La conducción eficiente llega a los exámenes de conducir

Josep Camós

20 de abril de 2011

Cuentan que, a petición de la CNAE, la DGT va a incluir criterios de conducción eficiente en sus exámenes prácticos a partir de 2012. De hecho, ya hace años que el ahorro en la conducción forma parte del temario de enseñanza teórica, ocupa unas cuantas páginas en los manuales del conductor y también circulan por ahí preguntas de test alusivas a la conducción eficiente, de modo que lo único que se va a hacer es trasladar al coche lo que ya se explica en clase.
Hasta hoy, pocas veces me he encontrado yo con que un examinador entrara en estos temas. Será porque intento que mis alumnos aprendan una suerte de conducción eficiente que reconozco que resulta algo descafeinada, pero que sirve para iniciarse en el mundo de la circulación sin dejarse el sueldo en la gasolinera. Ahora vienen tiempos de conducción 100% eficiente. Bien, iremos a por ello. Sin embargo, vaticino un proceso de adaptación no exento de problemas, aunque espero equivocarme.

Ventajas de la conducción eficiente en las autoescuelas

Las ventajas de adoptar la conducción eficiente desde la base son irreprochables. Uno se evita construir algo que más tarde debería destruirse para cambiar unos hábitos por otros. Si desde el principio el conductor aprende a llevar su vehículo con un nivel de revoluciones bajo, todo eso que llevará ganado.
Además, la conducción eficiente es prima hermana de la conducción preventiva, por lo que cuando uno conduce de forma eficiente lo hace, necesariamente, de forma preventiva, observa a distancia, decide a distancia y ejecuta a distancia, lo que redunda en mayor seguridad, mayor confort y, en muchas ocasiones, mayor agilidad y fluidez.
En consecuencia, un conductor al que desde un principio se le inculca la conducción eficiente es un conductor que desde un principio trabaja por conseguir una conducción que aúne seguridad y fluidez, respeto por el medioambiente y respeto por su propio bolsillo.
Miel sobre hojuelas, ¿verdad?
Gasolinera

Problemas de la conducción eficiente en las autoescuelas

Sin embargo, desde mi modesto punto de vista la enseñanza de la conducción eficiente a una persona que no ha tocado un coche en su vida reviste algunas dificultades, unas dificultades que supongo que cualquier colega mío que se dedique a enseñar conducción eficiente a preconductores habrá resuelto ya, pero que a mí me inquietan un poco.
En primer lugar, como con tantas otras cosas en este mundillo, tenemos el efecto contagio. Yo enseño a mis alumnos a cambiar de oído y cuanto antes y, en principio, todos pasan a marchas superiores de forma acertada. Les enseño a llevar el motor tranquilo excepto cuando realmente necesitan un empujón adicional mediante reducción puntual de marchas y la cosa va bien. Sin embargo, a la que tocan un coche con los amiguetes (sí, ya sé que es delito, ¿y a ellos qué más les da?) o a la que simplemente escuchan cómo otros cambian de marchas, ya la tenemos liada: vamos en modo abuelete hasta que las válvulas piden clemencia.
Luego tenemos la falta de tacto. Aunque doy decenas de explicaciones sobre cómo accionar los pedales, no todo el mundo tiene la misma sensibilidad en el pie derecho, de manera que eso de «dale un pelín de gas» a veces se transforma en una pisada no muy salvaje pero que nos da el efecto contrario al pretendido. Con una marcha algo más corta de lo normal, todo eso se nota mucho mejor y se aprende con mayor tranquilidad.
Durante un tiempo me dio por enseñar a no reducir marchas si no era necesario. Ningún problema, oye. Llegábamos a un semáforo en tercera y tan tranquilos. Llegábamos a un stop en tercera y tan panchos. Íbamos a girar de repente hacia la derecha y… mierda, el coche se quedaba en tercera. La teoría la conocía de sobra el alumno, pero, ay, resulta que en el aprendizaje la repetición es crucial, tal y como nos demuestran la tabla de multiplicar, los verbos irregulares ingleses y el «asdfg asdfg asdfg» de los antiguos alumnos de mecanografía, de manera que sin una adecuada repetición de los movimientos, el alumno se me perdía aunque tuviera clara la diferencia entre unas y otras situaciones. Total, que opté por una solución de compromiso: los alumnos saben que pueden detener el vehículo con marchas largas, pero que por motivos de aprendizaje es mejor que practiquen las reducciones.
Finalmente, tenemos la seguridad de la marcha un poco más corta de lo normal. Un ejemplo clásico sería la circulación en rotondas: «Aunque no vengan coches, ¿debo reducir siempre a segunda para entrar?», me preguntan. Y yo, fiel a mi estilo, dejo que lo hagan de otra manera, y veo esto: la velocidad de acceso a la altura del ceda el paso es excesiva ya que no cumple con el criterio de moderación de la velocidad que impone el Reglamento, además el giro con el volante resulta brusco si el alumno no es un poco hábil, y finalmente no tenemos ningún tipo de retención por freno motor si algún conductor friki nos propina un hachazo ante cualquiera de las salidas de la rotonda. ¿Hay que hacerlas siempre en segunda, pues? Seguramente no, pero casi.
Lecciones sobre conducción eficiente

