En las últimas décadas, los niños y adolescentes han visto como su espacio en las calles se ha reducido a la mínima expresión en favor del automóvil. La cada vez mayor presencia de los vehículos motorizados en las ciudades de todo el mundo, ha hecho que su diseño y planificación se haya supeditado a las necesidades de espacio y circulación de los conductores, en detrimento de no sólo los más jóvenes, sino también de ancianos, minusválidos, ciclistas…
Este fenómeno, aunque se ha ido produciendo a lo largo de todo el siglo XX, se ha visto especialmente agravado desde los años 90. No tenemos que ser muy mayores para recordar cómo jugábamos de chicos en la calle, nos movíamos con independencia por nuestro barrio y acudíamos solos al colegio a partir de una edad. Hoy, incluso la posibilidad de que un niño permanezca solo en la acera delante de su casa, puede parecernos impensable en muchos casos.