En matería de conducción y seguridad vial se habla mucho de la velocidad. De los límites de velocidad, del control del cumplimiento de los límites de velocidad por parte de los conductores, de la instalación de radares de velocidad, y de los accidentes en los que está presente un exceso de velocidad.
Debemos tener presente que los riesgos de la velocidad no solo son por superar el límite de velocidad, algo que España lleva a que haya unas 5000 denuncias al día por superar el límite, tanto más importante que el del límite es el de exceso de velocidad, una situación especial que no implica solamente que se supere el límite de velocidad marcado por la señal, sino ir a una velocidad inadecuada.
No todos los vehículos pueden circular a la misma velocidad
Ya comentábamos algo sobre esto hace no mucho, cuando hablamos de que debemos entender la velocidad y sus riesgos, y que hay que adecuar la velocidad a las condiciones reales en cada momento, porque por ejemplo no es lo mismo conducir con tiempo seco, que con una fuerte lluvia que disminuye la velocidad y encharca el pavimento.
En este caso por ejemplo, no superando el límite de velocidad, pongamos que estamos circulando en autopista a 120 km/h, podría sobrevenir el accidente porque al intentar tomar una curva a esa misma velocidad, nos encontramos sobre el suelo más agua de la que esperábamos, las ruedas no consiguen tener la misma adherencia, y nos salimos de la curva y tenemos el accidente, aunque no habíamos superado el límite y ningún radar nos habría multado.
Hay otro concepto también muy importante del que se suele hablar menos, es la dispersión de velocidad. Esto se refiere a la heterogeneidad de velocidades entre los diferentes usuarios de la vía, es decir, a las diferentes velocidades reales que llevan, o pueden llevar, los diferentes vehículos.
Esto es fácil de entender: los coches y las motos son, en general, más rápidos que los camiones y autocares. Y esto se nota tanto más cuanto más inclinada es la carretera.
Pongamos por ejemplo una autopista. Podemos tener un límite de 120 km/h, podemos circular a 120 km/h, sin superar el límite, pero de pronto en un tramo de pendiente ascendente, mientras en coche podemos mantener esos 120 km/h, en un camión, sobre todo si va cargado con mercancías, puede que a duras penas consiga circular a 60 km/h.
Y aunque pueda parecer extraño, en una pendiente descendente también este tipo de vehículos pueden ser más lentos, sobre todo porque deben contener su velocidad para no lanzarse y luego tener problemas para frenar tantos kilos como pesan.
Esa diferencia entre los vehículos rápidos y los lentos es lo que denomina dispersión de velocidad, y es un factor de riesgo, que aumenta la peligrosidad, y que implica accidentes.
Por cierto, un vehículo lento lo puede ser por sus características, pero también por su conductor, no debemos olvidar que los conductores mayores, aunque puedan todavía mantener su permiso de conducir y capacidad para hacerlo, suelen conducir algo más despacio, porque con la edad tampoco se tienen las mismas capacidades.
Anticipación ante los vehículos más lentos
Es por eso muy importante que las administraciones competentes intenten reducir todo lo posible el riesgo costruyendo por ejemplo carriles adicionales para vehículos lentos en estos tramos, pero también es muy importante que los conductores seamos conscientes de ello, lo tengamos presente, y seamos más precavidos y prudentes.
Si tenemos que afrontar un tramo así, hay que anticiparse a lo que tenemos por delante. Si circulamos por el carril más a la derecha, debemos estar preparados para encontrarnos vehículos más lentos. Si la visibilidad no es buena, o hay curvas que reducen la distancia de visión, hay que tener todavía más precaución, para evitar el encontronazo y el alto riesgo de alcance.
Pero también podemos adecuar nuestra velocidad, y a veces no quedará otro remedio, sobre todo si no hay más carriles, y aunque teóricamente podamos seguir circulando a la velocidad límite, puede ser muy aconsejable ir más despacio, para evitar la sorpresa. En algunas ocasiones la administración puede haber impuesto un límite de velocidad específico inferior en ese tramo, precisamente por esto.
En la ciudad también está presente este concepto de la dispersión de velocidad: en este caso suele estar presente entre los vehículos a motor, y los vehículos sin motor y los peatones. Un coche puede circular a la velocidad máxima de 50 km/h, pero un ciclista no, y esa diferencia de velocidades de nuevo es un factor de riesgo.
Es por eso que también debemos ser conscientes de ello, de que los conductores de automóviles no somos los únicos usuarios de la vía, y que la tenemos que compartir con los demás. Por eso en las ciudades se intentan también aplicar medidas como los ciclocarriles, o estrategias de calmado (o pacificación) del tráfico, como las zonas 30, las calles parcialmente peatonales o las calles residenciales, con un límite de velocidad inferior.
Si el automóvil circula más despacio, por una parte da más tiempo al ciclista o al peatón a reaccionar o realizar su maniobra o movimiento, se estresa menos a estos usuarios, que a veces se ven «rodeados», y además se puede frenar antes el coche ante cualquier imprevisto.
Como tantas veces decimos, la seguridad vial es sobre todo, una cuestión de sentido común y respeto.
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