Una vez escuché a alguien que comparaba el arcén con un acantilado. Un filo al borde del cual circulamos, una frontera que no podemos traspasar, so pena de despeño. Ahora bien, esta misma persona comparaba el Gobierno con una democracia, sus comparaciones no eran muy de fiar. Sin embargo, esa en concretose me incrustó en la cabeza, no puedo evitar imaginarme el coche dando vueltas de tonel terraplén abajo cada vez que veo a otro conductor recortar por el arcén en una curva muy cerrada, como las temibles «paellas» que encontramos en las salidas de autovías y autopistas.
En mi recorrido diario paso por una de estas curvas de 270º (aunque, en este caso, no está exactamente en una autopista). La verdad es que en la práctica de ocasiones en que hay otro vehículo, éste acaba invadiendo el arcén. Desde el punto de vista de la conducción pura y dura, no hay duda de que es más fácil y cómodo tomar la curva recortando, haciendo que parezca un poquito más recta. Pero cuando estamos en la vía pública, no sólo se trata de conducir un vehículo aislado, sino de circular en sociedad.
El caso es que el arcén no es asfalto sobrante que podemos utilizar a nuestro antojo y conveniencia. De hecho, además de servir como cobijo para quienes deben hacer una parada de emergencia, es la casa de algunos tipos de usuarios. Si recordamos aquellos lejanos tiempos de la autoescuela, seguro que el profesor intentó hacer que aprendierais quienes pueden (y deben) hacer el uso del arcén.
En mi infancia automovilística, el latiguillo nemotécnico usado en la clase rezaba algo así como «pies, patas y dos ruedas«. Los pies se refieren a peatones, quienes en ausencia de acera o lugar más adecuado, deben caminar por el arcén de su izquierda (por eso de ver venir los coches de cara). Las patas se refieren a animales; aunque las trashumancias puedan sonar de lo más añejo, haberlas haylas, todavía. Lo de dos ruedas es un poco confuso, ya que las motos no computan; sólo los ciclomotores y bicicletas (incluso los ciclomotores de tres o cuatro ruedas…).
Además, la regla nemotécnica se olvidaba de los vehículos especiales (de hasta tres toneladas y media). Supongo que una regla nemotécnica no es digna del nombre si no te obliga a tener que ejercitar la memoria para recordar las excepciones. Eso, o que mi profesor no era muy bueno buscando nemotecnias…
Sea como fuere, lo importante es recordar que el arcén no es un simple anexo que podemos utilizar para recortar, cual monoplaza en un piano. El arcén es un carril más, destinado a la circulación de algunos vehículos y personas. Además, es el lugar más natural donde uno va a inmovilizar su coche si, por algún motivo, éste deja de funcionar. También si lo que deja de funcionar es el conductor (por ejemplo, si se encuentra mal).
En definitiva, el arcén no es un acantilado, sino que es la casa del vecino. Una casa donde uno no puede entrar sin asegurarse que permiso (o, por lo menos, eso es lo normal; no sé que relación tendrás tú con tus vecinos…).
¿Por qué recortar por el arcén?
De hecho, para que recortar por el arcén suponga una ventaja real en la conducción (que no en la circulación) deben confluir dos factores: que la curva sea lo suficientemente cerrada, y que nos movamos a tanta velocidad que sea difícil mantener la curvatura normal de la carretera.
Sin embargo, ambos factores no son independientes. Cuanto más rápido avancemos, más difícil nos será mantener la trazada normal. Esto es un concepto fundamental de Física; la fuerza lateral (centrípeta) que deben proporcionar crece mucho con la velocidad, y decrece con el radio de curvatura. Por el contrario, cuanto mayor sea el radio de curvatura, tanto menor fuerza lateral.
Precisamente, el recortar la curva permite incrementar el radio de curvatura de nuestra trayectoria (hacemos que la curva sea un poco más recta). Eso hace que la fuerza lateral necesaria para realizar la trayectoria recortada sea algo menor. Ese margen extra lo podemos utilizar para ir un poquito más rápido.
Es por eso que, si tomamos una curva demasiado rápido, instintivamente podemos sentir la necesidad de tirarnos hacia el interior de la curva. Supongo que esa es la razón por la que el 95% de los coches que veo tomar el mismo paellón que yo acaban viéndose obligados a recortar por el arcén.
Dándole la vuelta al argumento, con tal de ir un poquito más lento podemos trazar la curva tal y como fue concebida, sin la necesidad de meter nuestro coche en el hogar de los que tienen pies, patas o dos ruedas. Si circulamos a la velocidad adecuada no hay excusa para circular por el arcén.
Lo que podría pasar
De lo que hemos dicho hasta ahora, se deduce que donde realmente se puede conseguir una ventaja en la conducción (repito, nunca en la circulación) al recortar por el arcén es en curvas muy cerradas. Por su propia naturaleza, esto significa que son las curvas con menor visibilidad.
Supongo que ya veis por donde voy. Irrumpir en el lugar destinado a algunos de los usuarios de la vía pública más débiles, sin apenas poder atisbar lo que está por delante, es una invitación en bandeja de plata a arrollar a alguien.
Esta mañana, al tomar la curva cerrada que os comentaba, he calculado que en medio de la trazada mi visibilidad sobre el arcén era de apenas unos quince metros. Al hacer esa observación yo estaba en la calzada. Obviamente, si hubiera recortado mi trayectoria, y me hubiera situado con medio coche en el arcén, la proximidad con el límite de la plataforma viaria provocaría que la visibilidad fuera aún menor.
Esos 15m a unos 40km/h se recorren, si los números no me fallan, en algo menos de segundo y medio. Un tiempo bastante escaso para reaccionar a un estímulo que no estamos esperando. Y si reaccionamos, dar un bandazo en plena curva cerrada no parece muy recomendable.
Ciertamente, el arcén pavimentado no es un precipicio. Los conductores que veo cada mañana recortar no se van a caer por él. Pero si lo hicieran, por lo menos lo harían solos. No se llevarían a nadie por delante.
Seguramente nunca me podré quitar la manía de imaginármelos rodando terraplén abajo. Lo que espero no tener que ver nunca a alguien atropellando a un ciclista. O a un pobre diablo que se ha tenido que detener en plena curva a cambiar una rueda.
Fotos | Highways Agency, Cogdog, Daniel Lobo