Hasta hoy hemos dicho que, excepto en condiciones donde realmente suponga una mejora en la seguridad, la mejor respuesta a ¿se lo digo? es no; tanto si vemos que se va a equivocar de trayecto, como si está realizando una infracción. Hoy quiero tratar otra situación donde la respuesta es un NO aún más rotundo: conductores noveles.
En el fondo, está en la naturaleza humana. Cuando vimos a alguien que está al principio de una experiencia vital que hemos vivido, no podemos evitar adoptar cierta postura protectora. Sin embargo, en la conducción esta actitud paternal puede no ser tan adecuada. Y mucho menos, in-situ. Veamos por qué.
La conducción es una actividad compleja y adquirida. Es decir, no nacemos con esa habilidad, sino que tenemos que aprenderla. Precisamente por ese motivo nos ponemos en manos de profesores que están formados específicamente para transmitir los conocimientos necesarios para circular de forma segura.
Incluso después de haber aprobado el examen, el nuevo conductor debe seguir aprendiendo y ganando experiencia. Al encontrarse en esta situación nueva, sin la red de seguridad que representa el doble mando, lo más normal es que un conductor novel esté nervioso y preocupado por molestar, o incluso provocar peligro. Incluso, puede llegar a sentir miedo.
Si, por ejemplo, se le cala el coche a la salida de un semáforo, su nivel de estrés es enorme. Sabe que se ha equivocado, que está molestando a los demás. Si, además, su acompañante le recrimina el error, la situación puede llegar a ser explosiva: más errores por parte del novel. En el mejor de los casos, se le podría volver a calar. Pero el error se produce estando ya en marcha… todos sabemos lo que puede llegar a pasar.
La naturaleza humana es tan curiosa que incluso las palabras «tranquilo, cálmate» pueden tener el efecto contrario. Más de una vez (en contextos que no tienen nada que ver con la conducción) he visto como palabras de ese estilo son replicadas con un aún más histérico «no me digas que me calme».
En fin, que quizá lo mejor es simplemente actuar como no pasara nada. Obviamente, no nos vamos a poner a hablar del tiempo cuando está intentando arrancar y no lo consigue. Dejemos que el nuevo conductor se centre en lo que tiene que hacer. También hay que tener en cuenta el lenguaje corporal. Si lo miramos con la boca abierta y los ojos cual dos de oros, poco le ayudaremos.
Aunque es muy noble la intención de ayudar y aconsejar, hay que hacerlo con responsabilidad. Un conductor medio no ha recibido la formación adecuada para enseñar. En otros ámbitos de la vida, ésta puede ser la mejor forma de aprender. Pero en una actividad compleja, que conlleva tanta responsabilidad, la enseñanza debe estar a cargo de profesionales.
Además, incluso los buenos conductores, al cabo del tiempo acaban conduciendo de una forma algo diferente a como se enseña en autoescuela. No hablo sólo de vicios nocivos. En muchos casos, eso no tiene porque ser malo. Por ejemplo, con el tiempo y la experiencia, uno puede aprender a saltarse una marcha para acelerar/frenar más, a observar las intenciones de los demás coches con antelación, ganando en agilidad en las intersecciones, etc.
Eso lo puedo atestiguar yo mismo. Tras quince meses de carnet, mi actitud ante determinadas situaciones ha cambiado. Creo que he mejorado en seguridad y agilidad, aunque aún me falta mucho. Pero eso ha sido precisamente gracias a esos 28 mil kilómetros que llevo recorridos. Cuando era novel, conducía exactamente como lo hacía en las prácticas. Y eso me sirvió como punto de partida para ganar la experiencia necesaria.
Pues bien, teniendo eso en cuenta, debemos dejar que un conductor novel circule de exactamente la misma forma que le han enseñado. No podemos arriesgarnos a darle mensajes que contradigan, aunque sólo sea en minúscula parte, los conocimientos que acaba de aprender. Precisamente porque necesita afianzarlos, no ponerlos en duda.
Un conductor novel ha aprobado un examen que, en principio, le garantiza tener las habilidades y conocimientos necesarios para empezar a desenvolverse con seguridad en el mundo real, a aprender por su cuenta. No nos necesita, ya ha tenido un profesional que le ha instruido.
Y mucho menos necesita que le recriminen sus errores. Porque así es como suena, incluso si se hace con la buena intención de ayudar, cualquier comentario no hace más que remarcar que ha cometido un error, y que los demás nos hemos dado cuenta.
En definitiva, durante estos tres artículos hemos visto que, a menudo, lo mejor que puede hacer un copiloto es cerrar la cremallera y quedarse callado, en lo que se refiere a comentarios referidos sobre la conducción. Tan sólo debemos permitirnos la intromisión en casos en que sea una ayuda imprescindible, siempre y cuando se haga con la antelación suficiente para no crear situaciones apuradas. Cuando nos sentamos a la derecha, esa es nuestra responsabilidad.
Fotos | Jaume, Freddy the boy