Con la llegada del buen tiempo el ciclo de la vida se reactiva y aumenta nuestro interés por redescubrir lo que nos rodea. En entonces cuando la bicicleta común acostumbra a adherirse al automóvil en una perfecta simbiosis según la cual el conductor lleva de paseo al pequeño vehículo por medio país mientras que el ciclo proporciona al conductor la movilidad necesaria en el lugar de descanso, además del ejercicio preciso para desentumecer el cuerpo tras el trasiego propio del éxodo vacacional.
Cuando se da esta simbiosis entre especies rodantes y la bicicleta ocupa su posición sobre el automóvil, la baca garantiza la fijación del ciclo al techo del vehículo que la transporta, de modo que hay que asegurarse de que la unión entre los representantes de ambas especies es perfecta antes de iniciar el viaje y tener siempre en cuenta que tanto la baca como el ciclo restarán puntos de aerodinámica al automóvil.
Cuando la bicicleta común se acopla al automóvil por la parte posterior de este, hay dos asuntos adicionales a los anteriores que deben ser controlados exhaustivamente por el conductor antes de salir de viaje: la posible pérdida de visibilidad y la necesidad de emplear una señalización complementaria y específica.
Durante el proceso de diseño de un vehículo se presta una especial atención a su comportamiento aerodinámico, tanto en lo que respecta a la resistencia al avance como a la incidencia del viento lateral y al efecto deportante de la carrocería, que contribuye a mantener el vehículo agarrado al suelo.
Al añadir un «bulto» extraordinario a esa obra de ingeniería que es la carrocería, nos cargamos buena parte de este trabajo de diseño, de forma que el vehículo no se comportará como estaba previsto inicialmente. Esa es la razón por la que cuando transportamos una bicicleta debemos ser conscientes de que nuestro coche no es el de siempre. Sus reacciones no serán las que tendría al viajar normalmente y por eso nuestras decisiones y nuestras acciones deben contemplar esa cuestión.
Por otra parte, la bicicleta puede hacer perder la visibilidad necesaria para una conducción segura, por lo que hay que trabajar la ubicación que le damos en el vehículo. No basta con que la bicicleta común se encarame por la zona posterior de nuestro automóvil para viajar cómodamente, sino que debemos cuidar que entorpezca lo menos posible nuestra visión desde el interior del vehículo.
Si la imagen que obtenemos por el retrovisor interior es nula, nos guiaremos por lo que veamos en los retrovisores exteriores e incluso, si nos hace ilusión, podemos llegar a acoplarles unos espejos complementarios como los que se utilizan cuando llevamos una caravana enganchada a modo de remolque, pero siempre teniendo en cuenta que nuestro ángulo muerto aumentará hasta alcanzar la práctica totalidad de la anchura de nuestro coche.
Y hablando de anchuras… hay que recordar que en ningún caso la bicicleta transportada puede exceder la anchura total de nuestro coche (incluyendo los retrovisores). Dicho de otra forma, puede sobresalir del automóvil que la transporta tanto por encima (hasta cuatro metros de altura sin comprometer la estabilidad del vehículo) como por detrás (hasta un 15% de la longitud del vehículo si consideramos la bicicleta como una carga indivisible y hasta un 10% si la consideramos divisible). En cualquier caso, la bicicleta jamás puede sobresalir por los lados del automóvil.
Luego está el asunto de la señalización de la bicicleta común como elemento adosado al vehículo que la acarrea. De un lado, hay que tener presente que si nuestro automóvil puede circular por la calle es porque cumple con una serie de características que dan pie a su condición de vehículo apto para su uso en vías públicas. Si pierde temporalmente esas características, no puede circular.
Esto hace referencia al conductor medio que encarama las bicicletas como buenamente puede y entiende que no hay mayor problema aunque nadie pueda leer la matrícula de su coche, ver sus luces de freno o los intermitentes. Planteemos la cuestión de un modo sencillo: ¿puede un coche sin intermitentes circular legalmente? No. Pues si la bicicleta tapa los intermitentes, habrá que buscar un elemento de señalización adicional que supla la falta de visibilidad de estos dispositivos de señalización. Algunos portabicicletas contemplan este caso y otros, no. Es cuestión de elegir lo que más nos convenga.
En ese sentido, hay fabricantes que comienzan a poner las cosas fáciles, como GM con su FlexFix para Opel. Basta con abrir un receptáculo especial como si fuera un cajón y de él se extrae un portabicicletas que cuadra perfectamente con el coche. Pero la gran mayoría de portabicicletas no dejan de ser un kit más o menos universal que se acopla al vehículo, por lo que el conductor debe verificar que su coche siga siendo plenamente funcional a pesar de la carga que transporta.
Finalmente, hay que tener en cuenta un detalle legal. Cuando la carga que llevamos sobresale de la proyección en planta del coche, es obligatorio señalizarla siempre con la placa V-20, un cuadrado reflectante de 50 centímetros de lado pintado a franjas rojas y blancas en oblicuo. En caso de que la carga ocupe toda la anchura del vehículo, el Reglamento General de la Circulación obliga a emplear dos placas, formando visualmente una «V» invertida, como se ve en esta imagen:
Sí, la llegada del buen tiempo reabre el ciclo de la vida y propicia que las especies se unan con un objetivo común, como esta simbiosis que hemos contemplado hoy. Sin embargo, no debemos permitir que esta vitalidad nos ciegue. Siempre hay que tomar precauciones. Y cuando se trata de unir un coche y una bicicleta, también.