Uno de los aspectos más relevantes que refleja la falta de sostenibilidad en nuestro país es el transporte por carretera. Su impacto en el aumento de emisiones, el consumo de suelo y la siniestralidad es elevado y hace del tráfico motorizado un grave problema medioambiental. Es por ello que, en contraposición de las medidas de movilidad sostenible que tan en boca de todos están hoy en día, hemos querido poner de relieve todas aquellas acciones que conforman lo que resulta prioritario atacar: la movilidad insostenible.
Desgraciadamente, este es el modelo predominante en la mayoría de las ciudades. Núcleos urbanos ocupados por los coches, congestionados y con altos límites de velocidad que convierten las calles en una selva donde los accidentes se suceden afectando especialmente a los colectivos más vulnerables.
¿En qué afecta la movilidad insostenible a la seguridad vial?
Los beneficios de la movilidad sostenible parecen estar claros y todo aquel a quien se le pregunte coincide en estar de acuerdo con las medidas que la promueven pero, ¿y si por un momento destacamos los perjuicios de la movilidad insostenible? La absoluta dependencia del automóvil afecta al bienestar y calidad de vida, a la competitividad de las compañías y la industria y conforma una mentalidad férrea con hábitos que cuesta en exceso modificar en favor de conductas más sostenibles.
La seguridad vial se ve afectada por todo ello, puesto que el reinado de los vehículos en las calles y carreteras aumenta las posibilidades de siniestro, la accidentalidad in itinere, el estrés por la congestión de tráfico y la mala adaptación de las nuevas alternativas de movilidad.
Congestión
Ya lo afirmó Díaz Ayuso: “Los atascos son una seña de identidad de Madrid”. Y esa es la mayor preocupación de quienes deben de desplazarse durante las horas puntas, pero también de quienes viven a las afueras de las ciudades y desean disfrutar de la oferta de ocio durante los fines de semana. Además, los atascos suponen una absoluta pérdida de tiempo: en España estamos casi 10 horas al año atascados dentro del coche. Este es uno de los motivos principales por los que muchos se han decidido a usar el transporte público para ir y volver de sus puestos de trabajo, dado que la calidad de vida y la conciliación familiar mejoran considerablemente. Y con ellos, la ansiedad y el estrés al volante, principales factores de accidentes provocados por el error humano.
Ruido
Aquellos que tienen su vivienda localizada dentro de las grandes ciudades reconocen que este es otro factor de riesgo y que sin duda afecta a la seguridad. Según la OMS se estima que más del 40% de la población europea está expuesta a niveles de ruido que superan los 55 dB. Esto, además de afectar al sueño y a la salud psicológica de los ciudadanos, provoca que el ruido del transporte urbano se convierta en un contaminante invisible con numerosos efectos negativos sobre la salud auditiva. Por su parte, los coches “silenciosos” tampoco terminan de encontrar su sitio en las calles, puesto que también generan un leve impacto en las cifras de siniestralidad, sobre todo en su convivencia con las personas con discapacidad visual.
Accidentalidad
Los siniestros de tráfico ya se han convertido en la primera causa de muerte por accidente laboral en España, debido principalmente a la enorme cogestión dentro y fuera de las ciudades. ¿Los motivos? Como hemos comentado en apartados anteriores, perder tiempo de descanso, conducir con tensión, encontrar dificultades de aparcamiento y el estrés por llegar tarde al trabajo son claves para favorecer el incremento de accidentes.
Exclusión social y laboral
En nuestra movilidad actual predomina el vehículo privado y eso provoca que aquel que no tenga uno a su disposición esté en desventaja competitiva con el resto. Tener permiso de conducir y disponer de vehículo propio son factores importantes a la hora de acceder o no a según qué puestos de trabajo. Además, muchas zonas industriales y empresariales del anillo exterior de las urbes no disponen de buenas conexiones con el transporte público.
Contaminación, consumo de suelo y derroche energético
El transporte es uno de los mayores responsables de las emisiones de efecto invernadero y según la Agencia Europea del Medio Ambiente, el principal riesgo para la salud a escala mundial. Junto al aumento de los niveles nocivos de contaminación, que provocan muertes prematuras (unas 430.000 en todo el mundo) y problemas cardiovasculares y respiratorios, se une que el suelo se ha configurado para el vehículo a motor, el cual consume más del 60% de la superficie urbana. Aún sin darle uso (estando aparcado) el coche resta espacio para el ocio, el deporte y el comercio, aumentando la agresividad del tráfico y restando autonomía a grupos poblacionales como los mayores y los niños.
¿Cuáles deberían ser las principales líneas de actuación?
Según organizaciones como Ecologistas en Acción la acción más necesaria es la restricción del uso del coche. Para ello es necesario cambiar la conciencia alrededor del uso del transporte público, dando más facilidades a este y menos al motorizado, pero también reducir su espacio en la ciudad con menos carriles y menos posibilidades de aparcamiento en los cascos urbanos. Además, deben establecerse perímetros de prioridad residencial y peatonal, limitarse la velocidad e, incluso, aumentar el número de peajes.
Por supuesto, resulta necesaria una mayor formación para poder disponer de todos los recursos para desplazarse con seguridad. Informar a los ciudadanos para comprender que la restricción al coche no supone una limitación de sus libertades y comunicar la enorme problemática derivada de su excesivo uso para no minimizar su impacto. Desde las administraciones autonómicas y locales debe existir un espacio abierto a la colaboración con políticas coherentes en relación al incremento de trenes cercanías, a la mejora de las infraestructuras de transporte obsoletas y al fomento de medios urbanos más ecológicos.
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