El tren está de moda, y no solamente porque el AVE haya cumplido recientemente veinticinco años, sino también por las reivindicaciones de algunas comunidades autónomas de poder viajar también en alta velocidad o simplemente de poder hacerlo en un tren digno.
Pero aunque el ferrocarril se presente como la panacea del transporte terrestre (y en muchos aspectos lo es), no podemos olvidar la importancia del transporte por carretera. Y no solamente porque éste suponga el 94% del transporte de mercancías en España, sino por lo que supone a la sociedad, y más concretamente los servicios de transporte público de pasajeros.
La movilidad entre ciudades, elemento fundamental para el bienestar
En comunidades como Extremadura, Aragón o Andalucía (por poner tres ejemplos) tan marcadas por la baja densidad y la dispersión de sus municipios, la movilidad interurbana constituye un elemento fundamental para el desarrollo social y el bienestar de sus habitantes.
La Ley de Ordenación de los Transportes Terrestres de 1987 señala en su artículo 4.1:
- Los poderes públicos promoverán la adecuada satisfacción de las necesidades de transporte de los ciudadanos, en el conjunto del territorio español, en condiciones idóneas de seguridad, con atención especial a las categorías sociales desfavorecidas y a las personas con capacidad reducida, así como a las zonas y núcleos de población alejados o de difícil acceso.
Ante la ausencia de infraestructura ferroviaria, y cuando no se dispone de vehículo particular propio, muchos habitantes en pequeños municipios deben recurrir a los servicios públicos de autobuses para poder acudir a hospitales, colegios, centros de trabajo… especialmente en aquellas comarcas o mancomunidades que comparten servicios públicos.
Adecuar el transporte público a las necesidades del siglo XXI
El transporte público de pasajeros por carretera funciona a base de concesiones que se otorgan por concurso a empresas de autobuses privadas. Algunas de las concesiones que tenemos en nuestro país cuentan con más de cincuenta años de antigüedad, bien transferidas por el gobierno central cuando se crearon las autonomías, bien creadas en su momento ante las necesidades de aquella época.
Desde entonces la sociedad ha cambiado, y han surgido nuevas demandas de desplazamiento ante los cambios en la distribución territorial y la aparición de nuevos puntos de atracción (implantación de fábricas, construcción de nuevos colegios, etc).
Uno de los mejores ejemplos ha sido el surgimiento de miles de nuevos funcionarios regionales con la aparición de las autonomías, y su necesidad de acudir cada día a sus centros de trabajo en las recién nombradas capitales autonómicas. Ello supuso y supone hoy en día un gran número desplazamientos in itinere en vehículo particular, que debe aliviarse con transporte público por motivos de seguridad vial y sostenibilidad.
Así, las instituciones han tenido que afrontar profundos cambios (y algunas todavía están en ello) en sus planes de transporte. No se trata solamente de rediseñar las rutas de los autobuses, sino también de adecuar el número de desplazamientos, mejorar los servicios ofrecidos (bonos mensuales, inclusión de wifi…), incluir zonas y núcleos de baja demanda de usuarios, etc
Dinamización de la economía
Pero no solamente han cambiado las necesidades de las personas, sino también sus formas de consumo y hábitos de compra. No en vano, la popularización en todo el país de centros comerciales, parques temáticos, centros de ocio, lugares turísticos, etc (que antes parecían destinados exclusivamente a las grandes urbes) ha hecho también que aumente el número de desplazamientos desde las localidades más pequeñas hacia las ciudades más comerciales de su zona (y en detrimento, eso sí, de buena parte del comercio local).
De hecho, según Andrés Monzón, director del Centro de Investigación del Transporte, los desplazamientos por ocio o placer suponen el 27% del total, por solo un 23% de los que se realizan de forma cotidiana (trabajo, colegios, etc). Es decir, la gente se mueve más por placer que por obligación.
Es de suma importancia que el transporte público por carretera sepa absorber buena parte de esa demanda de movilidad, pues ello servirá para incrementar el número de viajes, mejorar la calidad del servicio y, en definitiva, lograr un transporte más eficiente, sostenible y al alcance de todos. Porque al fin y al cabo, éste es el verdadero objetivo de todo servicio público.
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