La vida de todos los motoristas puede decirse que es muy parecida. Es algo pasional, que mucha gente lleva dentro muy cerca del corazón. Excluimos en este caso un poco a los que compran la moto por necesidad aunque muchos son tan moteros como el que más. Y ese sentimiento y pasión hace que más o menos todos hayamos llevado (y llevaremos) el mismo camino.
Te comprar tu primera moto, te subes a ella y todo es extraño. Las sensaciones que recoges no las has tenido nunca hasta ahora, ni en cuanto a la potencia de frenos ni en cuanto a la aceleración. Al principio parece que todo se escapa a tu control y vamos con muchísimo cuidado. En las curvas, permaneces derecho como una vela, no sabes los límites de la moto y lo peor, no sabes los tuyos. Si te asalta el pánico lo normal es que hagas algo que no deberías.
Pasan los meses y cada vez te sientes más confiado. Ya aceleras con un poco más de contundencia, controlas mejor las fases de empezar a frenar, reducir, soltar frenos, entrar en la curva y salir de ella acelerando. Todo es mucho más fluido y ya vas un poco más rápido. Te has juntado con gente con muchos kilómetros a la espalda de la que aprendes y que fulminas a preguntas.
De repente llega un día en el que te confías y piensas que lo sabes todo. Vas todavía más rápido y crees que lo llevas todo controlado, que posiblemente seas el tío más rápido sobre ese modelo de moto que hay en la carretera. Y que hay mucha gente con mejores motos que la tuya pero que no son capaces de ir igual de rápido.
Además crees que empiezas a llegar al límite de la moto. Esta a veces se mueve, las suspensiones rebotan y hacen que según tú no te deje ir tan rápido como puedes. Llegas al bar con los amigos y les dices que tienes chattering en las curvas, que vas a mejorar la suspensión porque si no no puedes ir cómodo y rápido. Y los que tienen los pantalones gastados (por decirlo finamente) te mirar y se empiezan a partir de risa cuando te vas.
Llegados a este punto, pueden ocurrir dos cosas: que te pegues un susto monumental que te haga replantearte cómo conduces, o bien que sufras un accidente por exceso de confianza.
Una moto con un buen mantenimiento de frenos, suspensiones y neumáticos es muy difícil que vaya mal por carretera. El 99% de las veces, va mal porque el que conduce la lleva mal o no sabe cómo hacerlo. Puede haber casos en que a la moto se le esté dando un uso no previsto, pero de nuevo el error es del que va a los mandos. Exagerando, con una moto hecha para ir por el monte no te puedes meter en circuito y pretender que vaya bien.
Es por ello que si empezamos a tener un exceso de confianza y a pensar que lo sabemos todo, es mejor que nos paremos y nos replanteemos la situacion. Llevo 15 años conduciendo vehículos, más de medio millón de kilómetros entre coche y moto, y todos los días aprendo algo más que me hace ser un mejor conductor.
Foto | Cedric Janodet