Los peligros del deslumbramiento (1/2)

Morrillu

26 de agosto de 2009

Todavía me tiemblan las piernas (que diría Rambo). Hace escasamente una hora he estado a punto de sufrir una colisión. Gracias a la precaución y a la fortuna no me he visto involucrada en ella, pero otros tres conductores no han tenido tanta suerte. Eso si, sólo han sido daños en chapa, pero las consecuencias podían haber sido mucho más graves. Al amanecer, con el sol muy bajo, hay que extremar las precauciones.

Pero pongámonos en situación: son las ocho de la mañana y me dirijo desde mi casa al trabajo. Circulo sólo, con cinco coches delante de mi a unos doscientos o trescientos metros y otros detrás más o menos a la misma distancia. Al poco, comienzo a ascender una pequeña loma. La carretera es buena, ancha, con arcén y con dos carriles en mi sentido para facilitar el adelantamiento a vehículos lentos. Pero hoy algo es diferente: el sol está tan bajo y situado de tal forma, que no veo absolutamente nada delante del coche.

La carretera tiene un límite de velocidad genérico para ese tipo de vía de 100 km/h, pero me doy cuenta inmediatamente que circular a esa velocidad es jugarse el cocido, ya que tengo visibilidad nula. Comienzo a ralentizar mi velocidad soltando el acelerador y aprovechando que voy subiendo. Mientras tanto, acciono los limpiaparabrisas con el agua para quitar el típico polvillo que se forma en la luna delantera durante el verano e intento ajustar el parasol. Menos mal que tengo líquido y las escobillas en buen estado, si no se me formaría un barrillo casi más peligroso. Además, llevo las gafas de sol graduadas puestas. Lo hago siempre antes de arrancar el coche si veo que hace o va a hacer sol, pues no es recomendable que me quite unas para poner otras.

Deslumbramiento

De repente, el sol deja de deslumbrarme al pasar debajo de un viaducto y en ese momento distingo delante un accidente en cadena de tres vehículos. El cuarto ha conseguido detenerse a tiempo ocupando la mitad del segundo carril. Freno todo lo que puedo pero aun así, mi velocidad todavía era demasiado elevada. Y mira que siempre intento tener presente esta frase: si no puedes detener el coche en el trozo de carretera que estas viendo, es que vas demasiado rápido.

Analizo lo más rápido que puedo la situación, y veo que la mejor opción es incrustar el coche entre uno de los vehículos accidentados y el guardarrail que protege el pilar del viaducto que me ha ayudado a ver la colisión. Mientras el coche se va deteniendo, comienzo a pisar restos de plásticos y cristales y llega a mi olfato ese olor a accidente, mezcla de líquidos y metal caliente.

Veo que seré capaz de evitar la colisión encajando el coche en ese hueco, por lo que paso a preocuparme de lo que viene detrás, pues recordemos que al menos llevo un vehículo. Fijo mi vista en el retrovisor y un Audi se acerca por mi carril. No tengo escapatoria si no frena a tiempo, por lo que rápidamente pongo primera y adelanto todo lo que puedo el coche, intentando ganar unos metros que pueden ser decisivos.

Por suerte, el conductor del otro vehículo también fue lo suficientemente precavido y subía despacio, con lo que consigue también evitar el accidente. Al momento, veo que una pareja de motoristas de la Guardia Civil bajaban por el carril contrario y ya están deteniendo sus motos y avisando al resto de los conductores. El peligro prácticamente ha pasado, pero ahora mismo, tengo un montón de factores que analizar de antes, durante y después del accidente.

Continuará…

Fotos | Hello, I am Bruce, Slava V.