La foto que ilustra este post no es un montaje de esos que circulan de correo en correo, sino que se corresponde con una calle de verdad que lleva ya unas semanas con el sentido de la circulación cambiado. Tres señales, casi nada, prohíben entrar por esa calle a los conductores que las ven de cara. Una de las placas, para más inri y para que se vea bien, está fijada sobre una valla amarilla. La explicación es simple: los del ayuntamiento han cambiado ahí el sentido de la circulación porque la calle paralela está cortada por obras y de esta forma se canaliza el tráfico de manera provisional mientras duren las actuaciones sobre aquella vía.
He perdido la cuenta de las veces que he visto en estas últimas semanas entrar coches a toda castaña por esa calle, frenar en seco ante otro vehículo que venía de cara y acabar reculando de la mejor menos mala manera posible para salir del atolladero. Cualquiera que viera la escena atribuiría esa manera de operar a lo que llamamos la fuerza de la costumbre, algo que puesto en el entorno de la circulación puede resultar enemigo de la seguridad vial.
La fuerza de la costumbre en la conducción es algo más que un simple reflejo de la distracción al volante. La fuerza de la costumbre, en realidad, es una extensión del aprendizaje cognitivo por memorización. Por poner un ejemplo de ese modelo de aprendizaje, cuando en nuestra vida como estudiantes nos enfrentamos por vez primera a la enorme lista de verbos irregulares en inglés, vemos que hay líneas y líneas de verbos que forman pasado y participio de forma aparentemente caprichosa. Hincamos los codos y comenzamos a repetir formas verbales como si pretendiéramos componer un absurdo mantra que comienza por abide, abode, abode y termina por write, wrote, written.
Quizá con un poco de suerte, al cabo de unas horas hayamos descubierto que el pasado y participio de to hit (algo así como hit y hit) tienen algo en común con el pasado y el participio de to put (que son put y put, respectivamente). Y al cabo de otro rato sabremos que el pasado del verbo irregular to sing es sang y el participio, sung, lo cual nos aliviará cuando observemos que el pasado del verbo to swim es swam y su participio, swum. Habremos logrado simplificar nuestro aprendizaje memorísitico utilizando la comparación de lo que ya sabemos con aquello que todavía necesitamos aprender.
Si perseveramos en esta técnica, quizá le hallemos la lógica a todo este asunto y dejemos de memorizar, ya que veremos normal que un verbo como to let tenga las formas irregulares let y let, de la misma manera que to ring se expresa en pasado rang y tiene por participio la forma rung. Si llegamos a pensar de esta forma, si entendemos lo que estamos aprendiendo, nos ahorraremos mucha memorización.
Alguien dirá que es difícil verle la lógica a esa enorme tabla de verbos. Y seguramente tendrá razón. Por eso, a ese alguien le saldrá más a cuenta olvidarse de complicadas relaciones lógicas e hincar los codos hasta que su mantra particular le sugiera todas las formas irregulares de los verbos ingleses. Total, aprendidos de una manera o de otra, los verbos son los que son y no hay más.
Volvamos al terreno de la conducción. No hace falta decir que la circulación es de todo menos estable. En realidad, y a diferencia de lo que ocurre con esos verbos irregulares que se enseñan desde hace años, la circulación es algo puramente circunstancial. Por eso, todo lo que hacemos al volante, todo lo que vemos ante nosotros, nos lleva a un constante replanteamiento de nuestros conocimientos y de nuestras capacidades. Si nuestra forma de conducir se basa en memorizar calles y situaciones, si todo lo que hacemos al volante es repetir una y otra vez lo que hicimos la última vez que pasamos por un mismo lugar, tendremos un problema en cuanto cambie nuestro entorno, ya sea por unas obras o porque se nos cuela un abuelete que no ve por dónde va.
A diferencia de quien maneja un vehículo de memoria por las calles que lo rodean, la forma de proceder de un conductor ágil y seguro consiste en observar el entorno, seleccionar la información que le interesa, comparar su situación actual con todo lo que sabe, decidir cuál será la mejor respuesta y actuar con la mayor precisión. Y todo eso, en el menor tiempo posible, claro.
Evidentemente, quien juega en terreno conocido tiene algo ganado. Cuando decimos que el conductor compara lo que ve con lo que sabe, estamos haciendo referencia a su bagaje como conductor, y eso incluye el conocimiento que tenga de la zona por la que transita. Pero ese recurso es tan sólo una parte de todo el proceso, y casi siempre resulta perfectamente sustituible tal y como ocurre, por ejemplo, cuando vamos por un lugar que no conocemos y suplimos esa carencia cognitiva con la reducción de la velocidad y con un aumento de nuestro estado de atención.
Circular es más una cuestión de aprender a observar y a analizar que otra cosa. Quien conduce de memoria apenas sabrá llevar un vehículo por cuatro calles mal contadas, siempre y cuando no le cambien las reglas del juego. Quien interpreta su alrededor casi como si cada vez que pasa por una misma calle fuese la primera, tendrá una conducción más encarada a la seguridad vial. Vale la pena el esfuerzo, ¿no?
Foto | Josep Camós