La formación de una mejor seguridad vial, a debate

Josep Camós

1 de noviembre de 2010

La formación vial es una de las piezas clave para la seguridad vial de un país. Tanto es así, que se plantea casi siempre la educación vial como primer paso para prevenir la siniestralidad vial. Esta afirmación genérica y sencilla, sin embargo, toma tintes difíciles de resumir en simples frases cuando bajamos de las nubes hasta tocar el suelo y nos enfrentamos con la realidad que tenemos en España

Meses atrás, Javier abrió un debate que situaba a las autoescuelas en el centro de la polémica sobre la formación de nuestros conductores. Hoy yo voy un poco más allá y planteo la discusión no desde el punto de vista del conductor que critica lo poco, lo mal y lo caro que le enseñaron, sino desde la óptica del formador vial que vive día a día la gran contradicción de la formación vial en España, un país en el que desde altas instancias cuesta muy poco vender buenas palabras cargadísimas de buenas intenciones aunque, en el fondo, se invierta poco o nada en una formación vial de calidad que lleve a una mejor seguridad vial para todos.

Quizá lo primero sea aclarar para el gran público una premisa: en el sector de la formación vial los profesionales del ramo se dividen en dos frentes: quienes buscan dar la mejor formación, dentro de sus posibilidades, a los preconductores que los contratan y quienes se dedican a ayudar a sus clientes a aprobar un examen. Aunque a los dos se les denomine genéricamente de una misma manera, hay profesores de formación vial y hay pisapedales. A partir de ahí, cada ciudadano que necesite conducir es libre de elegir la figura que mejor le convenga para sus propósitos.

Formación de Interior para Educación

Alfredo Pérez Rubalcaba y Pere Navarro

Ambas especies, tanto el profesor de formación vial como el pisapedales, superaron en su día una formación de titularidad pública y de corte cuasi castrense, de forma algo parecida a quienes se someten a una oposición, pero para acabar formando parte de la empresa privada. Ese aprendizaje se plasma no en una titulación reglada sino en un triste papelito que certifica la aptitud de tales personas para ejercer sus funciones, ya sea educar o bien enseñar a aprobar.

En principio e independientemente de cómo ejerza cada cual, las funciones de un profesor están relacionadas con la educación vial. Sin embargo, los profesores de formación vial y los pisapedales viven vinculados, ya desde su formación, no al Ministerio de Educación, como sería lógico, sino al Ministerio del Interior, el mismo que rige sobre la DGT, por ejemplo, y ahí es donde la incongruencia de la profesión de formador vial alcanza sus cotas máximas. Sin una política de Educación articulada desde el ministerio de eso mismo, la formación vial se reduce a pasar unas simples pruebas que permitirán al aspirante obtener un permiso para conducir sin una mínima obligación de aprender.

La formación de una mejor seguridad vial pasa necesariamente por la reforma del sector de la formación vial, y esa reforma debe servir, a la vez, para dignificar una profesión que en la actualidad goza de un prestigio algo inferior al que tiene el pianista de un burdel y para potenciar el nivel formativo de quienes se lanzan a la carretera por vez primera, exigiéndoles que sepan a ciencia cierta lo que hacen mientras tienen un volante en sus manos. Claro, que esas personas también tienen su parte de responsabilidad en todo este pastel.

El alumno, frente a su formación vial

Chica al volante

No sé dónde leí que esto de denominar “alumnos” a los preconductores era una falta de respeto por cuanto “alumno” se refería, etimológicamente, a una persona que está falta de luz propia y a la que, por tanto, hay que iluminar con la experiencia. Y lo cierto es que yo no veo mal esa metáfora, porque en muchas ocasiones el preconductor que no ha sido instruido en la educación vial más elemental es un alumno que adolece claramente de falta de conocimientos, habilidades y/o actitudes para llevar a cabo una conducción segura y eficaz.

