Lo cierto es que esta tarde se estaba muy bien a más de 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar, así que nos ha costado un poco meternos de nuevo en el coche para salir de aquella estación de esquí totalmente desprovista de nieve en pleno mes de agosto. Teníamos que volver a casa, por lo que aun a regañadientes hemos comenzado a bajar por la sinuosa y estrechita carretera que en invierno se llena de coches cargados de gente que sube a la montaña a darse un blanco homenaje durante el fin de semana.
Hoy la carretera estaba vacía. Prácticamente éramos los únicos que transitábamos por allí. Una curva hacia la derecha, otra hacia la izquierda, otra más hacia la derecha… siempre en pronunciada bajada para poner a prueba nuestros frenos. Hemos ido tirando hasta que he doblado una de tantas curvas… y allí estaban ellas. Cuatro vacas, la mayor de ellas como haciendo de representante para nosotros, nos miraban desafiantes desde el centro de la calzada. Sin posibilidad de hacer otra cosa, he detenido mi coche a una distancia prudencial para pensar la mejor solución posible.
No me ha hecho ni un pelo de gracia quedarme allí. Pocos metros detrás había una curva algo cerrada que ya habíamos pasado, por lo que quedábamos ocultos a la vista de cualquier conductor que bajase con su coche desde la estación de esquí. Por delante, más allá de las vacas, una nueva curva hacia la izquierda y bordeando la montaña me impedía ver si venía algún vehículo en sentido contrario.
Mientras observaba el escenario me iba ilusionando con la posibilidad de que las vacas abandonasen la calzada y se dispersaran por la montaña para dedicarse a sus quehaceres, cosa que lejos de suceder se ha ido poniendo cada vez más fea. Sin dejar de ocupar toda la anchura de la calzada, como manifestantes que protestaran por unas mejoras en la calidad de los pastos, la mayor de las vacas, un pedazo de bovino inmenso, poderosamente astado, de color claro y con cara de haber tenido un mal día en el trabajo, ha comenzado a avanzar hacia nosotros.
Leo por ahí que a las vacas normalmente se les descuerna cuando son terneras, pero tanto me da: aquel bicho tenía unas gruesas astas como para mirarlo con mucho respeto, así que tras tragar saliva y ante la posibilidad de acabar hecho hamburguesa a manos de la vaca he seleccionado la marcha atrás y he comenzado a retroceder suavísimamente carretera arriba, rogando en todo lo rogable por que no bajase ningún coche que de pronto y sin dar tiempo de reacción a su conductor se nos uniera de la peor manera posible a un episodio tan kafkiano como pastoril.
La vaca líder del grupo se ha detenido por un momento, justo al tiempo que por detrás de nosotros ha llegado un nuevo vehículo, un SUV de color oscuro cuyo conductor ha frenado hasta detenerse a unos metros de distancia de nosotros, y la vaca con cara de haber tenido un mal día en el trabajo ha continuado su camino, lenta pero imparable, hacia nosotros, y sus cuernos venían con ella.
Debía de quedar a unos tres metros de distancia cuando he visto mi oportunidad en el lado izquierdo de la calzada. La vaca con cara de haber tenido un mal día en el trabajo avanzaba de una forma mucho más determinada que sus compañeras de protesta, así que ha generado un hueco que ha llenado la vaquilla que quedaba situada más a la derecha del rebaño, en el sentido de su marcha, estilizando la forma de tan insólito escuadrón.
Acelerón suave pero sostenido y adiós al rebaño de vacas protestonas acompañado de un suave gesto con el volante para volver cuanto antes hacia la derecha, no sin antes comprobar con alivio que en aquel momento no venía ningún vehículo de cara. El conductor del SUV se ha quedado allí, no sé si para negociar con el grupo bovino o porque sencillamente no ha sabido aprovechar el momento.
No habría recorrido ni medio kilómetro cuando me he encontrado con un segundo grupo de vacas, pero estas ya no me han dado ningún problema. Han cruzado la carretera y nada más. Al poco he visto que el SUV seguía detrás de nosotros, por lo que quiero pensar que al final las vacas han depuesto su acción de protesta y han dejado la vía expedita, algo que ningún pastor se ha encargado de hacer en todo el rato que ha durado este incidente.
Tres conclusiones he sacado de esta historia. La primera, que siempre hay que conservar la calma al volante. La segunda, que cuando les digo a mis alumnos que en cualquier carretera les puede salir una vaca… no exagero ni un pelo. La tercera, que en una situación como esta no tenía yo ánimos de sacar el móvil para hacer fotos, por lo que he recurrido al excelente trabajo de los artistas de la red.
Foto | law keven, twicepix, V Villamón