Cuando nos ponemos zapatos o zapatillas y no nos atamos los cordones, podemos andar, pero también tropezar o dar con los huesos en el suelo. En el automóvil, podemos llevar los neumáticos bien inflados o mal inflados, y cuando sucede lo segundo, la posibilidad de accidente aumenta más de lo que se cree.
Pongamos el ejemplo de Reino Unido, donde hay mucha tradición automovilística. Entre el 70% y el 90% de los conductores nunca comprueba la presión de sus neumáticos. Se debería comprobar al menos una vez al mes, aunque las ruedas estén con poco desgaste y nuevas. En España esos porcentajes serán iguales o peores.
En Circula seguro no nos cansaremos de insistir en la importancia del correcto estado de los neumáticos, porque son los puntos de apoyo de nuestro coche con la carretera. Si esto falla, todo lo demás puede acabar siendo inútil. Se relaciona el mal inflado con el 1% de las muertes en carretera en Europa (y es mucha gente).
Existe un elemento de seguridad activa muy poco valorado, denominado TPMS o Sensor de presión de neumáticos. Este sistema permite informar de la presión del aire de cada neumático o bien dar un aviso cuando se baja de un nivel de alerta o cuando la pérdida de presión no es simétrica entre ejes.
A partir del año que viene, en el segundo semestre, todo coche fabricado para la Unión Europea deberá tener instalado dicho sistema. En la actualidad, se ofrece en algunos modelos de serie, en otros tantos opcionalmente, y en la mayoría ni eso. Irá haciéndose más popular poco a poco.
Tener los neumáticos bien inflados es gratis, en cualquier estación de servicio puede comprobarse la presión. También se puede hacer con un inflador en nuestro garaje, con más precisión todavía, ya que los medidores de las gasolineras tienen mucho uso y no siempre son bien cuidados (por eso de que son de todos).
Un neumático, aunque esté en perfecto estado, pierde aire con el tiempo. La estructura molecular del neumático deja pasar las moléculas de aire, poco a poco, hasta que se desinfla del todo. Es un proceso muy lento, pero que a fin de cuentas ocurre.
Los citados sensores pueden avisarnos por ejemplo de que la rueda derecha ha perdido presión respecto a la izquierda, ambas en el eje delantero. Eso nos debería poner en guardia, el coche va a frenar de forma desigual y no tendremos tanto control sobre la dirección. Lo recomendable es parar en el acto.
Aunque se tenga el TPMS, no hay que renunciar al sano hábito de comprobar la presión de las ruedas con regularidad, especialmente antes de hacer un viaje largo. Otra cosa que los que circulan a mucha velocidad en circuito tampoco parecen saber, es que hay que bajar la presión o se corre riesgo de reventón o desgaste prematuro.
Recordemos la Ley de Boyle-Mariotte: dado un volumen de aire fijo, si aumenta la temperatura, aumenta la presión. A más velocidad, más temperatura, más presión. Cuando se circula con mucha carga también hay que revisar la presión de los neumáticos. Esto va a misa.
Ante la duda de instalar un extra de confort o tecnología, y la posibilidad de instalar un TPMS, nuestra elección debería ser obvia. Volvamos a lo de los cordones desatados. Es lo mismo, solo que nos jugamos mucho más. Por otra parte, una presión baja equivale a más consumo de combustible.
Si un neumático está mal inflado, los flancos están más en contacto con la carretera, por lo que aumenta el rozamiento dinámico y por tanto el consumo. Además, si eso ocurre, estamos aumentando las papeletas de sufrir un reventón por calentamiento excesivo de los flancos. Este tema hay que tomárselo más en serio.
Fuente | Schrader Electronics
En Motorpasión | TPMS: Nueva tecnología a la vista