He podido comprobar que, si mi profesor de autoescuela repetía esta frase, era por un buen motivo. Incluso en mis escasos ocho meses de carnet ya he podido verificar como hacerle caso me ha ahorrado unos cuantos sustos, así que, si os parece bien, compartiré con vosotros sus consejos.
Pongámonos en situación. Salida de una autopista, que desemboca en una carretera convencional a la que me quiero incorporar girando a la izquierda. Claro está, me detengo en el preceptivo stop. La carretera transversal estaba algo transitada, así que se formó una cola, empecé siendo el tercero. Tras aprovechar sendos huecos, salen los dos primeros. A mi no me da tiempo, así que simplemente dejo deslizar el coche poco a poco en punto muerto hasta la línea de detención. Por fin, parece que hay un hueco. Primera, medio embrague y listo para acelerar…
Supongamos por un momento que no hice caso de las palabras de mi profesor. En ese caso, ahora, con suerte os estaría escribiendo desde la cómoda cama de un hospital. Resulta que en el breve instante de tiempo en aparté la vista para poner la marcha, un coche se había incorporado desde una finca particular y pasaba por delante de mi coche acelerando generosamente.
En efecto, la última mirada es la que te salva la vida. Incluso cuando ya estás seguro de poder pasar, de que no viene absolutamente nada, es conveniente seguir mirando para cerciorarte de que no había nadie que no vieras. Hay varios motivos por lo que incluso el conductor con mejor vista puede no ver otro vehículo que se le aproxima. El más obvio es el de mi ejemplo: que ese algo antes no estuviera allí. Puede incorporarse desde otra vía, salir de su aparcamiento, etc.
Pero hay más posibilidades, el incipiente peligro podría estar oculto por algún elemento del mobiliario urbano, o incluso por partes de nuestro coche. Una vía en curva también puede dificultar avistar a los vehículos que nos pueden causar problemas, y el truco de buscar reflejos no es infalible (sobre todo ahora que aún muchos coches siguen circulando con las luces apagadas de día).
Ojo, salir mirando fijamente que no se aproxime ningún vehículo de improvisto sería igual de peligroso. También hay que estar al tanto de a donde nos movemos. No sólo es necesario para dirigir correctamente nuestra trayectoria (imagínate lo tonto que te sentirás si por estar pendiente de la vía transversal, acabas estampándote contra los vehículos aparcados de la calle de enfrente), sino que también es posible que aparezcan imprevistos en la vía a la que queremos ir.
Ésto es especialmente importante circulando por ciudad, donde la probabilidad de que ocurra algo que debamos tener en cuenta es mucho mayor: proliferación de pasos de peatones, personas que cruzan por cualquier sitio (aunque, recordad que si nosotros giramos, ellos tienen prioridad incluso en ausencia de paso señalizado), coches aparcando y desaparcando, otros que circulan en sentido contrario y utilizan nuestro carril para adelantar, etc.
En conclusión, incluso creemos estar seguros que podemos avanzar, hay que salir repartiendo la mirada entre todas las direcciones de donde puedan venir peligro, incluyendo nuestra trayectoria deseada. Hacerlo, te puede salvar la vida. O, por lo menos, evitar algún susto.
Fotos | lucianvenutian, Oops List
En Circula seguro | Punto ciego delantero: cuando no vemos lo evidente