Hace unos días había campaña de donaciones de sangre en el Centro de Salud de mi ciudad y me dejé caer por allí, como hago siempre que puedo. Creo que es un deber moral de cualquiera teniendo en cuenta lo necesarias que son muchas veces las transfusiones cuando se atiende a los heridos de un siniestro vial y en otras muchas situaciones en que hace falta sangre, un fluido que hoy por hoy no se puede elaborar de forma artificial.
Tenía pensado hablar de este asunto como hice tiempo atrás en aquel llamamiento a las donaciones, y justamente esta semana en España ha salido a relucir la noticia, original de finales de diciembre, de que en Reino Unido se están planteando formar una base de datos de donantes de órganos desde el momento de la obtención del permiso de conducir.
La cuestión está en que a partir del próximo mes de julio cada ciudadano británico que solicite un permiso de conducir tendrá que contestar obligatoriamente a una pregunta parecida a esta:
¿Desea usted inscribirse ahora en el registro de donantes de sangre y tejidos?
Como opciones, habrá un “sí“ y un “no quiero contestar ahora a esto, gracias“ para los indecisos, aunque desde el Ministerio de Salud Pública de Reino Unido esperan que la colaboración ciudadana les ayude a atajar pronto el problema de 1.000 muertes anuales por falta de donaciones y 8.000 pacientes en espera. A partir de aquí, podemos preguntarnos si es este un buen sistema o no, pero desde luego algo hay que hacer.
En Reino Unido, un 27% de la población es donante de órganos, pero los responsables de Salud de aquel país aseguran que entre un 65% y un 90% de los británicos están dispuestos a convertirse en donantes aunque nunca llegan a registrarse como tales. Y ahí viene el problema: tras una colisión mortal, bastante doloroso es todo el escenario para los familiares de las víctimas como para irles pidiendo favores en ese momento tan delicado.
Quizá sea cierto que una autorización previa firmada de forma sistemática por la población, aunque a priori dé cierto yuyu pensar en lo que ocurrirá si todo sale mal en la carretera, sería una solución que, además, podría abrir las puertas a la resolución de otros problemas que puedan surgir en momentos tan difíciles como cruciales. Es una manera de asegurar el tiro mucho antes de que suceda… si sucede.
Y en ese sentido han surgido en España algunas voces críticas contra esta medida, como la del director de la Organización Nacional de Trasplantes, que vaticina la pérdida de entre un 30% y un 40% de donantes en Reino Unido. Haciendo un paralelismo con su experiencia personal en el terreno de las donaciones, cuenta que aunque el 42% de los españoles no estamos dispuestos a donar órganos, cuando hay un siniestro mortal ese porcentaje baja hasta el 16% ya que la familia de la víctima consiente la donación para salvar otras vidas. Por contra en EEUU, concretamente en el estado de Illinois, han comprobado un espectacular aumento del número de donantes, pasando del 38% al 60% de la población con esta medida que ahora se discute.
En cualquier caso, los responsables del banco de sangre y tejidos británico cuentan que cuando una persona firma su consentimiento se le insta a hablar del tema con las personas de su entorno para así evitar malentendidos si llega el momento de usar esa autorización, de manera que todo queda encauzado desde un primer momento para no malgastar tiempo ni esfuerzos en un escenario, el inmediatamente posterior al fallecimiento de la víctima, en el que el tiempo corre para quienes esperan un órgano.
En suma, nos encontramos ante un problema en el que se entrelazan varias cuestiones: la previsión, la voluntad y las convicciones de cada cual además de los puntos de vista que tengan los familiares, que no tienen por qué coincidir con los de la persona que fallece en el siniestro. ¿Es posible conjugar todo esto sin herir sensibilidades?
Vía | BBC, Cadena SER
Foto | make less noise, Municipalidad de Talcahuano