Sufriendo los peajes

Jaume

22 de mayo de 2009

Es cierto que pertenezco al universo de conductores desde hace relativamente poco, pero ya he pasado por más peajes de los que quisiera. Bueno, eso es fácil de conseguir, por que querer, no quiero pasar por ninguno. Como la mayoría de vosotros, supongo. No obstante, ya he visto, y vivido, alguna que otra situación preocupante en las cercanías de estos puntos recaudatorios.

A parte de consideraciones sobre la desigual distribución de los mismos, la justicia de su precio y otras reivindicaciones históricas, lo cierto es que por lo menos no engañan a nadie. Presentan unas ventajas de fluidez (normalmente) y velocidad, que nosotros decidimos aprovechar voluntariamente, sabiendo el precio. Nos guste o no, son un elemento de nuestras carreteras, y saber circular por ellas es imprescindible para incrementar la seguridad vial.

La primera vez que pasé por uno fue aun en la autoescuela. Le pedí a mi profesor hacer una práctica especial, de tres horas, para ir a Barcelona. Quizá os contaré sobre este día en otra ocasión. Me daba cierto respeto el peaje. Cuando uno lleva una L azul desde hace poco tiempo, el paso entre cada cabina siempre es demasiado estrecho y la barrera siempre está demasiado cerca. Sin embargo, las indicaciones de Joan (mi profesor) no se centraron demasiado en esos aspectos. Se centró más en cuidar la trayectoria antes y después de pasar por caja.

Al entrar, la vía de tres carriles se expande en más de una docena. Los diferentes conductores pueden estar indecisos sobre que cabina escoger y pueden dar bandazos, cosa que debía evitar a toda costa. Igual que cualquier otra maniobra que represente un cambio lateral, si debo cambiar de dirección para dirigirme a una cabina en concreto, debía mirar por el retrovisor e indicarlo mediante los intermitentes.

De hecho, esta ha sido la causa de algún que otro susto que he sufrido en las inmediaciones de peajes. Sin ir más lejos, hace sólo dos días que vi como un coche blanco, que circulaba por mi derecha a una velocidad lijeramente inferior a la mía (vamos, que le estaba adelantando) invadió mi trayectoria, estando a punto de colisionar lateralmente conmigo. Tuve suerte de que mi copiloto (mi hermana) vio las intenciones con mucha antelación, y me dio tiempo a comprobar que tenía espacio libre para apartarme a la izquierda, y pude evitar la colisión. No pude evitar la tentación, por segunda vez en mi vida accioné el claxon voluntariamente. El buen hombre me miró y pidió disculpas con un gesto de la mano. Por poco, pero pudo disculparse desde su propio coche, no en una cama de hospital.

Me arriesgo a formular una teoría, aun sin posibilidad de comprobarla. El avergonzado conductor estaba hurgando en la cartera para encontrar la tarjeta y pagar el importe. Como estaba ocupado y no podía prestar atención a la conducción, aminoró la velocidad, lo que conllevó mi adelantamiento. Como el peaje en cuestión está organizado de forma que las cabinas manuales están a la derecha, y las de tarjeta a la izquierda, se vio en la necesidad de desplazarse a su siniestra, cruzándose en mi camino. Pude comprobar que su coche incluía el preceptivo retrovisor exterior derecho, no se por qué no lo utilizó.

De hecho, distraerse por conseguir el dinero antes de llegar al punto de pago es muy probablemente el motivo del accidente más brutal que he presenciado con mis propios ojos: un alcance en cadena en el carril central a doscientos metros de la barrera. Desde que vi el estado de aquellos vehículos, decidí ir siempre preparado. Planifico mi ruta con anterioridad, y si sé que he de pasar por peajes, o bien preparo el importe exacto de antemano, o bien dejo mi tarjeta de débito en el parasol, donde puedo cogerla con rapidez. Y si no me he podido preparar, lo hago una vez detenido en la barrera, ¿qué son diez segundos si me permiten conducir con seguridad?

peajeaereo.jpg

Otro caso en que me he visto involucrado, y debo admitir que también como protagonista, es el típico «espera, siete cabinas más allí hay menos cola». Especialmente grave una vez que el apremiado conductor de un coche de alta gamma se percató que ganaría cambiando su destino apenas cien metros antes de llegar a la cabina. Me percaté de ello y reduje para que se cruzara frente de mi con suficiente distancia de seguridad. Yo le doy el beneficio de la duda, supongo que se percató que le había visto, y en caso contrario no habría tomado tan complicada trayectoria.

Ciertamente, elegir la cabina adecuada beneficia la fluidez. Pero considero mejor realizar la elección desde lejos de forma que nuestra trayectoria sea lo más predecible posible para los demás. Y si decidimos cambiar, el intermitente y los retrovisores serán nuestros aliados. Pese a usarlos, alguna vez me he visto obligado a renunciar al cambio. Nunca me arrepentí, igual esperé quince segundos, pero indemne.

Señal de telepeaje, las ví­as marcadas con esta señal cuadrada permiten el pago por telepeaje, pero también por medios convencionalesEl último tipo de circunstancia desagradable que he vivido en peajes es la equivocación en el tipo de cabina. Lo más grave, quizá, fue el conductor de un vehículo pesado que eligió una cabina automática, cuando por algún motivo debía ir imperativamente a la manual. Yo y dos coches más tuvimos que dar marcha atrás en plena salida de una autopista para permitir que rectificara su error. En otra ocasión, yo mismo iba de copiloto de un coche que se metió en un carril reservado para vehículos con telepeaje. Pese que le avisé con tiempo, el conductor pensó que no debía hacer caso a alguien que se acababa de sacar el permiso. Quedaste bien retratado, Fran. La señal redonda de telepeaje hace obligatorio el uso de este gadget electrónico para pasar por esa puerta; la cuadrada (a la derecha del texto) es la que permite pagar de ambas formas.

Volviendo a mi primer peaje, en el coche de la autoescuela, el otro instante donde hay que tener mucha precaución es a la salida del mismo. La situación se invierte, un montón de carriles se reducen a sólo tres. No sólo los coches que salen al mismo tiempo tiene que repartirse en sólo tres carriles, sino que siempre habrá vehículos lentos delante que obstaculizan tu camino, y otros más rápidos por detrás que se verán obstaculizados por ti.

En estos casos, me aconsejó, como en cualquier reducción de carriles, debo vigilar atentamente los retrovisores de ambos lados, tener en cuenta los que están por delante y aceleran menos que yo… Y dado el caso, renunciar a la velocidad en aras de la seguridad. En lo peor, siempre tendré tiempo cuando el tráfico se haya reorganizado para adelantar a otros vehículos. Me parece un gran consejo, yo siempre lo he seguido y me ha servido para no vivir ninguna circunstancia preocupante (lo cual como conductor me alegra, pero ahora me deja sin chicha para contaros alguna vivencia), y por eso lo comparto con vosotros.

Como veis, apenas nueve meses dan para varias vivencias propias y ajenas dignas de mención en peajes e inmediaciones. Por suerte, he sobrevivido ileso de todas ellas, y espero seguir aprendiendo a circular seguro.

En Circula seguro | Telepeajes: evitar colapsos y posibles choques por alcance
Fotos | felixion, 122, ausur