En los últimos años nos hemos familiarizado con el concepto “smart cities”, “ciudades inteligentes” en inglés, que basan su funcionamiento en el uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación para el desarrollo de servicios públicos. El principal objetivo de esta forma de entender la relación del ciudadano con el entorno urbano y la tecnología es el de conseguir infraestructuras que faciliten el día a día de sus habitantes y que contribuyan a su seguridad y a su bienestar. Si a esto le unimos la posibilidad de que la tecnología salve vidas, entonces estamos dando un salto cualitativo: esto es lo que pretenden precisamente los semáforos inteligentes, también llamados semáforos salvavidas.
Abriendo paso
Una tecnología que conecta los semáforos entre sí posibilita que también les lleguen las señales de vehículos de emergencia (policía, ambulancias, bomberos, etc.), de tal manera que los semáforos puedan “ponerse de acuerdo” para despejar las rutas de este tipo de vehículos y conseguir que el tráfico sea más fluido. El objetivo: ganar minutos fundamentales para que una persona que precisa de una asistencia urgente pueda obtenerla cuanto antes, aunque la situación crítica se produzca en una hora punta de tráfico.
Intercambio de información
Este sistema, que ya ha sido experimentado en ciudades como Londres, se basa en el intercambio de datos entre coches, vehículos de emergencia y semáforos en tiempo real, garantizando el control inteligente de los semáforos mediante la utilización de la tecnología de telefonía móvil C-V2X (cellular Vehicle-to-Everything). La IA (Inteligencia Artificial) y el IoT (Internet de las Cosas) se encuentran detrás de esta nueva forma de ordenar la circulación.
Y esta fórmula no sólo podría despejar el tráfico para que los vehículos de emergencias pudieran llegar cuanto antes a su destino. Sin abandonar Londres, en 2017 la capital del Reino Unido registró una media de seis siniestros diarios en los que estuvo implicada alguna ambulancia (el 39% de estos se produjeron en cruces, exactamente cuando el semáforo estaba en rojo para el vehículo sanitario). De ahí, que este sistema también sea especialmente eficaz para reducir los incidentes de este tipo, bastante frecuentes en las grandes ciudades.
Adaptarse al tráfico
Otras experiencias, como las llevadas a cabo en Holanda, permiten a los semáforos inteligentes sincronizar el movimiento de la propia ciudad, adaptando la cadencia de la regulación de sus luces en función de cómo está el tráfico en ese momento. La premisa es que el semáforo no permanece en rojo el mismo periodo de tiempo, sino que el tiempo varía en función del ritmo de la propia ciudad, de las personas que estén cruzando (a las que el semáforo detecta a través de unos sensores y cámaras) o del tráfico existente. Además, el tráfico nocturno no es el mismo que el diurno, y tampoco es igual en verano que en invierno, o en un día de lluvia que en un día soleado… todo ello lo tiene en cuenta el propio semáforo.
Semáforos medioambientales
Existen otro tipo de semáforos inteligentes que cuentan con sensores de velocidad incorporados para un tramo concreto. De esta manera, si un semáforo detecta que un conductor circula a velocidad muy alta, el resto de semáforos del tramo se cerrará para impedir que siga cometiendo esta infracción.
Los semáforos inteligentes no solo sirven para evitar atascos, percances o dar mayor fluidez a la circulación, sino que también ayudan a mejorar las ciudades en cuanto al medio ambiente y a su compromiso con la contaminación. Está demostrado que una ciudad con un tráfico congestionado es una ciudad más contaminada, debido a que los vehículos están obligados a parar y a volver arrancar en demasiadas ocasiones, lo que se traduce en mayores emisiones de CO2 a la atmósfera.