Problemas con los examinadores y la conducción eficiente

Decía yo que pocas veces un examinador se ha metido con mis alumnos por estos menesteres, pero haberlas haylas. Concretamente recuerdo dos ocasiones en las que el examinador metió la pata hasta el cuello aunque la cosa no fue más allá de una falta menor, leve, y no fueron decisivos aquellos errores de juicio para determinar la aptitud del alumno, pero me sorprendieron igualmente.
En el primer ejemplo, una alumna llegó en cuarta a una rotonda, se detuvo sin problema porque venía un ejército de vehículos por la vía circular y preparó primera para reanudar la marcha cuando fuera posible. La otra situación también fue interesante: un alumno pasó por una calle llena de pasos de peatones a velocidad moderada, pero en tercera. Ciertamente el coche no mostraba el mismo aplomo que si hubiera circulado en segunda, pero lo cierto es que si hubiese habido necesidad, aquel alumno podría haber detenido el vehículo sin mayor dificultad, de forma suave y sin riesgo para nadie.
Son un par de excepciones, como digo, en las que cayeron faltas sobre el expediente del alumno, y son excepciones que contradicen el principio general que, al menos donde yo trabajo y al menos por ahora, siguen los examinadores: mientras el comportamiento del vehículo no se resienta, se pueden emplear técnicas de conducción eficiente. Ahora, junto al anuncio de Tráfico se promete que los examinadores pasarán un reciclaje formativo para que no haya problemas de criterio.

Problemas con el perro de Pavlov y la conducción eficiente

Para hablar del aprendizaje clásico por condicionamiento usamos la famosa imagen del perro de Pavlov, aquel can que con un poco de entrenamiento aprendió a relacionar cosas que a priori no guardaban relación alguna, como el sonido de una campana con la hora de la comida. Al final, sonaba la campana y el perro se ponía a salivar… aunque no hubiera un bocado ante su hocico.
El perro de Pavlov nos recuerda la resistencia al cambio de hábitos, y es que una vez que reaccionamos ante un estímulo, nos cuesta horrores reprogramarnos. Hay profesores de formación vial que enseñan no sólo por lo que saben o por lo que creen saber, sino también por lo que los examinadores van anotando como correcto o incorrecto. En consecuencia y para evitarse problemas, acaban enseñando a sus alumnos cosas como que en un stop hay que contar hasta tres antes de salir o que en un semáforo es mejor esperar al verde con la primera preparada o que para poner quinta hay que revolucionar el motor. Como quien saliva al oír una campana, vamos. Nada que ver.
A partir de 2012, si de verdad la conducción eficiente entra en los exámenes por la puerta grande, muchos mitos van a caer; y como a algunos no les dé por reciclarse, el perro de Pavlov se va a dar un verdadero festín en cuanto suene la campanita de marras. A ver cómo acaba todo…
Vía | Motorpasión
Foto | Andrés Rueda, Daniel Lobo, ogilvyprworldwide