Las carreras ilegales también son un problema en 2015

Esteban Viso

25 de marzo de 2015

Las carreras ilegales son un problema que no se termina de superar. Lejos del romanticismo del cine (y me refiero al cine de los años 50 del siglo pasado), son una manera de poner en peligro la vida de personas, e infringir todas las normas posibles: las de tráfico y las morales. Las películas, de todos modos, no son culpables de nada. Son las personas que se sienten inspiradas por ellas y cruzan la barrera de emular a los fast y los furious los que son culpables de su propia temeridad, irresponsabilidad y desprecio por la vida y la sociedad.

No pasa mucho tiempo hasta que volvemos a leer que en tal región, ciudad o polígono se han matado estos y aquellos, después de una carrera ilegal a toda pastilla por las calles. Mueren muchos inocentes por culpa de estos delincuentes, y lo peor es que los demás, los que recibimos el impacto de un coche a velocidades extremas, no podemos hacer nada para evitarlo. Hace poco, en Galicia; hace algo más, en Gran Canaria; mañana, quién sabe. Es una lacra de la sociedad, y la pagamos todos.

¿Qué lleva a alguien a emprender una carrera ilegal?

Habría que definir qué es una carrera ilegal, pero no hace falta ser muy listo, o tener un reglamento en mano. Un pique con otro coche ya lo considero una carrera ilegal, y lo digo a título personal. Nadie en su sano juicio se va a picar con otro u otros coches en plena autovía, carretera nacional o polígono, ¡mucho menos en la ciudad! Pero hay excesos de testosterona que el cerebro no puede controlar en algunos sujetos, y por eso lo tiran todo por el retrete, y se lanzan a correr, a demostrar a quién sabe lo machos que son.

Triste es que en pleno 2015 sigamos con la tozudez de demostrar ser «más hombre» que otros, solo por saber pisar un acelerador. En la vida no es definitivo ser más hombre por tener más músculos y más «valor», en el sentido más discutible de la palabra. Lo es ser alguien de referencia, con personalidad y valores, principios y dignidad. Y luchar por tratar de aportar un granito de arena infinitesimal a que el mundo sea algo mejor para tu entorno inmediato, porque si todos lo consiguiésemos, el mundo en su conjunto sería mejor.

Pero salir de noche para probarse en las calles y carreteras es ser lo contrario a un hombre (o mujer, no lo he dicho porque no sé si las hay en este caso, y porque no quiero estar repitiendo eso de «miembros y miembras» cada vez). Buscar la adrenalina fácil a costa del riesgo de terceros a ser atropellados, masacrados, heridos, invalidados de por vida es lo opuesto a la humanidad.

¿La solución? No creo que a corto plazo haya otra mejor que denunciar, denunciar y denunciar. Es denunciar a ese conocido que sabes que corre con el coche por placer y que queda con otros. Es denunciar que sabes que en tal polígono se corre, y hacerlo es dar un pasito más, aportar un minúsculo grano de arena para que, con el tiempo, alguien diga «basta», y esto termine, de una vez por todas. La culpa no es de quien hace coches que son capaces de correr; no es de quien cobra por acceder a un circuito; es de quien aprieta el acelerador y arriesga tu vida y la de tus hijos.

Foto | CAD4dRemix