El debate para mejorar la seguridad vial se centra casi siempre entre los que abogan por una mayor represión y los que apuestan por mejorar la educación. En el fondo, ambos conceptos son válidos y no deberían aplicarse el uno sin el otro. Donde sí coinciden ambos bandos es en olvidarse que los fabricantes de automóviles también han hecho mucho por nuestra seguridad, desde la seguridad pasiva, activa y ahora con la seguridad proactiva.
Obviamente, muchos no lo han hecho porque realmente piensen en sus clientes, sino por tener una ventaja comercial sobre sus competidores y por la gran información disponible que tiene el automovilista que, gracias a organismos independientes como la NHTSA y el EuroNCAP, está informando de manera científica sobre la seguridad de un modelo de coche.
La tecnología avanza porque has presionado con tú compra
Aunque haya diferencias notables entre los resultados de los diferentes organismos, ambos ponen la presión de forma indirecta sobre los fabricantes explicándoles que si su modelo no posee un determinado elemento de seguridad, no podrá obtener una puntuación y una valoración favorable.
Con el paso de los años, elementos de seguridad activa, como el ABS (antibloqueo de frenos) y el ESP/ESC (control de estabilidad) se han convertido en un equipamiento obligatorio en todos los coches nuevos. Sin embargo, se tiende a minimizar el impacto de las innovaciones tecnológicas tan generalizadas sobre la seguridad vial.
Es innegable que el ABS y el ESP han salvado más vidas que cualquier campaña de control de velocidad. Basta con mirar lo que le ocurre a un coche que carece de ESP al tratar de evitar un obstáculo para darse cuenta que si ocurriese lo mismo en una carretera de doble sentido, por ejemplo, las consecuencias serían mucho más dramáticas.
Entramos en la era de la seguridad proactiva
Tras años de énfasis en la seguridad pasiva (protección en caso de accidente), los fabricantes y los organismos tipo EuroNCAP se centran ahora en lo que podremos llamar la seguridad proactiva, es decir, en la tecnología que permite evitar los accidentes de forma autónoma. Si bien la seguridad activa es la que evita un accidente corrigiendo una situación de riesgo, la seguridad proactiva es aquella donde el sistema actúa por sí mismo para que la situación de riesgo no ocurra.
Cada vez son más habituales los coches equipados con sistema de frenada automática, es decir, sin intervención del conductor, así como los sistemas que impiden el cambio de carril involuntario: el coche corrige la trayectoria para que evitar que invadamos otro carril o terminemos en la cuneta.
El siguiente paso será el auge del coche conectado, todavía en una fase primaria, la interacción entre los diferentes vehículos de la vía será cada vez más habitual. Y todo ello contribuye de forma clara a la reducción de accidentes.
Claro que siempre habrá un factor de riesgo en un automóvil. Y ese es el único elemento del coche que siempre será perfectible: el ser humano, para el que siempre necesitaremos campañas y educación en seguridad vial. Todos los sistemas no pueden impedir que alguien se empeñe en conducir bajo los efectos del alcohol o de las drogas, por ejemplo, o que conduzca a 120 km/h en la autopista a pesar de que está lloviendo a cántaros y la visibilidad es inferior a 50 metros. Aunque para ese elemento perfectible, largo plazo ya hay una solución prevista: el coche autónomo.