¿Vale la pena inflar las ruedas con nitrógeno? (2)

Jaume

28 de noviembre de 2010

En el capítulo anterior analizamos desde el punto de vista físico unos cuantos argumentos que se suelen esgrimir en favor de inflar las ruedas de nuestros vehículos con nitrógeno puro, en vez de con aire normal.

Hasta ahora nos hemos centrado, sobre todo, en los argumentos que tienen que ver con el diferente tamaño de las moléculas que forman los gases de nitrógeno y oxígeno. No obstante, vimos que algunos de estos argumentos no tienen fundamento físico; y los que lo tienen no parecen suficientemente significativos como para justificar los beneficios que se suelen atribuir a esta práctica.

Hoy seguiremos con el análisis, viendo aspectos químicos, termodinámicos y psicológicos.

El nitrógeno es un gas inerte, que no estropea ni la llanta ni el neumático.

Que una substancia sea inerte significa que, cuando entra en contacto con otras, no produce reacciones químicas. El nitrógeno está lejos de ser inerte. Por poner un ejemplo, un 3% de la masa de un cuerpo humano está formada por nitrógeno; es un elemento fundamental para la estructura del ADN y de las proteínas. Si el nitrógeno no pudiera participar en reacciones químicas, la vida no sería posible.

Lo que si es cierto es que el aire normal contiene oxígeno, que es el segundo elemento más reactivo que existe (por detrás del flúor). Sin ir más lejos, es un gran oxidante. Por lo tanto, utilizar nitrógeno en vez de aire ambiental puede reducir la oxidación de la parte del interior del neumático y de la parte de la llanta que queda en contacto con el interior de la rueda.

Bombona de nitrogeno
Sin embargo, la mayor parte de la llanta en si y el neumático siguen estando en contacto con el aire y las inclemencias meteorológicas, así que cuesta de imaginar que una rueda llegue al final de su vida útil debido al desgaste ocurrido en el interior y no en el exterior. Además, hoy en día tenemos otras formas de evitar la oxidación (uso de materiales inoxidables, pinturas antióxido, etc.).

Por lo tanto, aunque esta afirmación sí tiene fundamento científico, la verdad es que preocuparse por esto parece matar moscas a cañonazos.

Por cierto, según la wikipedia, el nitrógeno es el tercer elemento más reactivo, justo por detrás del oxígeno.

El nitrógeno se calienta menos, por lo que la presión permanece más constante.

Debo reconocer que esta afirmación me turba un poco. La he leído en tantos sitios diferentes que casi empiezo a dudar de lo que aprendí en la facultad de Física.

En primer lugar, todos los gases cuando se encuentran en bajas presiones (y, para lo que la Física respecta, la presión a la que se inflan los neumáticos es baja) siguen de forma muy aproximada lo que llamamos comportamiento ideal. Así que no importa lo más mínimo la composición del gas, su comportamiento termodinámico sería el mismo.

Pero alguien podría argumentar que, como he dicho, esto es una aproximación, lo cual significa que dará resultados muy similares a los reales, pero no es preciso al 100%. Es decir, diferentes gases podrían tener comportamientos un poco diferentes.

Pero, ¿cuánto es un poco? Veámoslo. De nuevo, según la wikipedia, a 25ºC la capacidad calorífica del nitrógeno es 29,124 J mol−1 K−1, es decir que para elevar un grado la temperatura de un mol de nitrógeno (un mol es la cantidad de gas que contiene 6.02214179 · 1023 moléculas) es necesario aportar poco menos de 30 julios de energía. Por otra parte, la capacidad calorífica específica del oxígeno es 29.378 J mol−1 K−1.

Como veis, efectivamente los números son muy similares, la diferencia es únicamente del 0,8%. Pero, además, para elevar un grado la temperatura del oxígeno hace falta más energía. Así que si una cantidad equivalente de nitrógeno y oxígeno absorben la misma energía, el oxígeno se calentará menos.

Así que, o bien hay algo gordo que yo me pierdo, o esta afirmación es rotundamente falsa. En cualquier caso, la diferencia es ínfima, tal y como predice la aproximación de gas ideal.

Una botella de nitrogeno líquido

A mi me inflaron las ruedas con nitrógeno, y ahora mi coche va suave como el culito de un bebé.

Aunque las valoraciones subjetivas de este tipo constituyen la forma más poderosa de marketing que existe, el boca-oreja, carecen de valor científico. Es el efecto placebo: simplemente por saber que nos han hecho algo que promete ser beneficioso, automáticamente creemos notar dicha mejora.

Además, cualquier aumento en la presión de los neumáticos, ni que la «rallita» del manómetro que se pierde cada mes o dos, tiene un ligero efecto en el feeling del conductor. Si nos acaban de vender las excelencias del nitrógeno, probablemente pensaremos que el cambio es debido a la pureza del gas.

Para eliminar el efecto placebo del asunto sería imprescindible hacer un ensayo ciego. Es decir, tomar una amplia muestra de conductores, decirles a todos que le vamos a inflar las ruedas con nitrógeno, pero hacerlo únicamente con la mitad de ellos. La otra mitad es el grupo de control, aunque creen que vamos a usar nitrógeno, inflamos sus ruedas con aire corriente y moliente. Si las conclusiones de ambos grupos son similares, sabremos que no hay una mejora real, sino que es puramente un efecto psicológico.

En la próxima, y última, entrega de esta mini-serie analizaremos un par o tres de afirmaciones usuales sobre el tema, y recopilaremos todo lo dicho para formular una conclusión final.

En Circula seguro | ¿Vale la pena inflar las ruedas con nitrógeno? (1), (2) y (3)
Fotos | fsse8info, Lars Plougmann, Eneas