreteras y Puentes, de modo que los valores de retrorreflexión de cada uno de los elementos que se encuentran en la vía se recogen en forma de orden ministerial. De la misma manera se establece el carácter permanente de las marcas de color blanco y el carácter temporal de las marcas de color amarillo, empleadas comúnmente para delimitar y señalizar vías que se encuentran en obras, aunque la pintura que se emplea suele contener menos microesferas de vidrio que la que debería emplearse para un pintado definitivo. También se emplea el amarillo para la prohibición de parar y/o estacionar y para recordar a los conductores que uno no se puede quedar a vivir en medio de una intersección, que molesta.
Sin embargo, si uno comienza a buscar referentes más allá de nuestras fronteras se encuentra, simplemente a golpe de Google, que en el caso peruano (por citar un ejemplo al azar) las normas de circulación contemplan que las marcas “serán de pintura de color blanco cuando separan carriles del mismo sentido y de color amarillo cuando son de sentido contrario”. Y algo parecido es fácil de encontrar en muchos otros puntos del Mundo, de Nueva Zelanda a Reino Unido, donde el color amarillo se emplea para dar mayor visibilidad a aquellos elementos de la calzada que merecen especial atención aunque les caiga encima un diluvio de los de meter parejas de animales en un arca.
No es de extrañar. Si clasificamos los colores atendiendo al llamado espacio HSV, que contempla la tonalidad, la saturación y la luminosidad (o valor) de una sensación cromática, tenemos que el gris propio de un asfalto gastado o mojado se sitúa más cercano al blanco que al amarillo, precisamente porque gris y blanco tienen tonalidad y saturación cero, atributos que en el caso del amarillo toman valores mayores. Sobre un fondo gris el blanco destaca menos que el amarillo porque gris y blanco tienen más en común que gris y amarillo.
Siendo así las cosas, no se acaba de comprender por qué en nuestro país, donde cuando llueve es que llueve de verdad, no tenemos unas marcas que nos ayuden un poco más a los conductores a encontrar el camino hacia casa a pesar de los fenómenos meteorológicos. Lo cierto es que existen criterios científicos para determinar qué cualidades deben cumplir las pinturas que se emplean para el marcado de las carreteras, basados en todo tipo de mediciones que se toman teniendo en cuenta diferentes cotas de luminancia e iluminancia, sobre asfalto seco, húmedo y mojado. Todo un despliegue de medios, vaya, y sin embargo el resultado final es que, a la que llueve un poco, más de un conductor se pierde buscando las marcas viales.
¿Por qué no empleamos el amarillo para pintar nuestras carreteras, al menos en lugares críticos donde las marcas desaparecen a la que caen cuatro gotas? De momento, en España utilizamos ese color para marcar de forma temporal las zonas que tenemos en obras. También es verdad que el nuestro es un país que se encuentra en permanente estado de obras temporales, así que a lo mejor la respuesta al dilema se encuentra en esa circunstancia: ¿Cómo íbamos a identificar una carretera libre de obras si no la pintásemos de blanco? Será cuestión de aguardar a que finalicen todas las obras que tenemos esparcidas por ahí y así podremos delimitar con un vistoso tono amarillo nuestros carriles para circular un poco más seguros.
Eso sí, si somos realistas sabemos que podemos esperar sentados.
Agradecimientos | Dr. Josep Serra
Foto | Flickr (RedGlow82, edans, Jonas)