La seguridad vial y los debates de superficie que supuestamente buscan una mejora profunda

Josep Camós

7 de junio de 2015

A sólo 5 años de distancia mental, 5 años que pasarán volando, tenemos el reto que nos impone 2020. El reto que nos impusimos con 2020. Ese año pasaremos la primera evaluación de esa ruta que acabará en 2050 y que contempla la reducción de la siniestralidad vial hasta cotas ínfimas. Dividir por dos la mortalidad vial en 2020 respecto a 2010, y reducirla de nuevo en 2050 en igual medida no es una tarea sencilla, de manera que estamos haciendo los deberes.

Esos deberes contemplan la necesidad de abrir a la sociedad el campo de la Seguridad Vial, hacer partícipes a todos los ciudadanos del problema vial y conseguir su implicación para conseguir unos objetivos que interesan a todo el mundo, sin que no todo el mundo sea consciente de ese interés. Se están haciendo los deberes con mesas de debate, ponencias y reuniones, por ejemplo en el marco de la Seguridad Vial Laboral, que ahora figura en la lista oficial de prioridades. La pregunta es si con esos deberes hechos llegaremos a tiempo no ya de aprobar sino de hacerlo con buena nota.

España es uno de los países que más ha avanzado en resultados relativos. Estamos en la quinta posición de los países que más han reducido su siniestralidad en los últimos tiempos, y de hecho sabemos que hay periodos concretos en los que el avance ha sido ejemplar. Por ejemplo, junto con Eslovaquia, Letonia y Lituania, España forma parte del pequeño grupo de países de la Unión Europea que tuvieron reducciones de siniestralidad superiores al 63 % incluso antes del reto de 2020 y 2050 (entre 2001 y 2013).

¿Es ese un buen resultado? Depende de cómo se mire. Es un resultado relativo al resto de países. Es también un resultado de mejoras. Por lo tanto, el que peores números presentara hace unos años, mejores resultados puede haber obtenido respecto del que ya estuviera haciendo los deberes desde hace más tiempo. La cuestión es también si se está haciendo lo suficiente para conseguir que esos resultados sean duraderos. Porque conseguir una reducción de la siniestralidad notable en unos pocos años y que esa perdure más allá de un compromiso adquirido sobre el calendario exige que estemos remando todos en una misma dirección, y con un cierto ritmo.

Y por ahora no tenemos ni lo uno ni lo otro.

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No remamos todos en una misma dirección, porque aunque el objetivo está muy claro no existe una unidad de criterio. Tomemos como ejemplo el campo de la formación de conductores, sin ir más lejos, y nos encontraremos con un abanico de posibilidades absolutamente dispares, defendidas cada una de ellas por sus valedores. Formación, pero qué clase de formación, es la pelea que nos ocupa desde hace ya ni se sabe cuánto tiempo. Que si formación en las escuelas, que si formación en las autoescuelas, que si formación al margen de las autoescuelas pero en escuelas de conducción, que si formación al margen de todo lo demás, enmarcada en los planes de prevención de riesgos laborales de las empresas, que si…

Y el reloj sigue marcando las horas mientras el mundo enloquece con este asunto tan básico como de urgente resolución. ¿Tan difícil es trazar un plan de formación común para todos los usuarios de la vía, si ya estamos todos convencidos de que esa es la mejor manera de atajar la falta de formación de la ciudadanía? Resulta chocante, absurdo y hasta sospechoso que, a estas alturas de la no-fiesta, en cualquier mesa de debate, ponencia y reunión, el clamor sea «necesitamos formación», y no «en tal año la formación va a ser así, así y así». Porque eso es lo que deberíamos tener trazado ya.

Tampoco se demuestra criterio, ni mucho menos ritmo, en quién debe ponerle el cascabel al gato. Y en este sentido hay que aludir a la perversión de un concepto: la corresponsabilidad que se pide desde la Comisión Europea. Corresponsabilizarse de la consecución de objetivos supone que todo el mundo debe estar implicado para conseguir esos objetivos, pero no exime de que exista un director de orquesta cuya batuta se encargue de organizar a todo aquel que esté corresponsabilizado de mejorar los resultados.

Mejorar la seguridad vial:
Quién, qué, dónde, cuándo, por qué y cómo

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De las seis W periodísticas, que nos vienen muy bien para abordar hechos en general, tenemos:

  • Who, o quién: DGT, que es quien tiene las atribuciones.
  • What, o qué: poner orden en este batiburrillo.
  • Where, o dónde: en España, dentro del contexto que marca la Unión Europea.
  • When, o cuándo: desde ya, y de forma permanente para siempre.
  • Why, o por qué: por la consecución de objetivos.
  • How, o cómo: desechando ya las redundancias.

Hagamos hincapié en dos puntos esenciales, que por desgracia nos vienen contrapuestos: el When y el How. Desde ya, es evidente, y de forma permanente para siempre, porque el riesgo que corremos ahora mismo es estar haciendo las cosas para salir bien en la foto de 2020, sin que existan unas bases sólidas que garanticen la continuidad de esos resultados. Algo así como confundir hacer los deberes con estudiar la noche antes del examen. Y eso entra en contradicción con el How actual, que no pasa mucho de ser un fino ejercicio de marear la perdiz dándole vueltas a conceptos que ya están más que claros, confundiendo la necesidad de introducir el problema a los neófitos con hacer de esa introducción el madero al que agarrarse cuando no hay mucho más que contar.

Una forma de saber si estamos haciendo los deberes o si se trata de mero postureo, cuando acudimos a uno de estos debates, una de estas ponencias, una de estas reuniones, consiste en medir, a peso, qué ocupa la parte del de dónde venimos, qué ocupa la parte del adónde vamos y cómo se cubre la diferencia, con temas concretos. Al que explique en su debate, en su ponencia, en su reunión, el What de la anterior lista con un mínimo de detalle, le daremos un premio a la originalidad. Mientras tanto, seguiremos esperando a que termine la eterna introducción a la Seguridad Vial