La fusión de carreteras, a falta de un nombre mejor (si lo conocéis o si se os ocurre, por favor ponedlo en los comentarios) viene a ser el caso inverso de una bifurcación. Es decir, un lugar en que dos vías diferentes se fusionan para pasar a ser un sóla.
Se diferencia de una incorporación normal por el simple hecho que, en esta última, hay un efímero carril (de aceleración) que desaparece al cabo de unos metros, y los vehículos que circulan por él están obligados a entrar a los carriles principales de la vía a la que se incorporan, cediendo el paso, con cuidadito y todo eso que nos sabemos todos muy bien.
En cambio, en una fusión los carriles de cada una de las carreteras incidentes se suman para formar una única vía más grande (aunque muchas veces unos metros más adelante se reducen carriles).
Cuando uno circula por una de estas uniones en forma de Y, el proceso es similar al de participar una boda relámpago. Primero, ves como tu futura pareja se aproxima a ti lateralmente, en diagonal, y no estás muy seguro de cuales serán sus intenciones. El acercamiento es tan rápido que siempre parece que vaya a invadir tu espacio.
En seguida, entre tú y los vehículos de la otra vía sólo hay un cebreado, y después una simple línea: empieza el noviazgo. En estas circunstancias, no es extraño ver que alguien pierda la paciencia y se deje llevar por las relaciones prematrimoniales cambiando de carril pasando por encima de la línea.
La ceremonia, por lo civil, no se hace esperar mucho y la línea separadora se convierte en discontinua. Y, como en los matrimonios, ahí es cuando empiezan los problemas.
Sin duda, este tipo de intersección tiene la gran ventaja que se evitan los a menudo conflictivos carriles de aceleración. Sobre todo, si las vías son de gran capacidad. En una fusión, incluso sería posible que todos los vehículos siguieran por su carril actual, sin tener que realizar ningún desplazamiento lateral.
De hecho, si os digo la verdad, no entiendo porqué este tipo de estructura no se utiliza más a menudo en autopistas y autovías. Sobre todo, en los accesos más transitados. En vez de el típico carril de aceleración, los nuevos vehículos podrían entrar a un nuevo carril por la derecha, eliminando metros después el carril de la derecha.
De esta forma, los vehículos que se incorporan podrían hacerlo de forma mucho más cómoda, sin límite de distancia. Los vehículos que ya estaban en la carretera principal paulatinamente se irían desplazando hacia el nuevo carril de la derecha; y sólo los pocos que circularan por el extremo izquierdo (que, se supone, siempre serán los menos) estarán obligados a hacer un cambio de carril en un espacio determinado.
Sin embargo, si no vemos este tipo de incorporaciones con fusión más a menudo será por algo. Al fin y al cabo, para eso hay señores mucho más inteligentes, y sobre todo con estudios especializados, que se dedican a diseñar nuestra red de carreteras (y no lo digo con «rintintin» ni nada por el estilo).
Pero, como suele pasar, no todo son ventajas. Y aunque, como dijimos, en principio todos los vehículos podrían circular por la fusión sin cambiar de carril; a la práctica se supone que en cada vía los vehículos se organizan automáticamente de más lento a más rápido de derecha a izquierda (o, mejor dicho, todos por la derecha y el resto de carriles para adelantar, ya me entendéis).
Tras la unión, esta organización natural se pierde, y durante unos metros (incluso kilómetros), se producirá una sobredosis de cambios de carril. Los vehículos «lentos» querrán irse a la derecha, y los rápidos al a izquierda. Y, como siempre que se produce un exceso de desplazamientos de carril, hay que ir con extremo cuidado.
Un peligro especial en estas circunstancias es realizar una tijera. Es decir, que dos vehículos que inicialmente están separados por un carril intenten desplazarse a la vez, colisionando lateralmente. Por ello, yo siempre procuro mirar no sólo al carril donde voy, sino un poco más allá. Y, además, hacer el cambio muy suave, y siempre echando alguna miradita extra al lado, no sólo a través del retrovisor sino también directamente.
Dicen, y suele ser verdad, que la unión hace la fuerza. Pero cuando hablamos de máquinas que realmente son capaces de ejercer grandes fuerzas, una unión demasiado cercana siempre puede traer problemas.
Foto | Tnarik, Jason McHuff
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