En las vías públicas en España, calles, carreteras, autovías y autopistas, hay límites de velocidad máxima. Se imponen por ley, ya sea un límite genérico, por el tipo de vía, o un límite específico, en un tramo en concreto, y es obligatorio cumplirlos, arriesgándose el conductor que no lo haga a ser sancionado. Hasta aquí, nada nuevo que un conductor no sepa.
Hay diferentes motivos por los cuales se establecen estos límites de velocidad: el primero es la seguridad, pues dependiendo del tipo de vía, de la anchura de la calzada y de los carriles, de la existencia de cruces o pasos de peatones, al llegar a curvas, ante la posibilidad de que aparezcan animales, por no haber arcén o ser estrecho, etcétera, etcétera, una velocidad mayor supondría un peligro también mayor.
Pero también puede haber otros motivos por los cuales se establecen ciertos límites: por ejemplo que la carretera pasa muy cerca de viviendas y se intente contener el ruido que les llega, porque hay muchas salidas y entradas, porque la densidad de tráfico suele ser muy alta o porque se pretende contener o reducir el consumo de los vehículos y la contaminación derivada.
Sea como sea, y aunque en ciertas carreteras podría incluso ponerse sobre la mesa y debatir si no sería posible circular algo más rápido, lo más importante es que debemos ser conscientes de qué es la velocidad, qué supone en la práctica que llevamos y qué riesgos entraña.
Cualquier carretera no está pensada para circular a cualquier velocidad. Cuando se diseña el trazado de una carretera o autovía, hay una velocidad de diseño para esa vía, que depende de la anchura, de los arcenes, de la pendiente, del radio de las curvas, del peralte de las curvas, del agarre o adherencia que tiene el pavimento, del vallado…
Velocidad: muchos metros en un solo segundo
Hay una máxima que impone la Física, y que no podemos discutir: a mayor velocidad más rápido pasan las cosas, más delicado y complejo es manejar un vehículo, más graves son las consecuencias de maniobras súbitas o violentas, más difícil resulta frenar el vehículo y más graves son las consecuencias de un accidente.
La velocidad es la distancia que recorremos en una unidad de tiempo. Cuando en una calle tranquila de un barrio hay un 30 km/h de velocidad máxima, eso significa que circulando a esa velocidad en un segundo avanzamos 8,3 m.
Pensemos por ejemplo en las razones para ese límite: necesitamos ir despacio para poder reaccionar y poder detener el vehículo en pocos metros, porque puede haber niños jugando, o quizás salga corriendo un perro que se ha escapado, o nos encontremos un coche que está desaparcando.
Cuando en una carretera convencional, secundaria, hay un límite de 90 km/h, eso significa que en un segundo avanzamos 25 m. Eso es mucha distancia, es la longitud de una piscina, o unos cinco coches y medio puestos en fila. Y en autopista, con el nuevo límite de velocidad máxima específica de 130 km/h, eso significa que en tan solo un segundo nuestro vehículo avanza 36,1 m, que viene a ser la altura de un edificio de 11 plantas.
Pensemos que de manera aproximada, un coche convencional sobre suelo seco, necesita del orden de 80 a 100 m, si el estado de conservación y mantenimiento del coche es óptimo, para frenar de 130 km/h a 0 km/h. Y no olvidemos que si los frenos van un poco gastados, si los neumáticos también están un poco gastados y los amortiguadores también tienen ya sus kilómetros, necesitará más metros. Y ojo, que a la distancia de frenado también hay que sumar la distancia que se recorre en el tiempo que el conductor tarda en reaccionar (aproximadamente tres cuartos de segundo).
Aunque seamos conductores expertos y prudentes, no podemos descartar que pueden aparecer imprevistos, incluso en autopista: puede sobrevenirnos un reventón de un neumático, tanto más probable cuanto mayor es la velocidad, o pueden aparecer inesperadamente unos animales que han saltado o roto la valla.
Si llueve, nieva o hay niebla, hay que reducir la velocidad
Es también muy importante que además de pensar en los límites, pensemos en adecuar la velocidad a las condiciones de nuestro coche, de nuestras capacidades y estado, del estado de la meteorología, del estado de la vía y del estado del tráfico.
Por ejemplo, un coche más pesado tiene reacciones más complejas, por mayores inercias, y tarda más en frenar que un coche más ligero. Nuestro mismo coche, no se comporta igual si lo conducimos nosotros solos, con el maletero vacío, o si además de nosotros llevamos tres pasajeros adultos y el maletero cargado, que pueden suponer 275 o 300 kg más de peso.
De la misma manera, nuestro tiempo de reacción como conductores tampoco es igual si estamos en perfectas condiciones, frescos, descansados y despiertos, que si estamos cansados, tenemos algo de sueño o nos encontramos enfermos.
Si estamos en un tramo de autopista con un límite de 130 km/h, pero se pone a llover, no podemos pretender seguir circulando a la misma velocidad, porque las condiciones cambian, y la seguridad disminuye: la visibilidad empeora y sobre todo la adherencia de las ruedas al asfalto disminuye debido al agua de la lluvia, es más fácil que el coche pierda tracción y estabilidad y además se requieren más metros para frenar. Hay que circular más despacio, no queda otro remedio, y guardar más distancia de seguridad.
Aparece aquí otro tema muy importante, del que tenemos que hablar frecuentemente, y estrechamente relacionado con la velocidad: a mayor velocidad tenemos que guardar más distancia de seguridad, no lo olvidemos.
Lo mismo, pero amplificado, sucede si nieva o si hay hielo, la adherencia de las ruedas sobre el pavimento disminuye todavía más: habrá que reducir la velocidad todavía más.
Y cuando hay niebla, tanto más si es espesa, disminuye tanto la visibilidad que no se podrá circular a una velocidad superior a esa que nos permita detenernos en la distancia que seamos capaces de ver. Si solo somos capaces de ver 15 m por delante de nosotros, el equivalente a poco más de tres coches en fila, no podremos circular a más de unos 35 km/h, porque tardaremos en reaccionar unos 7,3 m y nuestro coche tardará en frenar unos 7,2 metros (y ya casi nos ponemos en esos 15 metros, más allá de los cuales no vemos si hay un coche detenido oculto por la niebla).
En general tenemos carreteras cada vez más seguras y coches modernos también cada vez más seguros, donde la sensación de velocidad es menor y donde es bastante cómodo circular a alta velocidad. No es cuestión de demonizar la velocidad ni de conducir atemorizados, pero sí de saber que la velocidad no es un juego, las carreteras no son un circuito, y que supone inevitablemente algunos riesgos que debemos tener presentes para conducir con precaución, sensatez, inteligencia y seguridad.
En Circula Seguro | Velocidad percibida vs. velocidad real