Cuando observamos las ruedas de nuestro coche, no siempre nos hacemos a la idea de lo que representan en nuestra seguridad. De un lado, aguantan el peso del vehículo y hacen posible que este se mueva. Por otra parte, las ruedas soportan elevadas aceleraciones y desaceleraciones y recaen sobre ellas grandes esfuerzos que se producen cuando el vehículo cambia de dirección.
Que las ruedas son el único punto de contacto entre el vehículo y el suelo es una realidad que a pesar de resultar sencilla de comprender a menudo pasa desapercibida por el conductor medio. Prueba de ello es el dato que ha dado a conocer la multinacional de accesorios para el automóvil Hella: 7 de cada 10 vehículos analizados circulan con los neumáticos en mal estado.
¿Qué significa circular con los neumáticos en mal estado, según este estudio? Principalmente se habla de una presión de inflado incorrecta, lo que lleva a los siguientes problemas:
- Aumento del consumo de carburante si el neumático está menos inflado de lo normal, cifrado en un 3% cuando la presión es simplemente medio punto por debajo de la que contempla el fabricante.
- Riesgo de pérdida de adherencia sobre el terreno, especialmente cuando la presión es superior a la que marca el fabricante.
- Desgaste prematuro e irregular de los neumáticos, lo que acorta sensiblemente su vida útil.
A estas consecuencias podemos añadirles tres más:
- Aumento de la distancia de frenado cuanto menor es la presión de inflado.
- Posible comportamiento sobrevirador o subvirador si la presión de los neumáticos traseros o delanteros, respectivamente, es inferior a la marcada por el fabricante.
- Riesgo de que el neumático se salga de la llanta a partir de 1 bar de presión inferior a la que preconiza el fabricante.
En realidad, el problema de la presión de inflado de los neumáticos tiene una solución bien sencilla. Simplemente es cuestión de verificar mensualmente (o antes de un viaje) la presión en frío de todas las ruedas, incluyendo la de repuesto por aquello de no tener sorpresas desagradables tras un pinchazo, y recordando que el fabricante puede haber contemplado presiones diferentes para las ruedas de cada uno de los ejes del vehículo. Si hemos rodado unos kilómetros, que sean pocos y a velocidad moderada, aumentaremos en 0,3 bars la presión preconizada por el fabricante para compensar el aumento de presión debido a la temperatura alcanzada por la fricción de las ruedas contra el suelo.
Aprovechando que nos agachamos para comprobar la presión de los neumáticos, nunca está de más observar el estado general de las cubiertas. ¿Presentan golpes, cortes o deformaciones? Ante la menor duda, si observamos señales de envejecimiento o deterioro, o si cuando rodando notamos vibraciones, es bueno recurrir a un profesional para que nos confirme si nuestros neumáticos están o no en buenas condiciones. Más que nada, porque sin unas ruedas en buen estado es absurdo que confiemos en los sistemas de seguridad activa más avanzados: estaremos vendidos en cuanto se nos presente una situación crítica.
Pero, ¿es tanta la cantidad de vehículos que circulan en las condiciones que denuncia el estudio? Digamos que Hella se ha basado en datos de NASS–CDS, una rama perteneciente a un prestigioso programa de investigación de siniestros que, eso sí, trata la realidad del tráfico en Estados Unidos. En cuanto a nuestro país, Michelin realizó hace un par de años un estudio de campo en toda la Península Ibérica que reveló un dato similar, aunque algo menos escandaloso. En aquella ocasión, el porcentaje de vehículos con deficiencias en las ruedas era de un 60% aproximadamente, algo por debajo de la media europea, cifrada en un 67%.
Y esos porcentajes, aplicados a nuestro parque automovilístico, es mucha gente que cada día sale a la carretera jugándosela por una cuestión muy sencilla de controlar con la simple ayuda de un manómetro y una bomba de aire.
Fuente | Hella, Michelin
Vía | PRNoticias
Imagen | Flickr (dwstucke)