Nos avisa José Luis, informático de profesión. Él ha intentado por todos los medios darse de alta en eso de la DEV, la dirección electrónica vial con la que podemos comunicarnos con Tráfico, recibir sus notificaciones y ser enormemente felices ya que con un simple trámite tenemos resuelta toda la comunicación sobre asuntos del conductor y del vehículo. José Luis lo ha intentado… y ha desistido. «Llevo tres semanas intentándolo – nos cuenta – y es imposible». A diferencia de lo que me ocurre a mí, que no tengo certificado digital tal y como se ve en la imagen de cabecera, él reúne todos los requisitos que pide Tráfico para gestionar sus comunicaciones vía DEV, pero a la práctica no hay manera.
Como yo de estas cosas sé lo justito para ir tirando, pregunto aquí y allá, y repregunto a nuestro interlocutor, que me explica los detalles técnicos de su problema. Son matices que, entre nosotros, pintan más bien poco en una publicación como la nuestra, así que me los ahorro de momento. Lo que sí que pinta, y mucho, es la no-solución que le dieron desde la Administración, desde el teléfono 060 para ser más precisos:
Sentimos no poder solucionar su problema.
Si es cierto que la mujer del César debía ser honrada y parecerlo, no menos cierto es que las administraciones deben predicar con el ejemplo cuando dicen estar al servicio del ciudadano que les paga el sueldo. En ese sentido, la gestión de la comunicación vía DEV, que se planteó como una forma de acercar la Administración a los administrados, debería funcionar sin demasiados ambages. De lo contrario y por oposición, se acentúan las distancias ya existentes entre los conductores y la DGT.
Evidentemente un sistema puede tener errores. No está ahí el problema. Donde hay un error hay una oportunidad de resolver una disfunción e incluso de aprender de las cuestiones resueltas. Si no fallaran las cosas, seguramente no progresaríamos. La Historia de los inventos y descubrimientos alberga ejemplos de sobra para ilustrar estas palabras.
El problema está en no reconocer el error o en no saber ni por dónde viene, como ocurre cuando un usuario que quiere darse de alta en un servicio de comunicación con la Administración obtiene por respuesta varios «manténgase a la espera y le paso con otro operador» que acaban en un simple «busque la ayuda de un informático», lo cual tiene su guasa cuando el usuario es informático de profesión, no me diréis que no.
El mantenimiento de los elementos del tráfico
Por si hay alguien interesado en el problema puramente técnico, diré que al parecer se trata de una incompatibilidad entre versiones Java. La web de Tráfico necesita una versión, la 6.23, que Java ya no pone a disposición de los usuarios que acceden a su sitio para descargarla, ya que sólo ofrecen una versión posterior, la 6.24.
¿Cómo es esto posible? No lo sé, y de hecho no me importa demasiado. Eso lo dejo para los profesionales como José Luis, que es quien me ha resuelto la duda técnica. Yo me quedo con la incapacidad de nuestra Administración para resolver este problema de mantenimiento puro y duro, y con la idea de que lo fácil es lanzar cosas nuevas y no mantenerlas para que el usuario pueda utilizarlas sin más.
Es muy fácil lanzar algo nuevo, mientras que lo difícil es mantenerlo como el primer día. Lo vemos entre nuestros conductores, cuando se conforman con aprobar unos tristes exámenes una vez en la vida y luego no profundizan en su formación y ni siquiera actualizan sus conocimientos. Lo vemos también en esos vehículos que piden a gritos un poco de atención mecánica antes de reventar por los cuatro costados. Lo vemos, por supuesto, en nuestras vías, caras de proyectar y ejecutar pero baratísimas de mantener.
Y lo vemos hasta en un sitio web de atención al conductor. Fanfarrías mil a la hora de las inauguraciones y condena al olvido en el momento de llevar a cabo un mantenimiento adecuado. Mientras tanto, desinformación en el servicio de información al ciudadano, en este caso un conductor que sólo quería emplear un servicio habilitado por Tráfico.
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