Además, los valores de este tipo de preconductores, alumnos claramente carentes de luz propia, se debaten entre las prisas por conseguir el permiso de conducir como sea y la falta de motivación por aprender algo relativo a su propia seguridad. Esta falta de motivación, unida a la mala fama del sector, potenciada con las políticas no educativas de Interior y aderezada con la cultura del no esfuerzo, forman un cóctel que acaba con una legión de conductores noveles que, en sus primeros años al volante, entrarán de lleno en las cifras de siniestralidad vial de nuestro país.

Quien paga no siempre manda, pero eso los alumnos sin luz no acaban de tenerlo claro porque nadie se ha encargado de explicarles que una escuela de conductores es un centro de formación, un centro educativo al fin y al cabo. Y mucho menos claro lo tienen quienes realmente desembolsan el dinero en la mayor parte de las ocasiones: los padres. A ellos, y al resto de los personajes que rodean al alumno, también podemos pedirles cuentas sobre la calidad de la formación vial en nuestro país.

“Vale, ¿y cuándo vas a examen?”

La responsabilidad de la formación vial

La fuerza que ejerce el entorno del alumno puede ser devastadora para la formación e incluso para la seguridad del alumno. Es muy típico que los padres se obsesionen con los motivos económicos, que son de lo más respetables pero que rara vez harán que su retoño aprenda mejor y más rápido, y a veces se apoyan en las prisas por dejar de acarrear al niño arriba y abajo porque ese que todavía no conduce necesita el coche para estudiar o para trabajar, como también recurren a la creencia de que su hijo es el niño más listo del mundo y conducir es de lo más sencillo, de modo que no puede ser que les cueste tanto tiempo y dinero que el buen mozo apruebe un examen.

Como digo, motivos como el económico o el de ir a estudiar o a trabajar pueden resultar inapelables, pero no ayudan a la formación del alumno y sí en cambio introducen un factor de presión que en muchas ocasiones hace que el preconductor dé marcha atrás en su formación, convencido de que es tan torpe como su entorno le hace sentirse. Esa es la de-formación que dan los padres, y el entorno en general, al alumno, un alumno (etimológicamente hablando) que, desde las tinieblas de su fracaso, ve cómo la luz del final del túnel está cada vez más y más lejos. Para cuando recupere la autoestima, seguramente habrá perdido la oportunidad de aprender de la mejor forma posible.

Y luego está el entorno que decide atajar camino en la educación vial del alumno. Es el padre que le dice a su hijo que ahora apruebe y luego ya hará lo que le venga en gana, es la madre que le enseña a saltarse los semáforos cuando hay prisa y es el amigo que cada fin de semana bebe al volante. Son todos ellos los que le dicen al chaval que no entienden por qué no va a examen, si los domingos lo han visto meter las marchas en el parking del Carrefour y lo hace divinamente.

Una calidad formativa que tiene varios padres

La responsabilidad de la formación vial

En resumen, la buena o mala calidad de la formación vial en España tiene varios responsables, varios padres, y sólo mejorando cada uno de esos padres la parcela que nos corresponde podremos llegar a tener entre todos una formación vial de alta calidad en nuestro país, que más allá de lo que prometen nuestros gestores públicos sirva realmente para aumentar nuestros niveles de seguridad vial cada vez que un nuevo conductor salga a la calle con un vehículo entre manos.

Los profesores de formación vial y las empresas para las que trabajamos somos responsables de la calidad de la formación vial que existe en nuestro país. Por su parte, el Ministerio del Interior, el que lleva todo esto, potencia la mala calidad formativa si no exige que el alumno asista a clase para formarse antes de acudir al examen. Además, el alumno es responsable de su mala formación si no se esfuerza por conseguir lo mejor para sí mismo. Y, finalmente, el entorno que rodea al alumno es altamente responsable de permitir que todo esto siga así, empeore o cambie para mejor.

Así es como lo veo yo. ¿Pensáis que me equivoco de mucho?

Gracias, corzo, por sugerir el debate.
Foto | Andy Karmy, Ministerio del Interior, Katelyn Fay, Tim Schapker, Michael Dornbierer
En Circula Seguro | Autoescuelas, ¿inocentes o culpables?