Como dijimos en el artículo anterior sobre la percepción, el incidente con ocasión de la movilidad entre el tráfico de vehículos (con o sin motor), peatones y ciclistas, ya sea en casco urbano o interurbano, no se produce de forma repentina o de forma azarosa, sino que se trata de una sucesión encadenada de hechos que se producen en dos dimensiones físicas: en un terreno, sitio o lugar y en un intervalo de tiempo.
Dentro de ese escenario vial por donde nos movemos, tenemos que tener en cuenta que no estamos exentos de sufrir un incidente vial bien como peatón o como conductor. La fase de percepción nos pone en alerta ante un hecho inesperado como puede ser, por ejemplo, un vehículo que nos precede y frena de forma brusca o la irrupción súbita de un peatón. En todo caso, será la fase de decisión la que nos servirá para dar respuesta a ese peligro.
Las maniobras de evasión como respuesta
La fase de decisión y respuesta comienza después de la fase de percepción del peligro y se manifiesta con la decisión del conductor para evitar el peligro. Una fase que la podemos relacionar directamente con el tiempo de reacción, es decir, la estimulación del músculo y creación de la actividad mecánica (movimiento), sin olvidarnos de la previa visión, su traslado al sistema nervioso central y aplicación o transformación de la orden al músculo.
La toma de información previa también llamada anticipación facilita la elección y focalización de las posibles reacciones; de ahí, la importancia de la experiencia en la conducción para calcular correctamente el tiempo que tardamos en realizar la maniobra, tener un plan B y realizar una reacción condicionada al éxito de la maniobra o por lo menos que la última decisión no sea errónea o desemboque en un mal mayor. Por ejemplo, ante un vehículo que invade nuestro carril en una vía con doble sentido de circulación es preferible, si tenemos espacio, girar el volante a la derecha antes que invadir la parte izquierda de la vía, carril o calzada contraria.
Pues bien, entre las maniobras de evasión que existen destacamos las simples pasivas como, por ejemplo, tocar el claxon y efectuar destellos; las simples activas como, por ejemplo, disminuir la velocidad, detención del vehículo, aumentar la velocidad, girar hacia los lados y dar marcha atrás y las complejas como, por ejemplo, disminuir la velocidad y girar al mismo tiempo, disminuir la velocidad y uso de claxon o destellos, etcétera…
Por último, el tiempo de reacción determinará la respuesta ante el peligro e incluso el éxito de la maniobra empleada. El estado físico o psíquico de la persona, la edad, cansancio, distracción, son variables que pueden aumentar el tiempo de reacción. Por tal motivo, recalcamos la importancia de ir atento a los mandos del vehículo en todo momento y evitar el exceso de confianza para evitar sorpresas.
Foto | Laenulfean
En Circula seguro | La diferencia entre un accidente y su posibilidad (3): la decisión, Conducción preventiva (2): la anticipación