Constantemente se produce una evolución en el arte de la conducción. Por una parte, nosotros mejoramos día a día, ya sea mediante la experiencia o nuevos conocimientos que vamos adquiriendo gracias a lo que vemos, oímos o leemos. Además, también hay una evolución a nuestro alrededor en cuestión de normativa, mejora de infraestructuras, etc.
Si, lo sé, es cierto. A veces la evolución es más lenta de lo que debería o incluso se produce cierto estancamiento o lo que es peor, vamos para atrás como los cangrejos. Los hay que con el tiempo, en vez de mejorar como el vino empeoran pero ello no nos impide ni nos justifica para también nosotros hacer las cosas de cualquier forma.
Así por ejemplo, en una zona próxima a la que vivo por la que paso varias veces al día llevaban demandando desde hace muchos años una mejora. Se trataba de un cruce en el que coincide una carretera nacional con momentos puntuales de mucho tráfico y una de las salidas de uno de los barrios más grandes de la ciudad.
Los accidentes en este cruce eran frecuentes, incluso con varios fallecidos y después de años de lucha por parte de la Asociación de Vecinos de la zona, se llegó a una solución sencilla pero a la vez efectiva: una rotonda. A partir de ese momento desaparecieron la mayoría de los embotellamientos que se formaban y los accidentes, si ha habido alguno, han sido simples golpes a baja velocidad. Nada que ver con los accidentes anteriores de forma lateral con uno de los vehículos implicados circulando a 80 km/h.
Y así hemos vivido felices unos cuantos meses del invierno, con un punto negro menos convertido en punto de colores en el que daba gusto circular (dejemos a un lado la circulación en el interior de las rotondas) hasta que con la llegada del buen tiempo y el sol de la primavera retrasado, el césped ha empezado a crecer de forma alarmante.
Ahora mismo nos encontramos con unos maravillosos campos de trigo por lo menos, en el que podemos observar bonitos movimientos en forma de olas cuando hay viento pero que impiden la visibilidad hasta que no estás prácticamente dentro de la rotonda.
Lo peor es que somos animales de costumbre y yo el primero. Creo que si analizan mi conducción diaria, realizo los cambios siempre en el mismo punto, freno en los mismos sitios y tardo, salvo casos aislados, el mismo tiempo al minuto. Y así otros muchos conductores con lo que ahora mismo nos encontramos con la siguiente secuencia de acontecimientos: Nos aproximamos a la rotonda, miramos a unos 100 metros cómo se encuentra el tráfico que por ella circula, volvemos a mirar al frente para comenzar a frenar y reducir, miramos de nuevo a la rotonda para ver si tenemos circulación o nos podemos incorporar pero… ¡No vemos nada! A partir de ese momento frenamos más fuerte porque necesitamos detener el vehículo como si fuese un STOP y el peligro se propaga hacia atrás.
A medida que han ido pasado los días, las huellas de neumáticos han ido apareciendo a la misma velocidad que las setas en otoño y los restos de colisiones por alcance también. ¿Por qué? Sencillo, no guardamos la suficiente distancia de seguridad. Pero también porque se ha creado de nuevo un punto peligroso por no realizar el correspondiente mantenimiento preventivo.
Señores responsables de conservación viaria: no hace falta esperar a Junio para segar y recoger la hierba. Aunque haya mucho ganado suelto por la carretera, por desgracia, no se alimenta del verde vegetal. Cuando el césped de tu vecino veas recortar, acuérdate de las rotondas y cruces que tienes que segar.
Foto | Jorge Franganillo, Masked Malayan