Cuando hablamos del ángulo muerto de los vehículos, normalmente pensamos en la zona que queda por detrás de nuestro punto de visión. En esos casos, una cuidada observación correcta por los espejos debería ayudarnos a reducir el problema. Y en el caso de vehículos de grandes dimensiones, ya hablamos de la lente Fresnel Truckview, que nos puede venir bien para observar lo que nos rodea.
Sin embargo, en los turismos existe todo un espacio que queda más o menos delante de nosotros y que en muchas ocasiones no apreciamos bien, normalmente por una deficiencia en nuestra forma de observar el entorno. Hace unos días, Raimundo nos envió un mensaje en el que nos invitaba a recapacitar sobre ese punto ciego que queda entre el parabrisas y la ventana lateral, justo donde se sitúa el marco de la estructura metálica del vehículo. Una observación descuidada de nuestro alrededor nos puede llevar a que ese punto ciego nos juegue una mala pasada cuando, por ejemplo, se acerque por nuestro lateral un peatón, una bicicleta o una moto… y no lo veamos llegar.
Dicho de otra manera: si no observamos bien, puede suceder que vayamos nosotros tan tranquilos y en un momento dado se nos meta alguien por en medio sin que nos demos cuenta. La solución al problema pasa por tener claro un principio de oro:
«Que no veamos a nadie no significa que no haya nadie»
Si tenemos clara esta frase, habremos iniciado el camino hacia la resolución del problema del ángulo muerto, punto ciego o como queramos llamarlo.
Al final, se trata de desterrar de nuestro vocabulario la frase «es que no lo he visto». Cuando manejamos un vehículo, el 90% de la información que nos llega nos entra por los ojos. Si no vemos todo lo que nos rodea, nos faltará la información necesaria para tomar nuestras decisiones al volante, y por tanto existirá un enorme riesgo de que nuestras decisiones no sean demasiado afortunadas. Conclusión: vale la pena mirar e informarse. Vale la pena observar correctamente y nunca suponer que «ahí no hay nadie». El que supone está condenado a equivocarse (antes o después). Por contra, el que observa adecuadamente tiene menos posibilidades de errar cuando toma una decisión.
Como sucedía con el asunto del ángulo muerto en los retrovisores, la clave está en mover nuestro punto de visión. Si giramos un poco la cabeza iremos supliendo la carencia visual que nos impone el marco de la carrocería del coche. Y eso es de obligado cumplimiento en intersecciones y en pasos de peatones, donde el peligro es más que evidente. No podemos caer en un exceso de confianza y considerar que lo que nos muestra el parabrisas es el fiel reflejo de la realidad que nos rodea. En lugares así, un ligero movimiento de cabeza nos puede ahorrar un buen susto.
Foto | Josep Camós