Que el aburrimiento al volante es un factor de riesgo vial es algo que a estas alturas nadie debería dudar, y como prueba están los diferentes artículos en esta misma casa que tildan el exceso de monotonía como una fuente de distracciones en la carretera.
Al respecto, probablemente no hay carretera más aburrida que una autopista con poco tráfico. Y si esta pasa por en medio de un clima semidesértico y autorepetitivo, más todavía. O eso es lo que me aseguró un familiar cuando le comenté que me disponía a hacer una pequeña escapada a Zaragoza: «Te vas a tragar todos los Monegros, más vale que lleves buena música y te tomes cuatro cafés».
Llegado el día D, a la hora H y a partir del kilómetro K, los Monegros aparecieron ante mi con todo su esplendor. Hasta había la típica bola de matorral arrancada por el viento corriendo por el arcén. Para alguien, como un servidor, que está acostumbrado a dar un paseo por la frondosa orilla de un río cada día a la hora de comer antes de volver a la oficina, aquel paisaje marciano era de todo menos aburrido. Casi me esperaba ver la sombra de Lucky Luck herida de bala en la cuenta.
No obstante, sí que es cierto que la conducción en esos instantes rozaba el mínimo de exigencia posible. El cambio estaba clavado en la marcha más larga desde hacía hora y media, el control de crucero mantenía una velocidad estable, sin exprimir el límite legal por eso de ahorrar combustible.
Para más inri, la voz sexy de la radio fórmula tenía tiempo de poner más de una canción entre cada avistamiento de otros vehículo, incluyendo los carriles del otro lado de la mediana. Ayudada por unas fechas festivas, la carretera estaba tan desierta como el paisaje.
En definitiva, todo invitaba a poner mi atención en el paisaje, o en llamar a la lluvia intentando tararear el Wide Awake de Kate Perry que sonaba por la radio. Terreno abonado para que cualquier circunstancia inesperada que requiera de mi atención pasara desapercibida, potencialmente con desastrosas consecuencias.
Por suerte, no pasó nada de eso. Quizá fue eso, suerte. Pero sin pecar de falsa modestia, quiero pensar que el hecho de que mentalmente me preparé a consciencia para afrontar la situación. No me refiero a técnicas avanzadas de meditación o cosas raras. Simplemente ser consciente de lo que puede pasar, para poder reconocer cuando empieza a pasar y poner remedio.
Y ahí, creo, que es donde radica la reducción del riesgo de distracción, concienciarse de lo que uno va a hacer. En el caso de un desplazamiento fuera de lo habitual, como es el caso, es relativamente sencillo convencerse a uno mismo que va a pasar más tiempo de lo normal al volante.
Todo ello, juntamente con los consejos que todos hemos escuchado desde la misma autoescuela. Lo mejor para combatir el aburrimiento al volante es romper la monotonía en la conducción. En este caso, no podemos romper la monotonía cambiando la forma de conducir, ya que estamos obligados a conducir siempre de la forma más segura y eficiente posible. Y, por supuesto, no podemos cambiar la autopista por una comarcal con curvas.
Por lo tanto, lo mejor para romper la monotonía en la conducción en medio de una larga travesía por el desierto en autovía es... dejar de conducir. Suelen citar las dos horas como el intervalo ideal entre paradas. En mi caso, como el trayecto supuestamente debía durar menos de cuatro horas, decidí descansar un rato a medio camino. Un pequeño tentempié, un buen zumo (dicen que ingerir líquido es importante), y con sólo un cuarto de hora las pilas quedan a tope para afrontar la travesía del desierto.
En retrospectiva, creo que no me costó demasiado mantener el nivel adecuado de atención durante el viaje a través de los Monegros. Quizá se deba a la sobre-consciencación debida a la fama de la zona como soporífera. Aunque, en seguridad vial, la consciencia mejor que sobre, ¿no? Y, es justo decirlo, también cuenta la obligación moral de dar ejemplo para después ponerme ante vosotros a justificar que debemos hacer las cosas bien.
En este sentido, me parece más complicada la lucha contra otro tipo de aburrimiento al volante: la monotonía de los desplazamientos diarios. Sí, son mucho más cortos. Pero también son mucho más repetitivos. Al final, cada semana de trabajo hago casi casi los mismos kilómetros que en la ida y vuelta de la escapada a la capital maña. Y pasando diez veces por las mismas rotondas y cruces.
Eso sí es aburrido. Sobre todo porque, al carecer del carácter de excepcionalidad de un viaje, uno no cuenta con la preparación mental extra que hemos contado. Y aunque el paisaje no sea tan regular como en los Monegros (como el paseo del mediodía, la verdad es que la carretera por lo que paso está muy rodeada de árboles), la cotidianidad es la principal fuente de monotonía.
Ahondando en este tema, casi no quiero pensar en aquellos conductores que aglutinan ambos factores de aburrimiento al volante: largas travesías por autopista y monotonía cotidiana. No ya los profesionales del transporte, que esos merecen capítulo aparte. Sino todos aquellos que deben realizar como parte de su trabajo largos desplazamientos de forma rutinaria.
Por ejemplo, conozco el caso de un conocido que trabaja como jefes de zona de una franquicia. Con la crisis, ampliaron el concepto de «zona» para reducir personal, y ahora se encarga de los establecimientos en seis provincias diferentes. Tiene que visitar a menudo todas las diferentes tiendas, por lo que realiza desplazamientos de distancia equiparable a mi viaje aragonés cada semana.
En definitiva, sea como fuere, uno no puede evitar pasar por donde debe pasar. Tampoco podemos evitar que nuestro cerebro pase a modo automático cuando llevamos un buen rato con la conducción monótona de una autopista o de un lugar conocido. Pero está en nuestra mano impedir que haya trabas a la activación de la atención en el momento en que una circunstancia puntual de la circulación lo requiera.
En Circula seguro | Conducción monótona, tú y la carretera
Foto | Nathalie, Gregg O’Connell, Christian Fausto Bernal
Conducir a partir de los 65 años
Es cierto que según se van cumpliendo años se pueden ir perdiendo determinadas capacidades: movimientos más lentos, deterioro de los sentidos, peor reacción ante imprevistos... Sin embargo, es importante no generalizar cuando lo que está en juego es garantizar la...