Algo que se alabó a Shyamalan, director de ‘El sexto sentido’, y acto seguido a Amenábar con ‘Los otros’ (aunque ambos guiones se redactaran prácticamente a la vez) fue la capacidad que tuvieron los dos directores, cada uno por su lado, de darle la vuelta a la tortilla hacia el final de esas dos películas. Y algo parecido a lo que experimentaban los protagonistas de sendas historias parece suceder con la seguridad vial vista por algunos conductores.
No son pocas personas las que ven las normas de circulación y los consejos más básicos que se puedan dar sobre seguridad vial como algo artificioso, alejado de la realidad. Paradójicamente, las historias que dan pie a esas normas y consejos tienen un origen real como la vida misma. Sin embargo, quienes no han visto de cerca esa realidad son incapaces, literalmente, de concebir las posibles consecuencias de no atender a esas normas y consejos.
Así que estamos ante un problema grave de credibilidad si lo observamos desde el punto de vista del conductor que cree que los mensajes que alertan de riesgos viales no son más que patrañas. Este problema de credibilidad, no obstante, visto por alguien que sí tiene claras las posibles consecuencias de un factor de riesgo vial, se muestra como un problema grave de inconsciencia (literal).
Un problema grave de inconsciencia, en el sentido de que cuando uno no es consciente de los riesgos que toma resulta ocioso intentar que comprenda la extraordinaria dimensión del problema al que, sin sospecharlo, se enfrenta cada vez que dice o piensa que no hay para tanto, que ya sabe cuidarse de sí mismo o que si tuviera que plantearse todos esos riesgos no saldría de casa.
Si no fuera por lo grave de este problema, resultaría hasta divertido comprobar que los unos y los otros tienen los papeles intercambiados, como en una de las películas referidas antes. ¿Quién vive en la realidad? ¿Quién vive en la ficción?
¿Es ceñirse a la realidad hablar de recaudación cuando se sanciona una conducción que puede derivar en un siniestro, por más que el conductor no perciba esa posibilidad? ¿Es ficción? ¿Es hablar de realidad hacer mención a un herido vial cuya vida ha quedado alterada por siempre jamás a partir de una determinada fecha, por más que nunca pensó que a él le pasaría algo así?
Quitando el porcentaje de suicidas que intentan quitarse la vida con el coche, cuyas intenciones dicen que representan un 2,6 % de los siniestros graves, no conozco el caso de nadie que lleve anotada en su agenda la fecha del día en que toca sufrir un siniestro vial. Una imagen como esa evocaría pura ficción. Por el contrario, la dura realidad queda marcada, cada año, en los calendarios de miles de personas.