Las rotondas o glorietas, ¿qué haríamos sin ellas? Tendríamos menos de qué hablar, eso seguro. Ya repasamos en su momento cómo circular por una glorieta (con sus tres partes y anexo), y dimos unos consejos extra para circular por ellas con seguridad, pero la glorieta siempre atrae nuestra atención, ya que aunque es teóricamente sencillo y está meridianamente claro cuál es el mejor modo de afrontarlas… en la práctica no se consigue de forma general.
La pregunta que planteamos es muy sencilla: «¿Se puede acceder a una rotonda si otro vehículo circula por un carril interior?». Su respuesta no lo es tanto. Y aunque no lo es tanto, sigue siendo una respuesta sencilla. El problema viene de donde vienen siempre los problemas: pasar de la teoría a la práctica tiene un inconveniente que es, precisamente, el factor humano y la prisa perentoria que lleva siempre asociado.
Lo primero, veamos la explicación que mi buen compañero Josep suele contar:
«Desenrolla la rotonda y hazla una calle de tres o cuatro carriles. Hay un tipo que va por el cuarto carril. Yo me incorporo al primer carril»
¿Qué sucede? No debería pasar nada si el conductor que va por el carril interior no indica que va a pasarse al carril exterior (que es el que se utiliza para salir de la rotonda) antes de que nosotros nos estemos incorporando.
Es fácil de ver que si la rotonda es de un único carril, siguiendo el ejemplo anteriormente entrecomillado no podremos acceder a la rotonda si es que hay otro coche que está circulando ya en su interior: «toda maniobra de desplazamiento lateral que implique cambio de carril, deberá llevarse a efecto respetando la prioridad del que circule por el carril que se pretende ocupar».
¿Qué pasa en un caso general? Cuando digo general, me refiero a un caso real en la calle, lo que podemos ver a diario en cualquier parte. Lo que puede suceder es que el de dentro de la rotonda cambie de carril sin avisar, y si nosotros nos incorporamos siguiendo la lógica anterior acabaremos sufriendo una colisión. La forma correcta sería 1) hacemos el ceda, 2) si nadie ocupa nuestro carril, nos incorporamos, 3) si queremos cambiar de carril, indicamos y realizamos la maniobra cuando sea seguro (y mientras no lo sea seguimos girando).
Ahora bien, sabemos que los casos ideales y los protocolos teóricos se los lleva el viento y las prisas. En las rotondas, lo que veo con más frecuencia es la prisa. Prisa por entrar, prisa por salir, prisa para no tener que hacer el ceda (¡horror!). Trazadas de rally libro por el centro de la misma sin usar los intermitentes (¿para qué?), y poco respeto por el cómo circulan los demás, los que ya están dentro.
Sin prisas, la gente haría un ceda tranquilamente, se incorporaría con seguridad, maniobraría con anticipación y todo fluiría. Uno podría entrar en la glorieta si el resto de coches circula por los carriles interiores, si no han indicado cambio hacia el carril exterior. Pero con prisas, ¿quién se arriesga?
Este es uno de los típicos casos en los que se da una respuesta teórica, pero entonces viene la realidad y estropea totalmente la solución.
Foto | Hadrian Rodriguez