La misma piedra

Jaume

9 de septiembre de 2009

Una de las cosas importantes en la vida es aprender de los errores. No siempre es cuestión de evitar cometerlos, sino de que sirvan para mejorar. Claro, si se puede evitar equivocarse desde el principio, tanto mejor… sobre todo en carretera, que un simple error puede ser fatal.

Yo, personalmente, puedo orgullosamente decir que he aprendido de los errores que he podido cometer en este año y pico de carnet que tengo. No he vuelto a repetir casi ninguno… De hecho, sólo uno. Pero incluso uno me parece demasiado, si se repite quiere decir que hay algo que hago mal. La primera vez fue cuando a penas llevaba tres o cuatro meses conduciendo. La segunda vez ha sido esta misma semana. ¡Que susto!

Os explicaré la situación. Ambas veces fueron prácticamente idénticas. Yo venía de una prolongada estancia en el carril izquierdo. En el primer carril había cierta densidad de vehículos, así que yo los iba adelantando poco a poco. Por lo tanto estaba justificado que siguiera por la izquierda.

Poco después, alcancé cierto hueco en el carril derecho. Vaya, si hay sitio allí, tengo que volver a la derecha, pensé. Así que miré el retrovisor, puse intermitente y empecé a cambiar. ¡Error! Sonó un claxon que me obligó a volver a la izquierda. Me estaba tirando encima de otro.

¿Qué había pasado? Pues que el conductor de la derecha se había quedado prácticamente en paralelo conmigo, metido de lleno en mi ángulo muerto. ¿Por qué se puso a mi misma velocidad si justo un momento antes iba más lento (sino, no lo habría adelantado)? Pues vete tú a saber. Supongo que yo le serví para marcar el ritmo, y como delante suyo había hueco, podía seguir a mi velocidad.

Si fuera al revés, yo pensaría que el otro conductor se olvidó de mirar. O incluso que iba borracho. Lo pensaríamos todos, ¿verdad? Pero no, os doy mi palabra que no bebo (no me gusta el alcohol). Y, además, que en ambas ocasiones miré el retrovisor. Simplemente, no se veía por ahí.

Blindspot_three_cars_illus.png

La razón la sabemos todos: el ángulo muerto por la derecha es enorme. Como el espejo está muy lejos de nuestros ojos, para poder ver lo que queda por detrás tiene que estar muy inclinado, a costa de reducir el ángulo lateral. Es perfectamente posible que un coche que circula a nuestro lado, pero unos dos o tres metros por detrás, sea totalmente invisible. Sobre todo en curva (una de las veces que me ha ocurrido fue en curva). Y como va por detrás, tampoco lo veremos por la ventana lateral delantera.

La ley exige que desde el retrovisor derecho se vea una franja de terreno de cuatro metros de ancho que se encuentre situada a 20m por detrás de él. Eso significa que un vehículo situado 10m por detrás y 2m a la derecha empieza a desaparecer del campo de visión. De todos los tres espejos, es el que menos campo nos proporciona, el izquierdo por ejemplo nos permite ver 2.5m de ancho a unos 10m por detrás.

Nada, eso del ángulo muerto son escusas. Si uno se va a cambiar de carril, tiene que hacerlo sabiendo que tiene sitio. No vale con pensar «como hace un rato que no adelanto a nadie, ahora tiene que haber hueco». Ni siquiera vale con quedarse contento con una miradita con al retrovisor derecho, sabiendo del ángulo ciego. Si es necesario girar la cabeza y mirar por las ventanillas de atrás, se hace.

Las situaciones de mayor riesgo son precisamente esas donde la diferencia de velocidad entre ambos carriles es pequeña. Sobre todo, cuando hace ya algo de rato que se ha realizado el último adelantamiento, y por lo tanto se ha perdido la noción de la velocidad que lleva el otro vehículo. Eso es exactamente lo que me pasó a mi, ambas veces.

Lo que me salvó ambas veces fue realizar el cambio de carril con suavidad, lentamente. Lo cual da tiempo de reacción extra a todo el mundo; el suficiente para evitar cualquier colisión. Y, además, suelo cambiar de carril haciendo más vistazos al retrovisor. Al reducir la distancia lateral, el coche víctima vuelve a entrar al reducido ángulo de visión. De hecho, una de las veces pude reaccionar incluso antes que el otro coche me advirtiera.

De todas formas, teniendo en cuenta todo lo dicho, también se llega a la conclusión de que nos ahorramos muchos riesgos si evitamos circular en paralelo con otros vehículos. Es decir, dejar cierta distancia de seguridad, que permita al otro conductor cambiarse de carril si le da por ahí. No voy a decir que debamos dejar la misma distancia que dejamos con los coches de nuestro mismo carril, pero si la suficiente como para no sufrir si no nos ve y pega un hachazo.

Sí, la culpa sería del que se desplaza lateralmente sin ver al otro, pero el golpe se lo llevan los dos. Precisamente, la conducción defensiva trata de eso, de reducir los riesgos si alguien hace algo que no debería hacer.

Yo he tenido la mala suerte de equivocarme dos veces con gente que no practicaba la conducción defensiva. Y espero haber aprendido lo suficiente para que sea la última. Seguramente, el tercer tropiezo con la misma piedra puede ocurrir en el borde de un acantilado…

Fotos | FreeCat, Amanda44/Telempe